P Diez años después publica un nuevo trabajo de estudio. ¿Por qué tanto tiempo en silencio?

R El silencio ha sido discográfico, que conste. El concepto de disco lo tenía un poco olvidado, me pasaba un poco como al público. Pero como tenía canciones que no se habían editado o las había hecho recientemente, me dije: voy a hacer uno, que ya toca. Fue algo espontáneo y no muy difícil.

P ¿Por qué está harto de ser tan guay?

R El título está extraído de una de las canciones del disco, La cruz de su promesa. Creo que es una frase que define al personaje que yo interpreto, que es una caricatura de mí mismo. Cuando tienes cierta edad, las modas pasajeras y todo eso empiezan a patinar un poco. Estoy harto de las modernidades y de tanta tontería. Ya tengo cinco décadas de vida, una decadencia.

P ¿Hay algo que no soporte del personaje?

R En realidad no soporto al personaje en sí mismo. Los grupos se pueden separar pero uno de sí mismo, como no se diluya... Trato de encontrar la manera de llevarme bien conmigo mismo, porque tengo la cadena perpetua conmigo mismo: vivo solo, soy mi propio jefe, mi propio empleado al mismo tiempo... Hay muchas disputas internas. Las canciones, la expresión artística, me sirve de válvula de escape para lidiar con el personaje.

P ¿Se rebela contra sí mismo a diario?

R Sí, es que si no no habría nervio. Uno no puede ser condescendiente consigo mismo todo el tiempo.

P Su presentación en el Trui Teatre coincide en el fin de semana con dos actuaciones salpicadas por el humor, cada uno en su campo, las de Javier Gurruchaga (viernes en Es Gremi) y Albert Boadella (de jueves a domingo, en el Auditorium).

R No los considero referencias directas pero los respeto muchísimo a ambos. Boadella ha pasado de bufón a antibufón aunque su carrera es de admirar. Y Gurruchaga es un batallador de toda la vida, un icono de la música histriónica o circense, en realidad no sé muy bien como etiquetarlo porque es todo un espectáculo.

P En la portada se presenta con el pecho desnudo, barba de dos semanas, comiendo un polo y con un sombrero panameño. ¿Qué valor le da a la imagen?

R No excesivo. Se le da mucho valor a la imagen porque nos importa más parecer felices que serlo. Yo intento que mi imagen me represente a mí porque así me siento seguro. Nunca le he dado demasiado valor a la imagen más allá de la que le doy delante del espejo, donde a veces me miro en defensa propia y me perdono. Con la portada he querido evitar lo típico, la pose, porque no es mi cara lo que se vende, sino mis letras. Estoy más orgulloso de que la gente conozca mis canciones que a mí. Eso me pasa mucho y me encanta.

P El disco arranca con 'Aena', tema dedicado a la huelga salvaje de los controladores aéreos. ¿Cuántas de sus canciones han nacido en los aeropuertos?

R Muchísimas. Las salas de espera son muy buenas tanto para la lectura como para la escritura. Aena es una canción que supuso un reto para mí, un trabajo hercúleo, al recurrir a una especie de acróstico en forma horizontal.

P Y concluye con el corte 'Con el corazón en la nariz'.

R Una canción que contiene seis páginas de exabruptos dedicados a quienes utilizan el adjetivo payaso como algo despectivo. Yo tengo mucho de payaso, si no no podría sobrevivir a mí mismo. Necesito una parte de imbecilidad para lubricar los avatares de la vida.

P También le canta a los excesos de Punta Ballena

R He actuado en tantos sitios y de tantas maneras que estoy curado de espanto. La semana pasada actué en Sestao encima de un taburete que a su vez estaba encima de una silla, porque el público lo formaban jugadores de baloncesto de pie.

P En el álbum no falta una versión, 'Ron de caña', de Javier Krahe. ¿Uno de sus maestros?

R Javier Krahe siempre ha sido una referencia, sí, sobre todo por su maestría en el uso de las palabras. Y él me tenía muy buen aprecio. De hecho la única canción que cantó de otro artista en un estreno fue una mía, Virgencita de la barra [disponible en YouTube]. En la presentación de este disco en Madrid me acompañaron los músicos de Krahe. El CD ya lo he presentado en buena parte de España, con paradas en sitios donde hacía mucho tiempo que no tocaba, como Valladolid. Una gira maravillosa.