La reportera y biógrafa neoyorquina lleva 40 años observando la cultura contemporánea. Es conocida por sus perfiles y acercamientos a Isak Dinesen (Karen Blixen), Balenciaga, Rei Kawakubo, Colette, Marina Abramovic o Diane Arbus, entre otros.

P Ha escrito mucho sobre moda. Incluso sobre Alexander McQueen. ¿Ha visto el documental sobre su vida y obra?

R Aún no lo he visto, pero me interesa. La época de los grandes modistos se acabó. La moda no existe del modo en que existía en los 2000, cuando yo escribía mucho sobre el tema. En estos últimos ocho años ha habido una revolución total. En las casas de alta costura un día hay un jefe y al día siguiente hay otro. No hay nombres, todo es branding. No son firmas, son etiquetas. La autoridad artística de un gran diseñador ya no existe. La moda ahora está hecha por influencers, grupos focales. Y la crítica la escriben bloggers de 20 años que son pagados y pagadas por las marcas. Ante este estado de cosas, no sé cómo escribir sobre la cuestión. En cuanto a Alexander, fue el poeta romántico de la alta costura. Tenía imaginación, técnica y una visión de la mujer que bebe de la poesía romántica. Después de McQueen y Balenciaga, no hay nada más.

P Pensé que hablaría en su mesa redonda sobre Karen Blixen. ¿Por qué no lo ha hecho?

R A finales de su vida, Blixen encarnó los tópicos de diva, sibila, mujer grandiosa, etc. Ese lado suyo no me gusta. Es una traición de la vejez a su integridad como narradora. No me apetecía en absoluto hablar de esa faceta. No me interesa.

P ¿Ve la huella del supremacismo blanco en los libros que escribió sobre África?

R Memorias de África es una novela buenísima. Sus libros posteriores no fueron tan acertados. La chicha de su literatura está en los cuentos. Pero al escapar y evadirse de la realidad en ellos, no se pudo rodar la película de Sydney Pollack sin la biografía que escribí sobre ella porque no había material suficiente. Para contestar bien a tu pregunta se necesita contexto. Para el imperialismo británico, Blixen fue amiga de los indígenas, demasiado simpatizante de los africanos, y por eso fue acusada de traidora de su raza. En el contexto de lucha de clases, pienso que fue colonialista. Ella idealizaba a los africanos desde su perspectiva de clase, desde la perspectiva de su estamento social.

P Llegó a ser candidata al Premio Nobel.

R Sí. Fue una desilusión muy importante para ella no ganarlo. Era muy insegura. Aunque no lo digan, todos los grandes escritores quieren ganar el Nobel.

P ¿Cómo ha vivido todo el fenómeo del #MeToo?

R Conocemos la historia de misoginia y agresión contra la mujer, pero ha llegado el momento de decirlo en voz alta. Es un momento de resistencia real, un momento muy importante para la mujer. Algunas amigas me dicen que todo este movimiento puede llegar a ser injusto con algunos hombres, que se dirán cosas que no son ciertas, que padecerán injusticias. Pero yo pienso que vale la pena denunciarlo todo, que se hable del tema, porque en el historial de las mujeres las injusticias son mucho más grandes.

P Usted era muy amiga de Philip Roth.

R Su pérdida ha sido un palo duro. Se ha dicho de él que era misógino, pero no lo creo. Desde mi punto de vista, las mujeres de su obra no son nada interesantes, pero tampoco muñecas. En su vida diaria, las mujeres eran igual que él. Tuvo amigas muy importantes. Ayudó a muchas escritoras. Los hombres de su generación suelen hablar mucho de sí mismos todo el tiempo y no escuchan. Él escuchaba muchísimo, no hablaba de sí mismo nunca. Absorbía todo lo que pasaba a su alrededor. Lo que pasa es que tenía debilidad por las mujeres frágiles en su obra y a mí eso me aburría.

P ¿Cómo debe ser el buen periodismo cultural?

R Para interpretar un tema o un hecho, creo que debe pasar cierto tiempo. Para escribir un perfil, por ejemplo, necesitas tiempo y espacio. Dos cosas difíciles de encontrar en periodismo. Ahora todo es corto, inmediato, espontáneo. Escribir espontáneamente no es posible. Cuando estás con un tema, te tienes que llegar a desesperar.

P ¿Es partidaria de escribir historias en primera persona?

R Sobre esta cuestión, hay escuelas diferentes. En mis textos para The New Yorker, hay un poco de "yo", pero no demasiado. En general, prefiero minimizar mi presencia. Estar demasiado presente en un texto me molesta.

P Emmanuel Carrère ha comentado estos días que escribir desde el "yo" le parece un ejercicio de humildad.

R En su caso es honesto porque él busca conocerse a sí mismo a través de sus textos. Usando el "yo" otros buscan exhibirse. Yo también escribo para conocerme a mí misma.

P The New Yorker se posiciona claramente contra The New YorkerTrump

R Ahora mismo hay un espíritu de guerra por la democracia y la liberta de prensa en EE UU. Los periodistas luchamos por resistir a la mentira. Ahora es la verdad contra la mentira. Más que nunca en periodismo hay que contrastar los hechos, porque la verdad está en peligro. Se repiten tantas mentiras que al final se convierten en una verdad. Internet tampoco ayuda. Todo esto es un peligro mortal para la sociedad.

P ¿Qué proyectos tiene ahora mismo?

R Quiero escribir algunos perfiles. Estoy buscando la forma de escribir unas memorias, pero no quiero escribir de mí misma. Busco un personaje para poder triangular mis propias experiencias. Había pensado en escribir sobre Elena Ferrante, que me gusta mucho, pero desde que su identidad se ha expuesto, no lo voy a hacer. Así que sigo buscando.

P Seguramente escribirá sobre una mujer.

R Es posible. Siempre he escrito sobre mujeres perdidas, invisibles, sin voz. Supongo que es una manera de buscarme a mí misma, porque yo también soy una mujer perdida: soy miembro de una generación que está entre el feminismo y el viejo mundo.

P Anoche leyó un poema de Sor Juana Inés de la Cruz.

R Sor Juana fue mi primer amor de la literatura en español. Ella era anoréxica, como Santa Teresa de Jesús. Este tema de la anorexia es curioso porque para ellas era una manera de desexuarse, una suerte de lucha contra su propia carne. Ayunaban hasta casi morir.