Vaya por delante que el tema de las mujeres se presentaba sugestivo en estas Conversaciones y que algunos ponentes descubrieron al respetable un puñado de lecturas interesantes y fogonazos lúcidos sobre brujas, heroínas y sibilas. Sin embargo, la elección de libros muy concretos y en ocasiones la escasa relación entre los títulos que compartían mesa redonda obstaculizaron que se produjeran auténticas conversaciones, ya no digamos debates arrebatados. En cualquier caso, hubo apuntes que llevarse a la moleskine.

En la primera mesa, Agustín Fernández Mallo apostó por Susan Sontag y su tratado sobre la enfermedad y las metáforas. El autor ensalzó la capacidad de analizar y reflexionar de la escritora, "se reivindican poco las mujeres filósofas y pensadoras que no sólo se dedican a la creación bonita". Sontag, a quien le diagnosticaron un cáncer de mama en el 76, sostenía que la literatura fue creando y formateando a nivel conceptual ciertas enfermedades. El foco lo puso en la tuberculosis y el cáncer. Más adelante en el sida. "El cáncer tiene un carácter obsceno para la sociedad, por eso se oculta. La tuberculosis va unida a la pobreza y las privaciones, pero el romanticismo la estetizó, hizo lirismo con ella", apuntó un Fernández Mallo poco apto para hipocondríacos.

Francesc Serés defendió una tesis curiosa a raíz de la lectura de un original volumen de Perejaume: "Hemos sustituido las marededéus por un móvil". El autor del libro se metió en la mochila una de esas tallas románicas y caminó durante once días desde el MNAC hasta Vic "para preguntarse qué hemos perdido los hombres y mujeres contemporáneos". Las respuestas las halló en estos símbolos de protección de muchos pueblos. "Estas marededéus eran un productor de narrativa y de cultura para sus habitantes", sostiene.

La guionista Inés París desgranó algunas ideas feministas interesantes a raíz de la figura de Bruna Husky, un personaje cíborg de Rosa Montero. "Esas falsas mujeres muestran la artificiosidad de las definiciones con que se ha descrito a la mujer. La artificialidad de nuestro retrato tiene que ver con nuestra exclusión total en la historia del arte", sentenció. Sabina Urraca se rindió a los monólogos interiores de Lydia Davis, emparentados con los vaticinios de las sibilas. Y Kiko Amat celebró "la mirada heroica que se ríe" de Mary Karr.

Ayer, la editora Ginevra Bompiani, que estuvo presente en los encuentros del 61, se emocionó al volver a respirar los pinos de Formentor. "Por entonces, las mujeres sólo veníamos de acompañantes de los escritores. No participábamos".