Tras el oficio de librero sigue habiendo romanticismo, pero también mucha contabilidad, fiscalidad, pedidos, devoluciones, marketing, gestión y organización de eventos. La lucha contra Amazon, “un auténtico lobby”, en palabras de Francesc Sanchis de Embat, obliga a las librerías a mover no sólo ficha, sino el tablero entero. Las cifras y los hechos están sobre la mesa: el 26,3% de los españoles compra libros por internet de forma habitual frente al 69% que lo hace en librerías. Las cifras asustan. Y tienen consecuencias. En una misma semana han cerrado Nicolás Moya (la más antigua de Madrid, desde 1862), Semuret (118 años en Zamora) y Portadores de Sueños (en Zaragoza). La última que cerró en Palma fue Born de Llibres, en verano del año pasado. “Las ventas iban bien, pero no era rentable, había que hacer frente a un alquiler importante y a muchos otros gastos”, explica Sanchis. “Este ha sido un año de sanear las cuentas”.

Para el librero, Amazon ha hecho una gran labor de difusión de un relato que es falso: “que ellos venden los libros más baratos. Entre los gastos de transporte y el trabajo de buscar el libro por el ordenador y hacer el trámite, te sale más caro”, asegura. Sanchis es consciente de que es muy complejo luchar contra una empresa que tiene la mejor conexión con los centros logísticos y puede servir el libro en uno o dos días. Sin embargo, asegura que la distribución ha mejorado mucho en algunos establecimientos de Ciutat. “Nosotros, al igual que una sesentena de librerías españolas, tenemos un grupo logístico en Madrid que te sirve en tres o cuatro días, ya no hay que esperar una semana como antes”.

El fondo, difícil y caro de mantener

Mantener el fondo de una librería como Embat es complejo. “Nosotros vivimos más de ese fondo que de las novedades. Lo mismo nos pasa con Quars”, señala. Las distribuidoras y editoriales cobran los ejemplares servidos de 30 a 60 días. Si en ese tiempo no se han vendido, o se devuelven o se pagan. Por eso, los libreros están obligados a elegir con el máximo tino posible los libros que prevén que serán demandados y vendidos si quieren evitar que las deudas los engullan. Hay que recordar que la librerías se quedan con un 30% del precio de venta.

“Si cobráramos todas las horas que hacemos, cerraríamos en dos semanas. Nuestro trabajo es vocacional y casi como un voluntariado”, asegura Sanchis.

Rata Corner es una librería con un perfil distinto a Embat. “El nuestro es un espacio híbrido, donde teníamos muy claro que teníamos que hacer muchas actividades para que la gente se acercara y que también combinamos con la línea de gestión cultural”, explica Miquel Ferrrer, quien siempre tuvo muy claro desde el principio la importancia de crear una marca y una imagen “para hacerse un hueco”. “Los libreros de espacios pequeños vivimos en precario como todo el sector cultural. Hay que hacer muchos equilibrios contables para salir adelante”, apunta.

Para Ferrer, el reto es luchar “contra la falta de atención o el cambio de ritmo de la lectura que va en contra del formato libro”. También Netflix y otros contenidos digitales conquistan a lectores y roban horas de lectura, asegura.

Actualmente, los libreros de la isla cuentan con una línea de ayudas para la organización de actividades. Cort también ha concedido subvenciones este año a establecimientos culturales. Ferrer explica que Rata ha conseguido mil euros.