Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) está convencido de que su gran éxito y aceptación en España se debe a la gran labor que han realizado su editor Enrique Redel (Impedimenta) y su traductora al castellano Marian Ochoa de Eribe. Ellos forman parte también del Premio Formentor de las Letras que esta noche recoge el escritor rumano en los jardines del legendario establecimiento. Como Vargas Llosa, el autor de Solenoide, reciente candidato al Nobel, bromea sobre el galardón de la Academia sueca. "En los carteles debería poner lo mismo que aparece en las cajetillas de tabaco: 'El Nobel perjudica la salud'". Su espacio mítico y mental es Bucarest, una ciudad literaturizada, que "sólo existe en mi cabeza". "En realidad no es un lugar demasiado recomendable para vivir. Es una metrópolis donde nadie duerme, con mucho tráfico y contaminación y donde la gente vive en condiciones precarias", describe. Hace diez años, el escritor decidió dejar atrás todo ese ruido y las polémicas levantadas por sus artículos periodísticos para refugiarse en un bosque al norte, "donde puedes ver ciervos y no coches destartalados". "Vivo tranquilo, entregado a mi tarea de escribir y a mi trabajo de profesor universitario. Procuro llevar adelante mis proyectos, el resto me interesa bastante poco", confiesa.

"El pasado es todo, el futuro es nada y no existe ningún otro sentido del tiempo". ¿Es El ala izquierda, Cegador, I

En uno de sus textos, Oliver Sachs describe una curiosa ceguera de un grupo de gente que tiene una zona del cerebro afectada y que sólo pueden ver o la parte derecha o la parte izquierda de las cosas. Personalmente, siempre me ha sorprendido la ceguera del ser humano respecto al futuro. Porque con el tiempo tenemos el mismo tipo de parcialidad de los ciegos que describía Sachs. En realidad, nada nos impide ver el futuro como vemos el pasado pero no lo vemos. Sí hay algunas excepciones, como los profetas, es el caso de Tiresias, que podían ver el futuro. Eran personas completas, personas sanas, mientras que nosotros somos una especie de tullidos. Por eso yo he escrito que el pasado lo es todo: porque lo podemos ver. Es cierto que también lo reconstruimos y deformamos el pasado, pero tenemos el párpado cerrado hacia el futuro.

¿No tiene un escritor algo de profeta?

Sí, como todos los artistas. Su ambición es adquirir una visión total no sólo respecto al pasado y al futuro sino a todos los niveles de la existencia. El hombre moderno ya no ve nada del mundo, está formateado, dentro de una forma geométrica estúpida. Para un artista es fundamental ver con todo el cuerpo, con toda la piel y con todas las edades. Yo he procurado ver las cosas con este ojo total y en todos los niveles del mundo.

Llama la atención su interés por el detalle en las descripciones. ¿Es por el poeta que lleva dentro?

Tengo un pasado como poeta. Empecé como poeta y me afirmé como poeta. He escrito siete libros de poesía. Y luego empecé a escribir prosa. Llegó un momento que la poesía me apretaba como una chaqueta que me venía pequeña. Entonces intenté algo nuevo reconvirtiendo mi espíritu y método poéticos. Ahora creo que escribo poemas en forma de novela. Para mí, los detalles son extremadamente importantes porque ellos reflejan la totalidad. Es como lo que pasa en un holograma, que cada fragmento refleja todo el holograma. O como un fragmento de fractal que tiene, de hecho, la estructura total del fractal. De mi última trilogía podría decir que es una novela fractílica y holográfica. Cada una de las páginas leída con atención contiene la novela en su conjunto.

¿De dónde proviene su pasión por los insectos?

Los insectos son la poesía corporeizada, hecha cuerpo. Son pequeños autómatas en sí mismos que fascinan de manera obligatoria. Los mamíferos no me interesan tanto, se parecen a nosotros y las aves no me gustan ni en un plato. Los insectos configuran mundos interesantes y monstruosos. Dalí estaba obsesionado con las hormigas. Para mí los insectos fundamentales son las mariposas y las arañas, que son el ángel y el demonio. En un pasaje de Cegador hay una escena muy importante, que es cuando se enfrentan una tarántula y una mariposa. Es la eterna lucha entre el bien y el mal. Son dos elementos fascinantes, polos opuestos: la belleza angelical, la pureza, y la fascinación por el mal y lo monstruoso. Nuestro mundo de hecho consiste en este enfrentamiento que también sucede dentro de cada uno de nosotros.

En algunas entrevistas usted ha afirmado que no estaba preocupado por la ultraderecha. ¿Ha cambiado eso?

El conflicto de Rumanía no es un conflicto de ideología. Allí el poder político lo definimos como cleptocrático. A los políticos ya no les interesan los distingos ideológicos, lo que les preocupa es robar sin que los pillen. Lo que estamos viviendo es un asalto contra la justicia por su parte. Es un asalto tan grave que afecta al estado de derecho y nos alinea con los países iliberales del este de Europa como Hungría o Polonia. Por otra parte, el ascenso de la ultraderecha antieuropea supone un motivo de sufrimiento. Me considero europeo antes que rumano. Para mí, nuestra patria natural es Europa porque en primer lugar vivimos como un determinado tipo de persona. Para mí Europa es el lugar ideal para vivir. No me siento mejor en ninguna parte que entre las fronteras de Europa. Yo siempre he soñado con una Europa unida, incluso una federación en la que los nacionalismos palidecieran y los individuos adquirieran un patriotismo europeo. Y por desgracia este sueño se aleja cada vez más, pero no hay que perder la esperanza porque esta unidad es la única opción que tiene Europa.