No ha escrito ninguna biografía con protagonista femenina, pero le habría gustado retratar a Marguerite Duras o Virginia Woolf. El autor ha novelado en su último libro, Retorno a Sefarad, sus orígenes sefardíes a partir del relato del proceso para obtener el pasaporte español. Participa este domingo en la mesa redonda titulada Divas.

-Según el programa va a hablar sobre Escribir, de Marguerite Duras. ¿A qué se debe su elección?

Desde mi punto de vista, Duras es una de las escritoras más importantes junto a Virgina Woolf. Conocí a Marguerite Duras y la he leído durante mucho tiempo. A falta de consagrarle una biografía, le he dedicado un documental en Arte, Le siècle de Duras. Es decir, que la elección se impone. En cuanto al libro Escribir, es su última obra de verdad y no un bricolaje póstumo. Encontramos en él el espíritu de su arte poético, las últimas ideas y tomas de posturas. Es triste y flota en él un perfume testamentario. Con el amor, la escritura es la gran causa de su vida.

-¿Por qué nunca ha escrito una biografía sobre una mujer?

De las dos novelistas que acabo de nombrar habría querido escribir su biografía. Me fascinan su obra, su vida y su inteligencia. Pero esto no ha sido posible, cuestión de kairós como decían los antiguos griegos. En lugar de escribir una biografía sobre una mujer, he escrito la novela Le portrait, en la que mi voz es la de una mujer.

-De todas las biografías que ha escrito, ¿cuál ha sido la más polémica o la peor entendida?

Le fleuve Combelle, Simenon, Hergé, Gaston Gallimard? Todas han suscitado polémicas por la misma razón: por su postura ante la ocupación alemana.

-¿Cómo ha sido su inmersión en España para escribir Retorno a Sefarad?

Yo visito regularmente España desde la infancia. Pero estos últimos años he vuelto con el fin preciso de escribir este libro. Aunque lo he hecho de un modo muy natural, con las manos en los bolsillos, sin un plan preestablecido, en función de mi humor, mis reencuentros, las casualidades... Y en función también de las invitaciones de los institutos y alianzas francesas, las librerías y las universidades donde he pronunciado conferencias o participado en debates.

-¿Cómo ve el país?

Cuando yo era niño, me parecía en blanco y negro. De ahora en adelante, se me presenta a todo color. Rico, nervioso, violento, agitado, adorable, sensible...

-¿En qué se siente identificado con él?

Desde el primer momento sentí que me encontraba en la tierra de mis antepasados ancestrales.

-¿Cuáles han sido sus lecturas para documentarse?

He leído a todos los niveles: muchas cosas sobre la Edad Media, la presencia judía, los sefardíes. Pero también sobre la guerra civil, la transición democrática, los pueblos abandonados... Y la agitación en Mallorca, sobre todo me ha intrigado la persecución contra los xuetes.

-¿Cómo valora la situación de Cataluña alguien que vive en un país centralista como Francia?

Lo que pasa en Cataluña ilustra el peligro de cuando el poder central otorga demasiada autonomía a una región. Usted me dirá que es un punto de vista jacobino y que no hay vuelta atrás. Pero en fin, en España y en Europa, la Cataluña de hoy día goza de privilegios que son impensables desde un punto de vista francés. El mayor error, a mi juicio, se ha cometido en la educación, ya que han dejado que la lengua catalana se imponga progresivamente excluyendo al castellano. Y detrás de la lengua, está siempre la historia.

-¿Qué opina de quienes describen España como un país fascista por su comportamiento en el conflicto catalán?

El uso de adjetivos como "fascista" y "franquista" en el conflicto catalán es un abuso del lenguaje. Me pregunto si es algo más grotesco que escandaloso.

-¿Sigue gran parte del país aplaudiendo a Macron?

Cuando observo la evolución actual de Europa en el plano político, uno se felicita de tener un Macron en Francia, a pesar de sus defectos.

-Hay quien empieza a describirle como el rey del marketing con la tienda del Elíseo y ese culto a sí mismo. ¿Qué opina?

Él no escucha suficientemente a los otros y se escucha demasiado a sí mismo. Debería salir más del Elíseo, el palacio hace volverte paranoico, para tomar el pulso del país.

-En España los intelectuales tienen cada vez menor presencia social y están siendo sustituidos por los influencers de las redes sociales. ¿La situación es similar en Francia?

Sí, pero como Francia sigue siendo una nación literaria, la que inventó a los intelectuales, éstos continúan ocupando un lugar importante, más que sus semejantes en otros lugares de Europa.

-¿Qué opina de las redes sociales?

Son un medio que tienden a reemplazar la prensa tradicional. Cada vez más los jóvenes se informan sólo a través de ellas. De todas maneras, no dudo de que dentro de algunos años Facebook y Twitter serán reemplazados por otros medios que posiblemente no conocemos todavía.

-Asistimos al fin de Europa. ¿Estoy exagerando?

Sí. Sin Europa no seríamos nada. Polvo de naciones solitarias, enfermas por los nacionalismos, abandonadas a los populismos. Europa tiene evidentemente necesidad de ser reformada, adaptada, transformada, entendiendo que cuando se dice o escucha "Europa" se quiere decir también "Unión Europea". Hace falta luchar por ella más que nunca. Yo diría de ella lo que Churchill dijo sobre la democracia. "Es el peor de los regímenes, excluidos todos los demás".