Albert Boadella, histórico actor y director, representa desde hoy y hasta el próximo domingo ´El sermón del bufón´ en el Auditorium de Palma. Un monólogo en el que expresa, sin miedo, sus ideas y pensamientos. "No hay valentía dentro del mundo cultural", espeta

-¿Qué es 'El sermón del bufón'?

-Una expresión de libertad con sentido del humor. Yo no pierdo nunca el sentido del humor aunque pueda contar cosas a veces muy serias. Todo lo que se cuenta en el escenario en El sermón del bufón es real, y eso es insólito porque normalmente lo que se cuenta forma parte de la ficción. En este caso es real porque cuento y represento cosas que han sucedido en mi vida, pensamientos e ideas. También reproduzco proyecciones de escenas que he creado junto a Els Joglars para ejemplificar mi discurso. El sermón del bufón es una especie de memorias pero contadas de una forma teatral.

-Define su monólogo como un canto a la libertad. ¿Piensa que vivimos en una era del miedo en la que pocos se atreven a ser valientes y expresar sus ideas?

-Las leyes sobre libertad de expresión son absolutamente tolerantes y abiertas, como no habíamos tenido nunca en nuestra sociedad, pero la paradoja, en el caso del mundo en el que me muevo, el artístico, es que esta libertad casi no se utiliza y cuando se utiliza se hace en una sola dirección. El gremio está localizado en un espectro ideológico y político muy estrecho. El 90 por ciento del gremio, cuando opina sobre cualquier tema, se expresa del mismo modo y eso es una pérdida importante de libertad.

-¿Por qué cree que se da, como usted dice, el pensamiento único en cuestiones culturales en la izquierda?

-En España, históricamente, el mundo conservador, la derecha, ha sido poco permeable a las cuestiones culturales, no ha promocionado ni dado medios especiales al mundo cultural. Sin embargo, la izquierda lo ha tomado siempre como una especie de símbolo de su política. Obviamente cuando la gente busca el pan sabe dónde encontrarlo. Eso ha reportado una serie de hábitos que a mi entender han menguado el abanico ideológico de comunicación. No hay pluralidad, no hay valentía dentro del mundo cultural.

-Hoy se prohíben y se persiguen comportamientos y discursos que en los 80 se aplaudían. ¿Hay una involución en materia de libertad de expresión?

-Hay unos colectivos en la sociedad que se ponen frenéticos ante cualquier sátira o palabra fuera de tono. Hoy uno hace una sátira en la que aparecen determinadas actitudes de las mujeres o de colectivos sexuales especiales y automáticamente se monta un cirio impresionante, y eso, sin duda, coacciona a los que se dedican al mundo de la expresión. Muchas de las cosas que hice hace 20 años, algunas de ellas en televisión, ahora serían impensables. Y no se emitirían por miedo a la reacción de esos colectivos a los que me refería, que coaccionan la libertad de expresión. Es un problema grave, un inconveniente para ejercer la libertad.

-¿Usted se ofendió o se rió viendo a Dani Mateo

-Esas cosas no tienen la gravedad que se le quiere dar. Esas cosas pueden tener gracia hechas de una determinada manera, y todos tenemos que ser capaces de reírnos. El problema es la forma. Con belleza, gracia e inteligencia uno puede hacer lo que quiera. Lo que hizo Dani Mateo lo podría haber hecho yo, interpretando a un ministro que está con un catarro tremendo y en la desesperación, sin pensarlo, mientras está haciendo un discurso, coge la bandera española que está a su lado y se suena los mocos. Seguro que la gente se reiría, y sería lo mismo. Cuando se hace pensando en transgredir la situación para cabrear al conjunto de la gente que piensa que aquella es su bandera creo que tiene menos gracia. Hace unos cinco años me hice una foto con la estelada, en una posición flamenca, y en el centro de la estrella salía mi trasero. La foto era graciosa, y con ella buscaba cierta belleza.

-Siendo 'El sermón del bufón' unas memorias teatralizadas, rebobine en su memoria y confiese por qué decidió embarcarse en la profesión de comediante.

-¡De eso hace 58 años?! Fue por una auténtica casualidad. Yo estudiaba en París y cuando tuve que tomar la decisión de qué carrera hacer, les dije a mis padres que quería ser diplomático, a lo que me contestaron que pensara otra cosa porque aquello era muy caro. No sé porqué, pero dije: pues teatro. Quizá mi hermano, mucho mayor que yo, pudo ser una influencia, pues había cantado zarzuela y me llevaba a los ensayos cuando cantaba; como también los toros, adonde siempre me llevaban, y que también tienen parte de un rito teatral, o el hecho de ser monaguillo, que lo fui, y en aquella época el teatro religioso era muy serio, no como ahora.

-Ya que ha salido la religión. ¿Simpatiza con el Papa Francisco?

-La verdad es que no. Tiene un lado populista, como también lo tuvo Juan Pablo II, no así Benedicto, más serio e intelectualmente más formado. Creo que el populismo no es el camino. Un Papa tiene que ser alguien que dictamine cosas de gran interés y de contenidos profundos, es decir, que demuestre que el Espíritu Santo le ilumina.

-En los inicios de su carrera conoció la mordaza. ¿La censura le hizo más fuerte?

-Seguramente. Todo lo que signifiquen dificultades en el inicio de una vida, y también de una profesión, casi diría que bienvenidas, salvo que impidan el ejercicio.

-¿La autocensura que tanto se lleva hoy es peor que la censura?

-Es peor la autocensura porque con la censura todos sabíamos a qué atenernos. Lo sabían los ciudadanos y también los que podíamos ser víctimas de ella. La autocensura es algo muy recóndito y cuesta mucho saber hasta qué punto un intelectual o un artista recurre a ella. Y sin duda alguna tiene consecuencias muy graves precisamente porque no sabemos hasta qué punto aquella persona dice y hace las cosas por ciertos temores.

-Usted ingresó en prisión por 'La Torna', obra de la que se proyectarán imágenes en el Auditorium. ¿Cómo eran las cárceles españolas en 1977?

-Terribles, por los movimientos internos que había dentro de ellas. En aquel momento había motines en La Modelo de Barcelona, con la coordinadora de presos españoles en lucha, la COPEL, que armaba unos shows espeluznantes. Fue un momento complicado y difícil. Yo estuve en la cárcel junto a delincuentes comunes, no había presos políticos, aunque muchas veces he pensado que prefería estar con los comunes que con los políticos. Hubieran sido una lata para mí.

-En la cárcel está Oriol Junqueras, por sus ideas políticas. ¿Considera una petición desproporcionada los 25 años de cárcel

-En principio supongo que se ajusta a derecho en el sentido de que así está catalogada la rebelión. Creo que lo que hicieron Junqueras y Puigdemont es de una enorme gravedad, con consecuencias muy graves, no solo para Cataluña, también para el conjunto de la sociedad española. Han conseguido dividir y enfrentar a la sociedad. Junqueras sabía lo que estaba haciendo, conocía perfectamente la ley y se le había advertido. Así que me parece lógica esa petición.

-¿Debo presentarle como bufón?

-Sí. Reivindico la figura del bufón, el comediante, el titiritero y de todos los sinónimos que se pueden encontrar para alguien que practica el teatro y la sátira. En Cataluña cuando querían insultarme me llamaban bufón. Por eso llamé a mis memorias en 2001 Memorias de un bufón y por eso elegí para este espectáculo el título de El sermón del bufón. ¿Y por qué sermón? Porque en cierta medida el teatro siempre, desde tiempos de los griegos, ha sido un sermón, más o menos disimulado.

-¿Cuándo empezó a sospechar de Jordi Pujol?

-Muy pronto, tan pronto como en el año 70, cuando tuve una entrevista con él en su despacho de Banca Catalana. Habíamos ido a pedirle que nos renovara una letra, un crédito de la compañía. Aquella entrevista me dio la medida exacta del personaje, por lo que dijo y por la impostura. Cuando lo vi de presidente de la Generalitat pensé: esto es fatal, será una desgracia para Cataluña.

-¿Por qué no soporta el nacionalismo catalán?

-Porque soy un hombre que tiene sentido común. El nacionalismo es una religión laica peligrosísima, con un historial sangriento, y supone un golpe mortal para la Unión Europea. Ni ahora ni antes el nacionalismo ha sido algo con lo que yo me sienta cómodo.

-¿Qué solución, si la hay, ve para el conflicto entre el Estado Español y Cataluña?

-Solo pasa por un Estado fuerte que aplique con dignidad y con valentía las leyes. Y que no acepte el chantaje, ni la coacción, ni el adoctrinamiento antiestatal en una parte de su territorio con el dinero de todos los españoles. Si el Estado responde contra esa secta de dos millones y pico de personas, cosa que no siempre ha hecho, o que ha hecho muy poco, se acaba esta historia. Nada de diálogo, porque con una secta no hay diálogo posible. Solo hay que pensar cómo desprogramar a ese conjunto de gente que han sido lanzados por el poder regional a este abismo.

-¿Liquidaría la autonomía?

-En esta acción constante contra el Estado yo haría una suspensión hasta nueva orden de la autonomía en la que podría control sobre Educación y los medios públicos, y también controlaría el dinero, para que no se destinara a ir en contra del resto de los españoles, algo que ha sucedido hasta ahora.

-¿Qué pieza moverá próximamente como presidente de Tabarnia?

-Según lo que ellos hagan, según la nueva patochada que se inventen, porque no dejan de inventarse cosas cada vez más dementes, pues nosotros automáticamente daremos nuestra versión. Tabarnia es el espejo ante su ridículo.

-¿Se siente acosado en su propia tierra?

-Procuro no pasear por Cataluña porque no tengo ganas de tener jaleos. Yo vivo en la parte norte de la provincia de Girona, en un pueblo de poco más de 300 habitantes, y algún que otro zarpazo ya me han dado. Mi trayecto normalmente es desde el jardín de mi casa en coche hasta el aparcamiento del AVE de Girona, y de ahí casi siempre a Madrid.

-¿Se siente un exiliado en su tierra?

-Sí. Desde 2005 no se ha representado nada mío en Cataluña y al mismo tiempo no he tenido ningún contacto con medios de comunicación catalanes.

-¿Se lleva bien consigo mismo?

-En El sermón del bufón me divido en dos personajes: el Boadella y el Albert. Representan mis propias contradicciones y las exhibo directamente. Cualquier persona que no esté cercana al primate tiene contradicciones.

-El rey emérito es otro de los personajes del que habla en su monólogo. ¿Ningún reproche a don Juan Carlos?

-Creo que ha sido un hombre decisivo importante para conseguir acabar con la división de los españoles, la que provocó una Guerra Civil, tuvo que ver con la reconciliación, y eso está por encima de todo.

-¿Qué haría con los restos de Franco?

-El lugar al que menos gente va es al Valle de los Caídos. Si quieren evitar los homenajes se me ocurre enterrarlo en el patio de una cárcel. Esos insensatos se han metido en un tema que era mejor dejarlo estar o hacerlo de una forma natural discreta como se tendría que haber hecho en los años 80. En ese momento no habría pasado nada, todo el mundo lo habría entendido, unos y otros. En este momento son ganas de avivar un tema que deberíamos tener más que olvidado.

-¿Ha barajado la posibilidad de fundar un partido político o Tabarnia ya es un partido en sí mismo aunque encubierto?

-Tabarnia es un movimiento de la gente, oxigenante, como una catarsis de personas que están hartas. Estuve en la formación de Ciudadanos, y ante la deriva del Partido Socialista hacia el nacionalismo quisimos montar un partido que se enfrentara directamente de cara al problema. Pero yo no he militado en Ciudadanos, que no quiere decir que no les haya votado en algún momento. Si militara sería para estar en primera línea pero sinceramente, prefiero no militar.

-¿Ansía o teme unas nuevas elecciones en España?

-Estamos en una auténtica estafa política porque un señor que toma el Gobierno con una moción de censura y dice que lo hace para provocar unas elecciones y después, a pesar del gravísimo problema para aprobar los presupuestos, quiere estar hasta el final... eso es una auténtica estafa a los españoles. Sánchez quiere ser presidente al precio que sea.