Los viejos rockeros son eso

Viejos, en primer lugar. Por estadística, en segundo, pocos siguen siendo rockeros. La (mayor o menor) fama, el acechante bloqueo creativo, la montaña rusa de los ingresos y el ajetreo de las giras o bolos puntuales son incompatibles con encontrar pareja fija, procrear y llevar una vida estable para que los hijos crezcan y maduren sin traumas. Este es el doble tema de Juliet, desnuda, y una de las fijaciones del escritor Nick Hornby ( Alta fidelidad, Un niño grande). Traspasa lo justo el marco de las comedias románticas adultas convencionales desarrollando una premisa argumental jugosa (spoilers): Una pareja de treintañeros ingleses sin hijos; ella dirige un museo local, él es profesor y obsesivo fan de un cantante de pop norteamericano (Hawke) desaparecido misteriosamente del panorama musical dos décadas antes. Por una casi casualidad ella comienza a cartearse con el músico y descubre que es un tipo normalito, vaguete, que está expiando sus pecados de juventud. Léase, (ex)pichabrava, traducido en media docena de hijos con casi el mismo número de madres a ambos lados del charco. No sigo. El guión, repito, no explota del todo y se mete en un sembrado con las parejas que no desean tener descendencia. Logra mantener, por la sensibilidad y el fino humor de Hornby, mucha autenticidad. En la realización ocurre algo similar. Más que la dirección de Jesse Peretz (serie Girls) se aprecia el toque Judd Apatow (productor aquí) en la soltura de las escenas más cómicas. En el reparto Byrne cada vez está más cómoda en comedias, O'Dowd abusa de mohines y Hawke se muestra tan camaleónico y empático como siempre.