¿De dónde surge Transbord?

La escribí para el Torneig de Dramatúrgia de Balears, organizado por Produccions de Ferro. Tenía un tiempo limitado para redactarla y unos requisitos formales que cumpir: la tenían que poder hacer dos intérpretes y no podía haber cambios de luz. Precisamente porque no era una obra que surgía de manera espontánea de mí mismo, acudí a referentes teóricos y críticos, sobre todo un libro que está muy presente, Testo yonqui de Paul B. Preciado. A partir de aquí y en homenaje y diálogo con este texto y también desde un respeto brutal hacia todas las vivencias de la comunidad trans, pensé en construir una historia que cuestionase las identidades de género. Una historia que no sólo pusiera sobre la mesa las identidades trans sino que nos hiciera ver a todos que este tema nos afecta en tanto que somos cuerpos sexuados.

¿A todos, incluso a los que no tienen dudas?

Exacto. De hecho ésa es la gente que a mí me da más miedo. La gente que no tiene dudas ni en general ni en cuestiones de género y sexualidad es peligrosa porque, como en cualquier integrismo, puede caer en extremos, incomprensiones y faltas de empatía.

¿Hay un integrismo de género?

Lo hay desde que vivimos en una sociedad en que se mata a la mitad de las personas de la sociedad por sistema y hasta hace pocos años no se llamaba asesinato, y de hecho hay medios que aún no lo llaman así.

¿En qué punto estamos con las reivindicaciones trans?

Están evolucionando. Han cambiado en el último año y de hecho lo han hecho con el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Desde esta semana, se pueden hacer cambios de nombre sin tener que acreditar nada. Este verano ha habido más avances: sin ir más lejos, la OMS dejó de considerar la transexualidad como una enfermedad mental. Esto quiere decir que hasta el año 2018 si eras una persona transexual estabas enfermo aquí, en Zambia o en EE UU. España es un país relativamente pionero en estas cuestiones, pero hay mucho por hacer aún.

¿Por ejemplo?

La despatologización de la transexualidad, tema de Transbord. Es decir, dejar de hablar de la transexualidad como una enfermedad o como una alteración o diferencia. Una persona trans no tiene un cuerpo equivocado, no tiene un cuerpo marcado, sino que sencillamente es una cosa que no se esperaba. El problema eran las expectativas.

¿Es transversal la lucha LGTBI?

Sí. Somos víctimas de un mismo sistema. Para explicarlo hay un ejemplo muy ilustrativo y útil, que es la diferencia entre una lengua minoritaria y minorizada. El catalán no es una lengua minoritaria, sino que es una lengua mediana como el danés o el griego. En cambio, está minorizada. El colectivo LGTBI, las mujeres, los inmigrantes, las personas sin papeles, las clases oprimidas no son minorías, están minorizados. Y el día que nos demos cuenta de que nos están puteando y que juntos podemos conseguir muchas cosas, no nos parará nadie. De hecho, yo creo que ya empieza a pasar esto.

El tema trans es un tema literario. Ahora pienso en Orlando de Virginia Woolf.

¡Sí! Ahora mismo estoy escribiendo un homenaje a Orlando. He acabado una novela sobre este tema que Empúries publicará en febrero. Se titula Ariel i els cossos. Igual que Orlando es un personaje que vive 300 años y un día se despierta y cambia de sexo y de cuerpo; Ariel no cambia nunca, siempre es un mismo cuerpo, pero la diferencia es que en la primera parte lo tratan como un cuerpo de hombre y en la segunda, como un cuerpo de mujer. Pero Ariel siempre es una misma persona. Lo quise hacer así para cuestionar hasta qué punto es el cuerpo que dice qué género tenemos. Woolf fue revolucionaria en el momento por poner este tema sobre la mesa, pero hoy día únicamente un cambio de cuerpo no me sirve.

¿Cómo se lleva lo de ser la nueva sensación literaria?

Bueno, depende de lo que la gente quiera decir con "sensación". La gente respondió muy bien a mi anterior libro, El dia que va morir David Bowie, pero también el mercado catalán es el que es y la edición independiente es la que es. Yo encantado, de todos modos. Yo escribo precisamente por esa calidez y para que la gente se encuentre y se vea reflejada en los textos.

¿De quién se siente heredero cuando escribe de temática queer?

De mucha gente: Biel Mesquida, Virgina Woolf, Proust. Pero también pienso en la drag queen americana RuPaul, que tiene ese reality tan maravilloso. O pienso en Rufus Wainwright, Walt Whitman, Judith Butler... Son queer, son raros, en un momento determinado de su vida han sido apartados. Y en lugar de esconderse lo han celebrado.

¿Usted lo ha tenido más fácil que ellos?

Yo lo he tenido muy fácil siempre. Es más, yo diría que jamás he padecido abusos escolares, ni ninguna discriminación negativa en ningún ámbito, sino lo contrario. A veces he tenido la sensación de que por mi identidad sexual lo he tenido muy fácil, se me ha respetado mucho, he tenido mi lugar en el mundo. Siempre he sido muy bien acogido por todo. Creo que es un caso extraño.

Puede ser un arma de doble filo.

Claro. Para mí es importante no caer en la tematización. Yo no quiero ser el escritor gay de las Illes Balears. Ni quiero serlo ni creo que lo soy. El escritor David Leavitt decía en una entrevista que él nunca iba a renunciar a ser un escritor gay; yo tampoco, y no me molestará que se me etiquete como tal, siempre y cuando también se hable de que soy un escritor en catalán, del estilo de mis obras y los otros temas que toco.

Fue pionero en revalorizar a Antònia Vicens con la entrevista que le hizo, Massa deutes amb les flors. Debe estar especialmente contento con su Premio Nacional.

Sí. Antònia es una persona que también fue revolucionaria. En épocas en que nadie sabía qué era el feminismo, ella era feminista quizá sin saberlo. Ha sido pionera en el ámbito del género en el mundo cultural de Balears. Es un ejemplo para muchos. Sé que hay gente que la ha criticado por no haber renunciado al Premio Nacional, pero yo apoyo el razonamiento que ella hace: la poesía no tiene fronteras. Ella reconoce el premio desde un gobierno que no reconoce como suyo, pero que es un reconocimiento a la poesía. Además es una buena noticia para la lengua catalana. Y es un altavoz que a ella le sirve para denunciar una situación, la de los presos políticos en Cataluña.