Diario de Mallorca

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Crítica Clásica

Concierto multicultural

Orquestra Simfònica de Balears

Auditòrium de Palma

José Tatay, fagot. Álvaro Albiach, director. Obras de Mozart, Roig-Francolí y Stravisnky.

La idea de la multiculturalidad aplicada a este concierto de la Simfònica apareció en el comentario previo al bis que hizo Josep Tatay, fagotista de la Simfònica: "Después de trabajar más de veinte años con personas de muchos países y compartir con ellos experiencias artísticas muy gratificantes, quiero dedicar esa interpretación a las personas que tienen que salir de sus países para subsistir". Y después de esas palabras vino una curiosa adaptación de un movimiento de Las Estaciones de Vivaldi. Antes, pero, el artista valenciano había dado una lección de musicalidad en el Concierto para fagot de Mozart, en el que el instrumento sonó perfecto, demostrando una vez más que en la plantilla de la formación hay profesores capaces de ponerse delante de los atriles para tomar el rol de solista. La orquesta, a las órdenes de Álvaro Albiach, no sonó tan mozartiana como el intérprete. Sonó bien, profesional, pero no al mismo nivel que el fagotista. Como tampoco sonó muy stravinskiana en la segunda parte, en la que el director optó por una versión un tanto monótona de Petrushka. Nada nuevo que aportar.

Y entre medias un estreno, una (la primera) sinfonía del compositor ibicenco residente en Cincinatti, Miquel Àngel Roig-Francolí. Aquí sí que hay que alabar al director y a los músicos. Esa interesante obra, que seguro tendrá un recorrido amplio en otras formaciones, se interpretó con maestría. En cada uno de sus cuatro movimientos, el director supo leer más allá de los pentagramas. Así, en el primero, se hicieron muy evidentes tanto los dos temas como su enlace y resolución. En el segundo las variaciones sobre el tema renacentista La Follia d'Espagna sonaron espléndidamente. En el tercero pudimos reconocer, sin esfuerzo, el motivo gregoriano sobre el que se basa: el Salmo 130, De profundis clamavi ad te, Domine. Ya en el cuarto, el director entendió perfectamente ese diálogo, esa batalla entre el bien y el mal, entre el agua y el fuego, representados por las diversas secciones de la orquesta.

En resumen, los dos grandes protagonistas de la velada fueron el solista Tatay y el compositor Roig-Francolí, ese último con la ayuda del director y orquesta que entendieron cómo llevar adelante una obra sumamente interesante.

Cuestión no baladí: la elaboración del programa no fue adecuada. La sinfonía del compositor ibicenco bien merecía una segunda parte. Hubiera sido mejor para todos no incluir a Stravinsky y dejarlo para otra ocasión.

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