Diario de Mallorca

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Crítica de Música

Volvió el maestro

Orquestra Simfònica de Balears

Auditòrium de Palma (22/11/18)

Juan Pérez Floristán, piano.

Leopold Hager, director.

Obras de Blacher, Rachmaninov y Brahms.

iesta de Santa Cecília, patrona de la Música. Concierto en el Auditòrium. Orquestra Simfònica. Prestigioso solista invitado: Juan Pérez Floristán. Paganini como excusa y Brahms en el repertorio. Y el regreso de un maestro: Leopold Hager.

Tener a Hager cerca, con residencia en la isla, facilita el que una vez al año se le invite a dirigir nuestra formación. Un honor y una satisfacción. Siempre se aprende de un maestro de su talla, que ha dirigido las mejores orquestas del mundo.

Esta vez Hager y los programadores propusieron un programa con dos partes muy diferenciadas. En la primera, el espíritu de Paganini rondando sin descanso, pues las dos obras interpretadas eran sendas variaciones sobre el tema de su Capriccio número 24, el que ha dado pie a múltiples obras posteriores de autores como Brahms, Liszt, Chopin, Ysaÿe, Lloyd-Weber y Benny Goodman, entre muchos otros.

Primero unas interesantes Variaciones para orquesta del alemán Boris Blacher en las que el compositor explora, de forma individual y combinada, las sonoridades de las diferentes secciones de la orquesta, con un resultado más que notable. Luego, la famosa Rapsodia de Rachmaninov, en la que tiene un papel destacado el piano, que actúa en calidad de solista. Juan Pérez Floristán cumplió con su papel y aumentó su fama de gran concertista. Tanto él como Hager al frente de la orquesta, nos hicieron pasar un rato muy agradable a través de una versión que destacó esos aspectos postrománticos que la partitura posee. Rachmaninov, a través de sus obras para piano y orquesta, consigue emocionar siempre que los intérpretes entiendan su lenguaje. Como así fue la otra noche. Emoción plena y aplausos unánimes que hicieron que el pianista interpretara como bis uno de los Momentos Musicales, el número 3, de Schubert.

En la segunda parte, cambio total de registro. Si con Rachmaninov se escuchó un romanticismo fuera de su tiempo, con la Primera Sinfonía de Brahms se escuchó un primer romanticismo, nacido a raíz de las aportaciones de Beethoven. Con Brahms, Hager y la orquesta no hicieron más que seguir por el camino de la perfección. Una lectura llena de matices, de contrastes, de momentos deliciosos. Pocas veces ha sonado en el Auditòrium un Brahms con esa fuerza y esa calidad. Un Brahms realmente memorable.

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