Jaume Munar (Felanitx, 1982) publica El futur. Poesia de la inexperiència (AdiA, Cafè Central), un retrato de la sociedad contemporánea con el pretexto de la poesía: las cuotas de poder, las élites, la política o la corrupción también están instaladas en el sistema cultural, sistema al que él mismo pertenece, confiesa. El libro, con portada de Albert Pinya, se presenta el 10 de diciembre en La Calders (Barcelona) y el 11 en Drac Màgic.

-¿Cómo describiría El futur. Poesia de la inexperiència

-Es un panfleto. Un ensayo debe tener un rigor académico que se ha de regir por unas normas de citación y otras cuestiones, y, sobre todo, un ensayo se supone que describe de manera aséptica una situación que has estudiado. Y yo, en este caso, no he seguido ningún rigor académico. Pienso que el libro es una provocación. Yo reconozco que interpelo a mis propios compañeros de gremio y hago esa provocación. Por tanto es un panfleto, porque los panfletos siempre buscan provocar una reacción.

-Es joven pero no un advenedizo en el sector literario. ¿Por qué motivo se ha decidido a escribir este libro crítico ahora?

-El origen es una conferencia que pronuncié el año pasado en Inca. Me la pidieron y me dieron a elegir el tema. Y escogí este tema. El libro tiene dos editores: Pau Vadell y Antoni Clapés, AdiA y Cafè Central, que se alían para hacer la colección Ferida oberta. Es Vadell quien me propone hacer un libro de todo lo que expuse en la conferencia. Ése es el origen. Yo, que tenía claras todas estas cuestiones, de motu proprio, no lo habría escrito seguramente. Fue una oportunidad. Cuando te dejan dar caña, has de hacerlo.

-En sus artículos también la da. ¿Ha tenido problemas?

-Algún comentario sí. Un periodista me dijo: "Con los artículos que haces en el diario no harás ningún amigo nuevo".

-¡Eso es un piropo!

-[...]

-¿Y con el libro?

-Mira, soy una persona que si hay una herida abierta me cuesta mucho no introducir el dedo. Soy así en todos los ámbitos de mi vida. Y dentro del mundo de la cultura y el literario hay muchas heridas. Y he metido el dedo como siempre hago. Es más una necesidad que la voluntad de cambiar el mundo. Yo no tengo voluntad de cambiarlo. Es un poco tocar els collons. Me gusta hacerlo. La gente que me conoce lo sabe. Una escritora conocida mía que me la encontré hace poco con mi libro en la Fira del Llibre me dijo: "Es que en Barcelona hay unas cuantas personas que me han preguntado si te conozco. ¿Tú estás de acuerdo con lo que dice este tipo?". Claro, si no me conocen, pueden pensar que es que tengo la voluntad de cambiar todo el sistema literario. Y no. Simplemente hay heridas y meto el dedo como me gusta hacer.

-¿Ha descartado los premios?

-Sé que el libro no será premiado. Y no espero que vaya a granjearme amigos.

-Entonces empecemos: ¿el yo romántico es la raíz de todos los males de la poesía?

-La poesía siempre se ha vendido como un discurso que empieza desde el yo más íntimo, de mis sentimientos, pero esto está en crisis. Hoy día, a diferencia de los miles de años pasados, una misma persona puede vivir múltiples existencias a lo largo de su tiempo biológico y estas existencias pueden dar lugar a múltiples yoes distintos que conviven de manera simultánea. Por tanto, estos discursos desde el yo como si el yo fuera una cosa inmutable son una patraña que estamos manteniendo con respiración asistida para que no se les acabe el negocio de la poesía de la experiencia. Es básicamente una cuestión de supervivencia mantener el yo. Hacen creer a sus lectores que ese yo que sale en los poemas es su yo real, cuando la poesía es un artificio, igual que el teatro, igual que el cine. ¿Cuál es la diferencia? Cuando vas al cine o al teatro, hay un pacto entre el espectador y el actor por el que tú ya sabes que aquello será un juego, una ficción. En cambio, cuando tú lees un poema, te han hecho creer que no, que aquello no es una ficción, que aquello no es un artefacto, sino que es el poeta que se desnuda y te muestra su realidad. Esto es una falacia sobre la cual se ha edificado la poesía desde tiempos inmemoriales.

Poesía de la inexperiencia

-Quizá el discurso de la poesía de la experiencia es el que se ha impuesto. Pero siempre ha habido vías distintas de la poesía que sí trascienden el yo poético.

-Sí, por supuesto. La provocación del libro empieza por el título, Poesia de la inexperiència, porque voy más allá de lo que es estrictamente poesía de la experiencia. Si hablas con un filólogo te dirá que poesía de la experiencia son equis autores y que esta poesía es la que va de tal año a tal año. Yo hablo de la poesía de la experiencia en un sentido más amplio, de cómo esta poesía mira hacia el yo, hacia lo conocido, hacia los sentimientos y no hacia lo desconocido. Cuando hablo de futuro como la materia prima de la poesía me refiero a un futuro ontológico, a lo que puede llegar a ser: la posibilidad. La poesía ha de tener la mirada puesta en la posibilidad.

-¿Acaso no es también un método de conocimiento?

-Para mí sí. Es como la intuición pura. Voy a hacer un paralelismo con la música. El jazz es a la música lo que la poesía es a la lengua. Es una dislocación. El jazz empieza con una vulneración de las normas musicales. Los jazzeros llevan la música al límite como un juego, pero rompen con la norma. Para mí la poesía tiene esta función: llevar el lenguaje al límite y siempre ir al límite. El límite es la apertura hacia lo desconocido, hacia la posibilidad, hacia lo que aún no es o hacia lo que puede ser. Dentro de la historia ha habido poetas de la experiencia y poetas que son de la inexperiencia. ¿Qué es lo que hace distinta a la época actual? Que el postulado principal que sostiene la poesía de la experiencia, que es el yo, está en crisis. Por tanto, aquí es cuando se convierte en una farsa la poesía de la experiencia. Y, segundo, la poesía se industrializa, como todos los ámbitos de la sociedad. Todo se ha de convertir en espectáculo para existir a nivel social y colectivo. La poesía se ha espectacularizado también. Como la gastronomía. Esto supone que, no sólo el yo poético parece que está afectado por la crisis del yo, sino que en la literatura el autor, el yo, se ha convertido en una marca. Y esta marca para estar en el mercado se sirve del libro. Y llegamos al punto de que el libro publicado es el medio para dar a conocer y mantener el yo-autor-marca. Y es aquí donde todo explota. Es una inversión de los papeles: el libro que se supone que es la finalidad se convierte en el medio de una finalidad superior que es la promoción del yo.

-¿Ve grietas en este sistema? ¿Alguna fractura?

-No la veo. En las editoriales, podríamos decir que unas funcionan de las ventas reales que tienen, pero la gran mayoría de las editoriales viven de la vanidad de los propios escritores. Me incluyo aquí. Yo tengo yo, yo tengo ego y yo tengo vanidad. Otra cosa es que intente atarla en corto. Si no, no estaría aquí hablando y no habría publicado un libro. Cuanto tú publicas un libro o un artículo, ya partes de un nivel de vanidad superior al resto de mortales porque consideras que tienes una cosa que merece la pena para que los otros pierdan el tiempo en leer. Escribir para el público es un acto de vanidad. Siempre. Las editoriales saben que los autores necesitamos publicar y ver nuestro libro publicado. Es una cosa que se retroalimenta. La editorial necesita publicar para cobrar una subvención y sobrevivir, y los autores necesitan ver su libro publicado. Por tanto, esta relación hace muy difícil que este proceso de industrialización de la poesía se pare.

-Sin este proceso de industrialización y la posterior democratización de la cultura, no se publicarían cosas fantásticas de gente que no habría podido publicar nunca.

-Antes había un sistema muy vertical: para acceder a la publicación realmente tenías que pasar muchos filtros y hoy en día no has de pasar casi ninguno. Pero en realidad es lo mismo que ha pasado en todos los ámbitos económicos. Hoy día cualquier persona puede montar una empresa, se puede convertir en un repartidor de Glovo. Esto es una estrategia más del sistema capitalista. No es una democratización real, porque está claro que esta democratización se ha cargado lo que antiguamente era el canon, es decir, aquello de éstos son los autores buenos y éstos no. Y la crítica también se la ha cargado: ésta ha sido sustituida por un contrabando de 'me gustas' y de ensabonades mutuas. La crítica ha sido sustituida por: tú me ensabones a mí y yo te ensabon a tu cuando saques tu libro.

Indulgencia con el mundo cultural

-Lo plantea como si todo fuera una farsa.

-Toda la cultura, toda la literatura, el arte, no deja de ser algo distinto de cualquier otro ámbito de actuación de las sociedades humanas. El problema es que se ha tenido una indulgencia con el mundo cultural y literario porque parece que el artista está dotado de un saber sobrenatural y no es así. La cultura y la literatura funcionan para bien y para mal como cualquier otro ámbito de las sociedades humanas y como cualquier otra industria.

-¿No nos tenía que salvar la cultura de todas estas trampas del sistema?

-El problema está en restringir la cultura a las bellas artes. La ciencia es cultura, cultura es cualquier actividad artificial. Pero se restringe. Es una manera de elevarla a los altares pero también es una manera de inutilizarla como instrumento de cambio social. La pones dentro de una vitrina. Es igual que ese machismo de "a la mujer no se la toca ni con un pétalo de rosa". Ya tenemos a la mujer inutilizada porque es especial. Con la cultura pasa lo mismo: se la tiene como algo especial.

-Leyendo el libro, cualquiera podría decir que detesta a Joan Margarit.

-(Risas) No odio a ningún poeta. No odio a Margarit. Lo que no soporto es la distinción que hace de la poesía que se entiende y la poesía que no se entiende y su menosprecio a la poesía que él dice que no se entiende. En un hombre de su inteligencia, me parece ridículo que haga estas distinciones. Insisto, no odio a Margarit, a pesar de que la suya no sea la poesía que más me interesa.

-Las vanguardias también se llevan un revés: "quedaron reducidas a pura prestidigitación".

-La transgresión no es la pura provocación, sino que es algo mucho más profundo. Las vanguardias se llevaron mucho al juego lingüístico y vistas con perspectiva a muchas les falta una carga de profundidad. A veces, coges libros de poesía actuales y parece como que las vanguardias no han existido. Creo mucho en que se debe tener ambición literaria. El problema es que la ambición literaria se confunde con la ambición por ganar premios. La ambición literaria es algo mucho más profundo. Es coger a los autores que para ti han sido referencia hasta tus contemporáneos e intentar ir un paso más allá. Es aportar alguna cosa adicional a lo que han aportado los que te han precedido. No es ganar un premio. Para mí falta ambición literaria.

-El poeta es un fingidor.

-Ésta es la mayor verdad que se ha dicho sobre la poesía: que el poeta es un fingidor. En un oficio de fingidores lo deshonesto no es fingir, sino fingir que no se finge.

-Modelos que cita: Miquel Bauçà, T.S. Eliot, Pessoa.

-Sí. Aquí los utilizo porque tienen citas que me sirven para explicarme. No es tanto que todos ellos sean mis modelos. Una de las cosas que me han echado en cara es cómo he podido mezclar a Heidegger que era un nazi y a Celan que era un judío en un texto. Primero, pienso que las concomitancias entre ellos son evidentes. Pero, aparte de esto, uno de los grandes problemas que tenemos es esta puñetera manía por el mito del yo romántico, de que nos interesa la existencia, la vida del artista. De un artista sólo han de interesar sus obras. Todo lo demás es brutor. No me interesa cómo vivió o murió Miquel Bauçà, sí su obra. Pero esto ha cambiado: la obra es un medio publicitario en pro del autor.

-Este libro no es sólo de poesía.

-Ah, no, la poesía es el pretexto.

-Aquí hay reflexiones sobre el sistema político, la corrupción, cuotas de poder, las élites extractivas. ¡Aplicado todo ello a la cultura! Nadie escribe sobre ello, cuando en política y economía es lo habitual. ¿Sabe dónde se ha metido?

-Pero es que el arte ha de servir como herramienta de transformación social. Si no, es una bestia inofensiva metida dentro de un museo, un animal disecado. Para mí, como método de conocimiento, la poesía no es sólo un pretexto, pero en el caso de este libro, intento integrar la poesía en todo un sistema económico, político y social más amplio. Efectivamente, no es un libro puramente de poesía.

Los premios

-Es un libro político. "La poesía o es política o no es", escribe.

-Todo sistema económico, político y social siempre tiene una estructura de dominación, incluso un sistema anarquista. Y esta estructura de poder en el caso de la literatura se forma actualmente en torno a las figuras del premio literario y el jurado. Los jurados y los premios literarios son el palco del Bernabéu de la literatura. Si tu trabajo como periodista de cultura se ha de limitar a encender los egos de los artistas, es un rollo. Si a ti, desde la cultura, te dejan sacar otras cosas, es cuando la cultura es más rica e interesante.

-No hay debate público sobre las cuotas de poder en el ámbito cultural. ¿Por qué?

-La mayoría de personas que tienen relevancia mediática dentro de la cultura es porque integran el sistema y de alguna manera viven de la cultura. Por tanto, vivir de la cultura significa que también reciben dinero público y que tienen unos compromisos. Esto hace que no haya debate. Lo segundo, en los medios, al final este sistema facilita el trabajo. Porque si no hay un jurado que te prescribe cuál es la novela buena que se venderá, tendrás que leer muchos libros. Y la cosa se complica. Es una conveniencia para todos. Para los poderes públicos gastar el presupuesto de cultura haciendo un premio literario es fácil. Si has de gastar cien mil euros en cultura, has de pensar en qué te los gastas. Si haces un premio, ya te los ventilas de una vez. Y creo que les sigue saliendo barato al final. Esto provoca que haya un sistema que interesa a todas las partes que lo integran. La gente que queda fuera de este sistema no existe ni a nivel literario ni a nivel mediático.

-Pero hay sorpresas, resquicios: otras plataformas donde editar.

-Sí, los instapoetas, a los que El País les hizo un reportaje. ¿Los has leído? Nada destacable. A día de hoy, el ser humano tiene una capacidad y un acceso a unas herramientas para hacerse autobombo que no han existido antes. Dentro de la masa de gente que se hace autobombo, el premio se aprovecha del prestigio que tiene la institución pública que lo convoca. Los premios son un sistema de institucionalización del poder literario y del reparto de cuotas. Un escritor mallorquín me dijo una vez: "Jaume, tu única posibilidad de ganar un premio en estos momentos es que te presentes y que los grupos de poder que están representados en el jurado, que ya van con su ganador pensado, no se pongan de acuerdo, que haya un empate y tengan que buscar una tercera opción para desbloquear". Es una anécdota que explica muy bien cómo funcionan. ¿Yo qué haría? Yo eliminaría los premios literarios. Tendré problemas diciendo esto. Pienso que hay integrar de nuevo la cultura en educación. Para mí la cultura ha de ser educación. Y la inversión en literatura no puede ser a través de unos premios. Esto no es invertir en literatura. Invertir en literatura es promover la lectura. Es facilitar que si un escritor necesita ir a hacer una residencia la haga. Es facilitar que las obras lleguen al mayor número de lectores posible. En cultura se admite una discrecionalidad a la hora de asignar fondos públicos que si existiese en cualquier otra conselleria o ministerio sería un escándalo que saldría en todos los medios.

-¿Qué opina sobre la polémica de los Premis Mallorca?

-De todos los premios que tendrían que eliminarse, los primeros deberían ser los Premis Mallorca. Para el presupuesto de Cultura del Consell y las dimensiones de la isla, gastarse todo ese dinero en un premio literario es aberrante. Tampoco hemos de olvidar el origen de los Premis Mallorca: Maria Antònia Munar.

-¿La poesía ha de aspirar a la pregunta?

-El límite del lenguaje no es el silencio, sino la pregunta. Porque la pregunta deja una herida abierta y necesitas llenarla de alguna cosa y te obliga a actuar. Ante un interrogante radical, no te puedes quedar indiferente. Ante el silencio, sí. La poesía ha de llegar a la pregunta. Que es ir al límite.

-Lo de la pregunta me recuerda al periodismo.

-Hoy día siento más admiración por algunos periodistas que por los escritores. También es cierto que para mí escribir en un diario siempre fue un sueño de infancia. ¿Por qué? Por el tema de la pregunta, de incomodar al poder, de ser un elemento de cambio, que debería ser la función de la cultura, pero como la tenemos en la vitrina del museo, no le dejamos hacer esa función.

-¿Por qué no da nombres?

-Porque era rebajar el nivel del discurso al barro, a la puñalada, a la guerra. Quería hablar de la dinámica general del sistema cultural, no acusar en concreto a determinadas personas. Pienso que tengo la perspectiva suficiente para reflexionar sobre esta dinámica.

-Alguno le llamará traidor.

-Soy un poco traidor y lo sería un poco más. El libro igual gustará a los que no han ganado nada o están al margen del sistema.

-¿Tiene algo más que añadir?

-Sí. No estoy tampoco de acuerdo con esas distinciones de escritores que escriben en catalán y escritores que lo hacen en castellano y el resto de adjetivos que te aplican si escribes en un idioma u otro. Yo creo mucho en los espacios de encuentro con las personas que no piensan como tú porque conllevan tener que trabajarse mucho más los argumentos. Es una excelente gimnasia mental. Faltan espacios de encuentro a nivel literario, y no me refiero a los Ciutat de Palma, entre los escritores que escriben en catalán y los que escriben en castellano.

-¿Espera vetos por este panfleto?

-Más que vetos, lo que espero, o mejor dicho, deseo, es que alguien haga un panfleto en contra del mío. Sería divertido.