Soñando en tres colores, el mejor disco de La Granja, idea que comparten tanto sus seguidores como los componentes del grupo, cumple treinta años y como dice una de sus joyas, Los chicos quieren diversión. Tanta, que han decidido reeditarlo en formato vinilo, de 180 gramos, más resistente que el original, con un cedé en su interior que incluirá pistas extras -básicamente canciones grabadas en directo-, y que está previsto que salga al mercado el 5 de octubre para ser presentado, a todo volumen, el 26 de octubre en Es Gremi del Polígono Son Castelló.

No habrá gira de las de antes, pero sí algunos conciertos esporádicos: en Madrid y Valencia casi seguro, y quizá en A Coruña y Bilbao. "Nosotros vamos a nuestro ritmo, con cautela", advierten unos músicos que pasaron de vender 50.000 discos al anonimato en muy poco tiempo y que hoy, rozando la cincuentena, están de vuelta de todo. "Si pinchan nuestros temas en Radio 3, el 80 por ciento de sus oyentes no los conocerán. Y valen la pena", aseguran. Aquellos himnos juveniles del pop ochentero, como Chap Chap -que llegó a dar nombre a un bar de Gomila-, Por quién doblan las campanas o Más de veinte años, soportan todo el peso de los actuales directos de La Granja, "y a nivel de letras ahí están nuestras declaraciones de principios", apunta precisamente el letrista, Miquel Gibert. El disco se grabó en Madrid, durante quince días, en los estudios Musitron de los hermanos Garrido, en el peligroso -en aquel tiempo-, barrio de San Blas. "Era gente que había vivido todo el rollo del rock andaluz. Empezaron a tocar en la base de Rota (Cádiz) y controlaban muy bien el universo Beatles y Stones, una cultura musical que les permitió sintonizar muy bien con nosotros", recuerdan los granjeros. La diversión fue la nota dominante de aquellas sesiones, de las que no guardan ni imágenes ni vídeo alguno. "Todo está en nuestra memoria, como aquella decisión que tomamos en un bar, sobre si poner o no trompeta a un tema, No pierdas el tiempo. Nos lo jugamos a una partida a futbolín, los partidarios a un lado y los contrarios al otro. Al final la trompeta no sonó", rememoran entre carcajadas.

Las sonrisas se han dibujado siempre en sus rostros, desde el inicio, cuando empezaron a ensayar, allá por el 86, en un local de la calle Bonaire (con el tiempo se instalarían en sa Cabaneta, donde pasaron los mejores años), cuartel musical desde el que atacaron el Concurs Pop Rock del mismo año, que acabaron ganando. A aquel certamen se presentaron con dos nombres: Historia de O, un guiño a la novela de Pauline Réage salpicada por la sodomía, y La Granja, en honor al nuevo rock americano (jangle pop) que pegaba fuerte a finales de los 80, el que facturaban Rain Parade, The Long Ryders o Jason & The Scorchers. Se conocen desde la EGB, fueron a la misma clase, en el Luis Vives, y confiesan ser gente poco dada al conflicto. Ni siquiera con los mánagers. En aquel tiempo, el de Soñando en tres colores, les llevaba el desaparecido Paco Vicens. "La diferencia de edad era importante pero le queríamos mucho y nos ayudó, a su manera nos entendió. En Mallorca es difícil que valoren la parte musical, prima lo económico. Se preocupaba por nosotros, cuidaba al artista, nos tenía muy mimados. Con él disfrutamos mucho. Fue una relación muy especial", subrayan.

Nunca han sido amigos de los planes. "Bendito azar", defienden. Y en los últimos años, tampoco de los ensayos. "Las nuestras son canciones que tampoco exigen muchos ensayos. Las hemos tocado tantas veces? En los 80 sí ensayábamos cada día, por la mañana, varias horas. Ahora no. Una horita y media cada tres semanas. Vivimos de rentas", reconocen. Así que, de vez en cuando, se les puede encontrar por Es Gremi, en uno de sus locales. De sus cuatro paredes cuelgan un sinfín de artículos de memorabilia, la mayoría de los Beatles y La Granja. Destaca una entrada del primer concierto que ofrecieron, en el Makoki de Magaluf; colecciones de portadas de sus singles; una imagen de la Bardot en el hotel Son Vida; Lennon saliendo de los juzgados de Palma; y muchos, muchos amplificadores. "Melodías desafinadas y en tu cabeza hay restos de metralla juvenil aletargada", cantan en Amplifícalo, la canción que da título al El efecto dominó, el último disco que grabaron con DRO, el sello que les acompañó en sus años de mayores ventas, hasta que el mercado les paró los pies. Pese a la caída, La Granja sobrevivió y sobrevive, con la sinceridad por bandera. "Las canciones tienen que ser sinceras. Cuando hay sinceridad en un grupo, se nota. Y Soñando en tres colores lo es. Así éramos cuando teníamos veinte años".