Diario de Mallorca

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Crítica de teatro

Sombras del verano eterno

Rostoll cremat

Teatre Principal de Palma

Dramaturgia: Toni Gomila. Dirección: Oriol Broggi. Intérpretes: Toni Gomila, Catalina Inés Florit, Catalina Alorda, Xesca Vadell i Joan Toni Sunyer.

Me resulta difícil resumir en una reseña breve todo lo que me sugiere Rostoll cremat, sintetizar lo que esconden sus distintas capas. Vaya por delante que en algo más de hora y media de función se condensa el debate central de las últimas décadas, y especialmente de los últimos años -la pieza es de una actualidad que duele-. La indeleble huella del turismo de masas -el Godzilla al que aludía José Carlos presentando a Roberto Ferrucci en una conferencia sobre Venecia, esta misma semana- aplasta el rastrojo que sirve de escenario, fondo y metáfora; las contradicciones de una sociedad que por no quererse a sí misma ha acabado desdibujándose, escondiéndose entre hoteles, franquicias, souvenirs y sangrías -palabra polisémica que en Mallorca adquiere volumen- y ahora también entre los muros de los pisos turísticos, esos que alquilamos para pagar los estudios de nuestros hijos (otra patraña). Nadie mejor que Gomila para contar cómo somos (ya lo hizo en la mítica Acorar), esta vez a través de la dialéctica, la tramposa dicotomía en la que hemos caído como pueblo: "progresar" o "ser".

Una atmósfera poética -el sello de Broggi-; unos intérpretes excelentes -creíbles, que manejan igual de bien todos los registros que le exige el texto- y un humor que salpica toda la obra (guiños a la política actual incluidos) para exponer discursos antagónicos. Y múltiples referencias a los clásicos para explicar una manera de pensar y de relacionarse con lo externo: Un invierno en Mallorca, La isla de la calma, Un enemigo del pueblo, Macbeth o Les rondalles mallorquines.

Si hay que poner una pega, señalaremos los subrayados de la escena final; ese duelo ideológico -que ya hemos vivido durante el resto de la obra- entre los que aspiran al verano eterno, a seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro y los que añoran una cala vacía, sin sombras ni sombrillas, aunque solo sea de vez en cuando. Hasta ese punto todo me parece aprovechable, o directamente brillante.

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