Cientos miles de postales, fotos reveladas, negativos, cámaras de todas las épocas, revistas, manuales, artículos? Material inflamable, reliquias, la historia de nuestro turismo, entre la nostalgia y la memoria neutra; una enciclopedia en blanco y negro, y de colores hoy día irreproducibles acumula polvo, recuerdos, chascarrillos y misterios en un edificio de la avenida Sant Ferran de Palma, pensado por y para el laboratorio de Planas i Montanyà: el gran fotógrafo de la isla, prácticamente el único durante décadas, pionero de las instantáneas aéreas y de las postales que vendieron el sol y la playa al mundo sin saber el monstruo que estaban creando.
Marina Planas, artista y nieta de la criatura, volvió de Nueva York para gestionar el legado y para convencer a las instituciones del valor incalculable de la colección. Cabalga prácticamente sola. Recibe alguna palmada en la espalda y los gestos de admiración de los románticos mientras sufre la desidia de los responsables del Consell Inútil de Mallorca, a cuyos responsables políticos la empresa -catalogación, digitalización, proyecto museístico?- les viene enorme. No saben ni por dónde empezar.
Ahora Marina, y otros tres artistas en residencia, muestran las entrañas del archivo. No cabe el panegírico ni la lamentación gratuita en este recorrido documental, cómico, hasta cierto punto intrigante que culmina en la provocadora invitación gastronómica del título de esta crónica. Mejor comerse la historia que entregársela a Emaya. Mejor enterrarla en el desierto de Antofagasta que esperar a tener políticos que amen la cultura. Puede que nunca lleguen.
El inventor del paraíso
Archivo Planas/Casa Planas
****½
Creación: Marina Planas, Marc Caellas, Esteban Feune de Colombi y Eduard Moyà.
Hasta el 24 de noviembre.
