¿Cómo se sobrevive al siglo XXI sin teléfono móvil?

Tampoco tengo coche. Me saqué el carné con 35 años -hoy tiene 47- pero soy de esos que nunca han llegado a conducir. Soy un desastre. No es algo que haya planeado, es algo natural, un rechazo a este avance tecnológico abrumador, a las carreteras colapsadas, la tensión y el esclavismo económico. Tener cosas significa pagar más. Si tuviera el último móvil, el mejor ordenador, el coche más bonito y la moto más rápida, con sus respectivos seguros, no podría llevar la vida que llevo, que por desgracia a veces es precaria, como la cultura.

Pobre pero feliz.

Esta pobreza me hace rico, me libera. No hay riqueza más grande que ser libre. Me encanta caminar, y en ocasiones he hecho locuras, yendo de pueblos a Palma caminando. Me gusta caminar con mis propios pies y llegar a algún sitio, no lo veo dramático. Prefiero eso que amargarme dando 10.000 vueltas para aparcar, peleándome con la gente.

¿Su música también es una respuesta a ese rechazo del que habla?

Sí, pero también es una necesidad. Me acuerdo de la fábrica Coromines, del Casal Llibertari, de las fiestas en los parques que acababan con el sol, de guitarras que les faltaban cuerdas, de timbales precarios€ Toda esta cultura no académica, que carece de grandes medios, te da una riqueza expresiva, creativa y libre al mismo tiempo. Es una actitud de libertad que genera un pensamiento crítico. Al no estar tan atado la capacidad de observación es mayor.

Algunos le verán como un bicho raro.

Lo entiendo, a veces yo también me veo como un bicho raro pero por suerte somos muchos los bichos raros, los que pensamos de una manera alternativa, y eso me salva. Es lo que necesitamos, ideas innovadoras que nos permitan redefinir las cosas en unos momentos en que vamos a remolque de las grandes corporaciones, que no sabemos ni quiénes son. Hay que abrir nuevas puertas.

¿Mallorca también tiene algo de bicho raro?

Sí, Mallorca es tierra de mercaderías. Su imagen bucólica, la de las flores de almendro, la Serra de Tramuntana y la calma, ha desaparecido en pos de un capitalismo salvaje que de cualquier cosa quiere sacar provecho. Y así vemos 4x4 por encima de los acantilados más bonitos, helicópteros que van a Cabrera, ricos que hacen lo que quieren y la Monarquía campando a sus anchas. En Mallorca falta un revulsivo. Todos los que tenemos ganas de cambio también somos víctimas de la decepción de las mentes pensantes que dirigen la política. Son momentos complicados y necesitamos esperanza.

¿Contra quiénes van dirigidas sus Bolles de Foc

Mas que como proyectiles, las bolas de fuego tienen un sentido cósmico. Vivimos en un universo y nosotros solo somos una pizca muy pequeña, y la importancia que nos damos en realidad no la tenemos. Y lo único importante que tenemos, que es la vida, no le damos valor, es lo que los indios llamaban el camino del guerrero, que ha quedado totalmente inundado por una sociedad que nos hace anónimos y nos somete. Es un círculo vicioso. El disco mezcla por una parte la madre Tierra, como algo espiritual, y la realidad humana, con un vacío dentro pero con ganas de prosperar, aunque lo que acaba haciendo es herir a la madre, toda una tragedia griega. Solo vivimos chafando lo que nos da la vida. Así, el futuro es incierto.

¿Qué le ha aportado este nuevo trabajo?

Es el disco con el que he disfrutado más, sobre todo de la compañía humana: con Carles Seguí a la guitarra y producción; las voces divinas de Natalia Tascón y Maria Vermella; Pau Mas en la percusión y flabiol; Tomeu Estelrich a la trompeta; Pere Joan Monserrat al saxo; Miquel Perelló, flauta barroca; y Gerard Seguí, violín. Unos músicos muy trabajadores y sacrificados. Es un disco que me ha recordado aquello de que la unión hace la fuerza. Un álbum con el que hemos experimentado, por ejemplo, con los timbales sonando como si fuera un regimiento o con las voces jugando con la distancia de los micros.

Tomeu Quetgles se nos hace mayor. Ya son veinte los años que lleva en el oficio.

La música siempre estuvo muy presente en mi familia. Soy el pequeño de cuatro hermanos, mis padres eran docentes, implicados en la cultura, muy de izquierdas, atentos a la música francesa, folk, también infantil, cuentos de rondallas musicados€ Una mezcla poco frecuente que me marcó y enriqueció sin ser yo consciente. A los seis años me regalaron una pequeña guitarra, medio de juguete, y con doce ya empecé a hacer canciones. Aun descubro de dónde me viene todo esto. Buscaba y busco comunicación. Detrás de este payaso que hay en mí hay alguien tímido. Con la música encuentro la manera de expresarme y descubrir los sentimientos de los demás.

¿Dónde vive actualmente?

En el Camp Redó, un barrio muy castigado en el que por desgracia falta cultura. Un barrio de mallorquines e inmigrantes en el que hay caldo para el fascismo, algo que me preocupa mucho.