Cuando ves que parte del público que llenaba el Principal en la segunda representación se pone de pie; cuando escuchas con atención los comentarios post-función y prácticamente todos son elogiosos, cuando aprecias una satisfacción colectiva inusual, estás obligado a admitir que el equivocado eres tú. Porque resulta que a mí no, a mí no me convenció Jane Eyre.
Porque en mi opinión hay un exceso de narrativa; porque los intérpretes - especialmente Ariadna Gil- arrancan desde el minuto uno subidísimos de tono y a media obra reconozco que ya estaba algo saturado; porque no llegué a entender el despliegue gestual de la protagonista, ni esas carreras por el escenario y porque esperaba - así se promociona el espectáculo - una lectura más 'revolucionaria' de la novela de referencia. ¿Estamos ante una Jane Eyre rebelde? Sí, pero ante todo ante una persona enamorada hasta los huesos ¿Es la de Ricart/ Portaceli una heroína contestataria? Sí, pero sobre todo una mujer arrastrada por su gran pasión. ¿Es una obra feminista? Pues no sabría qué decir.
Y dicho lo anterior, también reconozco que la pieza me mantuvo interesado hasta el final, que la escenografía me resultó interesante - aunque algo vista -, que la música en directo (sin Clara Peya, que la ha compuesto) sumaba y que soy de los que reivindican que un teatro público (también) debe programar grandes 'hits' con capacidad para llenar en plenas fiestas de Navidad.