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Crítica de Cine

Un trabajador

"Yo me considero un trabajador. Blesa y Urdangarin son unos ladrones, yo soy un trabajador." Sostiene el apodado Robin Hood de Vallecas (Flako/Iglesias), un brillante butronero de bancos capturado y condenado hace un lustro, al director del filme (Elías/Simiani).

Ante lo quimérico de emular a Atraco Perfecto, Rififi, La jungla de Asfalto o Heat, Simianini ha optado por el formato tan sencillo como arriesgado del semifalso documental. ¡ Hein?! ¿Semifalso? El título del filme lo explica. No es una película de atracos, ni documental, ni making of porque se funde, sin confundirse, todo ello. Sigue el proceso a lo largo de casi una década por parte de Simiani de documentarse sobre los atracos, contactar con Iglesias, forjar una amistad aparentemente auténtica, escuchar y grabar el periplo vital del vallecano, las correrías de su padre (atracador por el mismo método en los años 70), pelearse con la mujer de Iglesias, reconciliarse, salir a pasear con los vástagos de ambos (nacidos con pocas semanas de diferencia), mantener sesudos análisis freudianos sobre la influencia de esa figura paterna, visitar (el cineasta) la red de alcantarillados que (el hacendoso butronero) conocía como la palma de su mano, aprender lo que es una 'santa' tapa de alcantarilla? Hay un salto constante entre el documental temático (historia del butroneo), inmersión en la vida privada del cineasta, entrevistas al retratado y el susodicho tutorial de iniciación al apasionante arte de (intentar) desplumar a los ricos. Reforzado con fragmentos y música de películas de género o planos bucólicos del entorno del centro penitenciario. Es como la mirada de un entomólogo, paciente, concienzuda, curiosa. Y, o, sobre todo, muy humana.

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