Esta legislatura ha sido una oportunidad perdida para la cultura. O mejor dicho, para los ciudadanos que podrían haberse visto beneficiados de unas políticas culturales más sociales, educativas, participativas, cohesionadoras y transversales. Unas políticas culturales también más igualitarias con la mujer y las distintas identidades y géneros. Unas políticas que hubieran tenido que romper con el cemento y las ansias de inaugurar equipamientos. Unas políticas culturales que hubieran enterrado el principio de repartidora de fondos entre un sector maltrecho y precarizado, dejando a muchos fuera del racionamiento del pastel. Unas políticas que deberían haberse afanado en mejorar la calidad democrática de la sociedad y de unas instituciones culturales politizadas y opacas que ocultan repartos y cuotas de poder. Unas políticas destinadas a formar ciudadanos críticos con los problemas del mundo y a reforzar y también revisar algunos de los valores de nuestra sociedad.
Unas políticas culturales que deberían haber aspirado a una total transparencia en los procesos, explicando y debatiendo la idoneidad pública de cada proyecto y las conversaciones que se han llevado a cabo y con quiénes y por qué. Unas políticas culturales que no conviertan los problemas sectoriales en los problemas públicos de la cultura. Unas políticas culturales que establecieran los criterios a seguir para marcar una agenda pública para la cultura libre de intereses partidistas y corporativistas.
Unas políticas culturales que integren y no segreguen a las voces disidentes. Unas políticas culturales que no vacíen de contenido conceptos y palabras que no coinciden con el código hegemónico. Unas políticas ajenas a planes de marketing, publicidad y selfies. Unas políticas culturales libres de logos. Y que no estén marcadas por modelos economicistas de ciudad o supeditadas al turismo cultural. Unas políticas culturales que primen la dotación de los servicios públicos de la cultura por encima de la creación de nuevas estructuras que finalmente o no tendrán presupuesto o serán externalizadas o servirán para crear uno o dos puestos con sueldos de alta dirección.
Unas políticas culturales que no caigan en el victimismo y admitan errores. Unas políticas culturales que recuperen la noción de lucha de clases, secuestrada ahora por la extrema derecha. Unas políticas culturales no del progreso, sino directamente transgresoras.