Carles Grimalt (Manacor, 1971) es un todoterreno, un músico que no sabe cruzarse de brazos y que necesita los escenarios como aire que respirar. "La música es lo que me da la vida", reconoce alguien que milita en tantos grupos como días tiene la semana, uno para ensayar con cada banda: con Montenegro, Ocults, Señor Polar, Els Ander Grauns, Valentín Mendoza... "Si hay que ensayar un domingo por la mañana, se ensaya; para mí, la música no tiene horarios, es lo prioritario. Lo que quiero es pasármelo bien. Quiero disfrutar, que haya sinergias, que no sea tocar por tocar, con un horario cerrado. Me gusta probar, cenar, reír, tocar y volver a reír relajado con los otros miembros del grupo. Que haya una conexión, camaradería", subraya.

Hijo del cantante de Los 5 del Este y Grupo 15, Tony García, encontró a su primer maestro en el mismo seno familiar. Con solo cuatro añitos, su padre ya le subía a los escenarios para cantar en los descansos de las actuaciones que realizaban, muchas de ellas en hoteles de Cala Millor, como el Sabina. "Recuerdo que entonaba la canción Borrachito, con aquel estribillo que decía borrachito, que te burlas de la gente porque tomas aguardiente...". Luego estudió música, piano, guitarra, entró en el conservatorio para recibir una formación clásica, hasta que llegó la adolescencia y quiso romper con todo.

Yo Wojtyla fue su primer grupo, banda que montó con el batería Biel Ferrer -con el que sigue tocando- durante su etapa estudiantil, cuando cursaba octavo de EGB. "Éramos peste infinita", confiesa Grimalt en referencia a un grupo que defendía versiones de los 80 como ¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS? (de Polansky y el Ardor) junto a composiciones propias. Un lustro después entraría en su primera gran aventura musical, la de Guía del Ocio, histórica formación que sufriría un par de cambios de nombre hasta quedarse con el de Montenegro. "Era un niño en un grupo de adultos, todos me llevaban diez años", recuerda de aquella experiencia, que ahora, tres décadas después, vuelve a saborear, porque la banda de Guillem Sansó ha decidido reagruparse y retornar a los escenarios, algo que hizo el pasado fin de semana en Manacor. "Hacía mucho tiempo que no sentía ese cariño tan cercano, con todo el público entregado desde el primer acorde. Montenegro dejó huella en aquellos tiempos salvajes, en los que estuvimos con una multinacional (Epic), un hecho que nos catapultó".

De Montenegro a Ocults, dos caras opuestas. "Montenegro era y es un proyecto serio y Ocults, una fiesta constante. Un grupo que vivía y vive la música. Hacemos vida de matrimonio, y es muy divertido: tocamos, ganamos dinero y ligamos", se sincera. Aunque lo de ligar se acabó hace ya un tiempo, cuando conoció a la que sería su mujer, Petra Galmés, con la que tuvo una hija, Ariadna. "Mi mujer tenía muchas propuestas para el nombre pero tenía que ser Ariadna. Es el título de una de las canciones del último disco de Valentín Mendoza y está basada en un poema de la gran autora Maria Victòria Secall. Un tema que cuenta la historia mitológica de Ariadna. Es un disco en el que volqué mucho trabajo, en el que me impliqué mucho", señala.

Implicado en política también está desde hace unos años, con Volem Manacor. En la oposición desde hace tres años y medio, asegura que con esta historia "he aprendido que si quieres cambiar las cosas, se cambian, por mucho que me digan que no. Cuando estuvimos en el govern lo que cambió es que por ejemplo los funcionarios aprendieron que los políticos podemos pedir las cosas por favor. Cambió el trato, algo que hizo que los funcionarios tuvieran más ganas de trabajar. Quiero que esta sea una aventura de paso. Por la sinergia que se ha creado con los compañeros volveré a presentarme en las próximas elecciones, pero espero que en el futuro alguien me releve. Yo quiero ser músico, coño. Ejercer la política va en contra mía, porque los míos nunca me contratarán y los otros, por no ser de los suyos, tampoco. ¡Pero es que quiero cambiar el mundo por mi hija!".

Los ojos se le iluminan cuando habla de Señor Polar, "banda de pop confidencial" en la que todos aportan y reman hacia adelante. Con él están el ya citado Biel Ferrer a la batería, Toni Bauçà a las guitarras, Juan Muñoz al bajo, Pere Garcias al trombón y Evaristo Pons a la trompeta. Ayer presentaron su primer trabajo, El incidente del equinoccio de otoño, en el Sart de Inca, un álbum que toma su nombre del suceso acontecido el 26 de septiembre de 1983, cuando el sistema de alerta nuclear de la Unión Soviética alertó varias veces del lanzamiento de misiles balísticos intercontinentales estadounidenses. Intentarán hacerlo girar por los distintos escenarios de la isla, pero no será fácil. "La música propia ha muerto, hoy se lleva lo de las versiones y los tributos. No encuentras locales en los que tocar", lamenta un músico que lleva en el ADN las notas musicales.