Diario de Mallorca

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Crítica de Música

MI DO RE

Obras de Bach y Schumann

Auditorium de Palma

Orquestra Simfònica de Balears

Midori y Francisco G. Fulana, violines

Pablo Mielgo, director. 31/01/19

Su nombre, que suena a música, Midori, bien podría ser MI-DO-RE, pues toda ella es música. Ya lo intuyó el compositor Péter Eötvös cuando le dedicó el Concierto para violín DoReMi, jugando con su nombre y las notas musicales.

La violinista japonesa no toca el violín con las manos, lo toca con todo el cuerpo. Toda ella hace sonar, ¡y de qué forma!, el instrumento. Esos conciertos de Bach pueden decirse igual, pero no mejor. Su actuación con nuestra Simfònica el pasado jueves fue de las que no se olvidan. Quedará para el recuerdo de todos, los muchos, aficionados que tuvimos el placer de escuchar su manera de tocar, delicada y aterciopelada. Un sonido muy piano, presionando mínimamente el arco sobre las cuerdas. ¿Cómo se puede conseguir un sonido tan claro, tan perfecto, casi sin presión? Y a un nivel similar otro de los grandes, Francisco Fullana. Nuestro solista más internacional sigue los pasos de la que ha sido su maestra. Midori-Fullana, un binomio que resolvió con sobresaliente esa maravilla que es el Doble Concierto de Bach. Cada uno por separado y luego conjuntamente, dieron una auténtica lección de cómo leer el barroco. Primero Francisco presentó sus credenciales con el BWV 1041, luego vendría ella con ese dificilísimo BWV 1052r. Sí, dificilísimo, uno de los conciertos para violín y orquesta más complicados del repertorio. Y otra vez ella continuó con el BWV 1042. Y cerrando, los dos con el ya citado Concierto en re menor. Todo a un nivel superlativo. Sin dudas, con una exquisitez pocas veces vista y escuchada. De diez. Y con un acompañamiento de la formación orquestal reducida, también muy bueno. Pablo Mielgo supo sacar de las cuerdas de la orquesta un sonido barroco, siguiendo en todo momento el estilo y la estética que marcaban los dos artistas.

Y entre toda esa vorágine bachiana, la Sinfonía número 3 de Schumann. ¿Qué pintaba la Renana en ese concierto? Nada. Hubiera bastado con Bach. Y si se quería dar a los solistas algo de descanso, pues incluir una Suite del maestro o algo parecido, no una sinfonía romántica, muy interesante, todo sea dicho, que partió en dos un programa de mucha altura. De todas maneras la interpretación no estuvo mal; la orquesta, ahora al completo, ofreció una lectura más que correcta de esa obra un tanto atípica, por sus cinco movimientos.

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