Cuatro años no son una eternidad, pero para los miembros de Xarxa -Àlex Ocete (voz), Lleonard Martínez (saxo), Pere Joan Company (guitarra), Miquel Bennàssar (bajo), Francesc Aparicio (batería), Jaume Blàzquez (trompeta) y Sergi Tous (trombón y voz)- queda lejos ese 2015 en el que sacaron su primer disco, Lluny d’aquesta riba. Ahora están centrados en la promoción y publicación de su segundo trabajo discográfico, el primero de larga duración, La vida i el foc. Llevan trabajando en él desde el 2017 junto al productor y teclista Joan Marc Pérez, (La Gossa Sorda, Auxili, La Raíz), y el pasado mes de diciembre entraron a los Estudis WZ, situados en Borriol (València). Según lo previsto, el proyecto estará listo para ver la luz a mediados del mes de febrero.

El día 9 de enero comunicaron a través de sus redes sociales la apertura de una campaña de financiación colectiva a través de la plataforma TotSuma para que La vida i el foc pueda ser una realidad. En siete días de micromecenazgo, están a punto de alcanzar 2.500 de los 8.000 que requieren los gastos de grabación y edición de este “ambicioso” trabajo discográfico. Aun quedan 36 días para participar, y todas las aportaciones tienen recompensa.

La nueva propuesta discográfica de la banda isleña cuenta con colaboracines de diferentes artistas y agrupaciones, como OR, Clara Fiol, Biel Majoral, Al-Mayurqa, Frida, Escarràs, Vers Endins y Cesk Freixas. Se trata de un trabajo con el que Xarxa se busca en sus inicios y se encuentra con una voz más adulta, madura, con las ideas más claras y mucho más profesionalizada.

Evolución de la banda

No es extraño, pues cuando empezaron su carrera musical como banda tenían entre 14 y 16 años, tocaban versiones de Obrint Pas y La Gossa Sorda mayoritariamente y tenían poca idea de tocar sus instrumentos, según dicen. Corría el año 2011 y, en aquellos momentos, Xarxa era un embrión. La formación se completó en el año 2012 -hasta el momento ha sufrido algunos cambios-, que fue un punto de inflexión para el grupo porque “empezaron a contratarnos”, explican en una entrevista con Diario de Mallorca. “En ese momento empezamos a encontrar nuestro espacio y público, que pasaba por tocar en encuentros como la Acampallengua, oalgunos de Pinyol Vermell… Tocamos en sitios donde las canciones y el rollo que llevábamos no era extraño a la gente que frecuentaba estos actos”.

Sus primeras canciones, con las que grabaron ellos mismos una maqueta, Sant Rafael 82 (2013), bebían directamente de sus influencias. Las letras se centraban en el realismo social, en cuestiones políticas, en el rechazo a la sociedad. Su música iba desde el ska-punk, al rock, pasando por el hardcore con pinceladas de folk. “Todo eran pruebas, mezclábamos estilos. Estábamos aprendiendo”, manifiesta el batería.

Después llegó Lluny d’aquesta riba, trabajo con el que quisieron ir a otra parte, tanto musicalmente como con las letras. “Yo [Àlex Ocete] me obsesioné con que teníamos que alejarnos del realismo social, y que la música tenía que alejarse de nuestras influencias. Por eso Lluny d’aquesta riba tiene unas letras mucho más densas, más poéticas y difíciles de entender. Hablábamos de la deshumanizacion de la sociedad, de la corrupción personas”, asegura el que pone la voz a casi todas las canciones.

Cuando empezaron a pensar en La vida i el foc, tuvieron claro que este sería un viaje de ida y vuelta. “Se puede decir que volvemos a lo que pretendíamos ser”, apunta Ocete. Así, vuelven con mensajes políticos y reivindicativos, con letras cotidianas y directas. Sin embargo, tienen claro que “no hablamos de paridas”. Por eso, en su manera de expresarse sigue habiendo cierta inclinación a la formalidad y a la utilización del estándar lingüístico mallorquín.

Podría decirse que el alma del disco es sólida. En su contenido, los miembros de la banda hablan de tres relatos: uno amoroso; uno sobre la depresión y otros problemas derivados la sociedad capitalista, como ansiedades o inseguridades que, proponen, solo se pueden revertir si se revierte el sistema; y, por último, el relato sobre la cuestión nacional, con el que reivindican la figura de Mallorca como pueblo, sin olvidar las demás islas. No obstante, en las letras, comentan, también se pueden distinguir otras cuestiones más cotidianas.

Y suena, dice Aparicio, “mejor que los demás, gracias a Dios. Esta vez hemos querido dotarlo de un carácter mediterráneo, que es difícil de explicar pero que se capta enseguida cuando lo escuchas”. El guitarrista asegura que una de las grandes diferencias con los demás proyectos es que “no hay ninguna canción que pase por dos estilos diferentes, cada una tiene su sonido aunque en la totalidad del disco haya distintos estilos. Y, no obstante, Miquel Bennàssar destaca que han conseguido que el disco tenga un "sonido propio”.

La vida i el foc no ha sido un trabajo fácil. Una de las mayores complicaciones ha sido, según Company, “que casi no habíamos compuesto y no acabábamos de encontrar la manera más efectiva de hacerlo. Ha sido un aprendizaje. Si empezáramos a hacer el disco ahora, lo haríamos mucho más rápido. Hemos encontrado determinadas fórmulas que nos han servido”.

En este viaje han aprendido a componer, se han reencontrado y han aprendido a hacer piña, equipo. Y vuelven, después de renacer de sus propias cenizas, con diez temas nuevos y muchas ganas de conquistar “nuevos horizontes”.