P ¿Qué ha preparado para el cierre del Festival Jazz Voyeur?

R Un concierto especial, con una sorpresa que no puedo adelantar y con mucha improvisación, algo que nunca falta en mis actuaciones. Será especial porque cerramos la gira en Palma. Para mí significa volver a casa, regresar adonde todo empezó. La verdad, tengo un montón de ganas.

P Su actuación llega tras la ofrecida hace unos días por Madeleine Peyroux, también en el Jazz Voyeur y el Trui Teatre. ¿Su enigmática voz le ha atrapado como a tantos otros?

R Madeleine Peyroux me gusta mucho, por su sutileza, su fragilidad y su sensibilidad. Su disco Careless Love es uno de mis preferidos. Tiene ese punto de Billie Holiday, que me gusta, pero no hay nada como la Billie Holiday de verdad. Me encantan las voces frágiles.

P ¿Le cuesta encontrarlas o son muchas las voces que le conquistan últimamente?

R Sigo descubriendo voces que me cautivan, por ejemplo, la de Sílvia Pérez Cruz, que es todo menos frágil.

P ¿Qué ha descubierto en esta gira que le ha llevado por buena parte de España?

R Muchos placeres de distintos ramos, como el gastronómico. En todas partes como muy bien. Como portugués que soy soy un enviciado del pulpo y pensaba que no se podía superar el de mi país pero el mejor pulpo de mi vida me lo he comido en Santiago de Compostela. En Córdoba también descubrí una de las mejores cosas que ha hecho la humanidad: la mezquita. Y en Cantabria, nuevos mares, en los que me bañé. También me fascinó San Sebastián. He tenido la oportunidad de hallar nuevos públicos, personas muy cálidas y bellas. Me encantan todos los españoles: los catalanes, por su sinceridad; los andaluces por su calidez; los vascos por su fuerza y su vitalidad?

P ¿Y los mallorquines?

R Los mallorquines tienen un gran carácter. Quieren guardar lo suyo, su identidad, su lengua. Entiendo totalmente la turismofobia. Hay turistas que no respetan a la gente local. Estuve en la isla hace unos meses y no había más que coches de alquiler de turistas que no saben adonde van. Me resultó cansino. Tendría que haber una regulación del turismo. Como dicen los venezolanos, habría que "bajarle dos" al turismo.

P ¿Qué le trajo hasta Mallorca hace unos meses?

R Estuve de vacaciones unos días en Portocolom, en una casita junto al mar, escuchando las olas. Coincidí con el terrible temporal (del Llevant). Se me encogió el alma ante ese desastre.

P Antes me citó San Sebastián, ciudad en la que actuó en su célebre festival de jazz. ¿Un hito en su carrera?

R Actuar en el mayor festival de jazz de España ha sido uno de los regalos más grandes que he tenido. Aproveché para ver a Brad Mehldau en formato de trío, Benny Green, Cécile McLorin...

P ¿Qué ve en los los ojos de su público?

R Puedo mirar a los ojos de la gente cuando actúo, puede suceder, pero no voluntariamente. En el escenario estoy en lo mío, y no sé siquiera donde miro, a veces miro al vacío.

P "Deja que tu piano enamore mi voz", canta en Mano a Mano . ¿Qué necesita una canción para que te enamore?

R Que sea verdadera, genuina. Si la música no se hace desde la verdad no sirve. El camino hasta la verdad puede ser fácil o complejo, depende de la canción. A veces es fácil y otras se tarda un poquito más, hay que encontrarle el punto, como con las mujeres.

P En Palma se podrá escuchar Cerca del mar , su nuevo single. "Cuando el barco parezca perdido", canta en ella. ¿Alguna vez se sintió náufrago en el mundo de la música?

R Cuando yo empecé estuve en un programa de talentos de la televisión portuguesa (en 2002, en Ídolos, versión del Pop Idol, donde finalizó séptimo). Estaba muy perdido. Entrar en la televisión perdido es lo peor que te puede pasar porque ellos te amoldan según sus gustos. Ni musical ni personalmente sabía quién era yo. Cuando salí del programa pensé: qué porquería. Si un artista tiene sus canciones y un camino recorrido, y va a un programa de esos para tener más visibilidad, no me parece mal. El problema es cuando van sin tener noción de quién son, en ese caso puede ser peligroso. Ya no soy tan extremista ni fundamentalista con esos programas como era antes.

P ¿Cuándo fue consciente usted de que había encontrado su camino?

R Hubo dos fases. Una en la que encontré mi voz, mi timbre, durante mi estancia en Barcelona (ciudad a la que llegó en 2010 para estudiar en el Taller de Músics), la música de Chet Baker me ayudó en eso; y otra, la de encontrar el concepto musical, que todavía lo estoy buscando y creo que lo buscaré toda mi vida. Para dedicarse al arte hay que estar incómodo. Tras el primer disco ( Excuse Me, 2016) supe que el jazz tenía que estar muy presente.

P Su grupo lo integran Julio Resende al piano, André Rosinha al contrabajo y Bruno Pedroso a la batería. ¿Qué buscaba al armar su banda?

R Gente que comunicara desde la libertad. Los cuatro tenemos en común las ganas por comunicar. En el escenario estamos en constante diálogo. Todos son creativos y apuestan siempre por ser diferentes. Somos cuatro grandes amigos.

P ¿Cuándo entrará a grabar su esperado segundo disco?

R Lo grabaré en dos tandas, ambas en Lisboa: el 19 y el 20 de noviembre, justo antes de viajar a Mallorca; y el 22 y 23 de diciembre.

P ¿Qué puede adelantar de ese álbum?

R Muchas de las canciones que toco en la gira estarán en el disco. Un disco que tendrá cinco canciones con letras mías, unas en castellano y otras en portugués, y otras de distintos compositores: de Leo Aldrey, Julio Resende, de mi hermana... Yo estoy disfrutando al escribir. Aunque hacer discos me estresa.

P ¿Por qué?

R Porque no me siento un artista de estudio. En el escenario las cosas pasan, ahí soy libre; en el estudio me siento encerrado, no hay espacio para tanta libertad. A mí me gusta cantar de todo, un día un bolero y al día siguiente algo totalmente distinto. No soy músico de una sola etiqueta. Y puede ser que el disco le parezca a la gente un poco disperso. Pero es que yo soy un artista disperso. Así que inevitablemente el disco será disperso, con el jazz como lenguaje predominante, entendido como improvisación, espontaneidad y creatividad.

P ¿Fue en Palma donde se reveló su amor por el jazz?

R Sí. En Palma empecé tocando con Balta Bordoy, guitarrista de blues, con el que tocábamos temas de Ray Charles, Stevie Wonder, un poquito de Motown? Después conocí a Omar Lanuti, lo descubrí en el hotel Saratoga, en una jam, y con él me enamoré del jazz.

P ¿Qué aprendió en los escenarios durante esos años en la isla?

R A lidiar con el público y a lidiar con la situación que se da cuando nadie te escucha, con un público formado solo por guiris con birras. Toqué en muchos hoteles y restaurantes, algo que me sirvió de mucho, porque me permitió arriesgar, estudiar, descubrir matices de mi voz... porque nadie escuchaba. Hice muchas horas de vuelo, muy necesarias.

P El Vamp y el Bluesville fueron otras dos de sus escuelas musicales, ambas ya desaparecidas.

R Sí, pero esos eran otros campos, en los que la gente sí escuchaba. Fue una pena que cerraran. Supongo que la escena de música en directo está peor ahora que cuando yo estaba. El ambiente en ambos locales era increíble. Me divertí tanto en aquellas noches. Ahí descubrí el mundo de la noche. Fui muy feliz en Mallorca. Tenía 21 años y estudiaba de Erasmus; bueno, lo había dejado pero aun estaban mis amigos. Ganaba dinero, era el más rico de los Erasmus. En verano me lo pasaba muy bien. Tendré que comprar muchas entradas para mis amigos de Mallorca, porque no quiero que paguen para el concierto.

P Un concierto en el que no faltará el humor.

R El humor cada vez desempeña un papel más importante en mi vida. Me gusta que los conciertos tengan algo de teatro, dramatizarlos, introducir chistes.

P "A fin de cuentas, la vida es un chiste", decía Chaplin.

R Vivir, para mí, es cantar, amar y comer.

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