El ripio era inevitable, y sincero. La película de Yorgos Lanthimos tiene el mérito de haber creado grandes expectativas entre un público que esperaba algo adocenado tipo Barry Lyndon o Las amistades peligrosas y se ha topado con una película desasosegante, como el poso de una almendra amarga en un helado exquisito. Ese es para mí el indicador del talento y la ambición del cineasta griego. Con Roma me ha ocurrido lo contrario. Cuestionarla es, parafraseando a una amiga, equivalente a darle una patada a una mascota. La considero una más que buena película, casi excelente. No excelsa porque busca sin rubor la lágrima fácil con las penurias de sus protagonistas y el ooohhh! a su exquisita, empalagosa, fotografía. No entiendo por qué Roma compite como mejor película absoluta y mejor película en habla no inglesa. Si obtiene ambas estatuillas arrinconará injustamente otro soberbio filme, el japonés Un asunto de familia de Koreeda; o el ensimismado Cold war de Pawlikowski. En los premios al reparto Olivia Colman puede con toda seguridad ir preparando su discurso de agradecimiento; los demás están abiertos, por bien del espectáculo. Mis preferencias/debilidades apuntan a Christian Bale, Sam Elliott y Emma Stone.
