Sale diez minutos tarde, y caballeroso Joan Manuel Serrat se disculpa, vestido de negro y camisa blanca. Una intro musical precede su salida a las tablas, seis instrumentistas ejecutan los acordes de Mediterráneo, y las 1.800 personas que copan el auditorio del Palacio de Congresos rompen a aplaudir. Cuando sale el Noi de Poble Sec, arranca el viaje al pasado, a los orígenes del que ahora es el músico que esta noche se ha metido en el bolsillo al respetable. "A estas alturas ya no espero nada, por eso no he esperado a los 50 años para volver a las canciones de ese disco que compuse en el 71 entre Cala d'Or, Barcelona y Calella de Palafrugell", espeta el cantautor con su habitual sorna. Sin más dilación, Serrat enfila uno a uno los temas del mítico álbum, en la que sería la primera parte del recital, al que por cierto acudieron el conseller de Trabajo Iago Negueruela y la presidenta Francina Armengol.

En el patio de butacas, la emoción se ha hecho notar en gran parte del repertorio. Por ejemplo, con El tío Alberto, con una previa alusión a la gauche divine barcelonesa y a las noches bohemias del Bocaccio, "de donde saqué el taburete que siempre me acompaña", relata. En el ecuador de La mujer que yo quiero presenta a los músicos que le acompañan. Subidón al que inteligentemente encadena la clásica toca-fibras Lucía. Suena Vencidos, tema alusivo al Quijote, "el personaje por excelencia de la Mancha, por encima de Iniesta, Almodóvar o Sarita Montiel". Y cierra el bloque de nuevo Mediterráneo, con la que esta noche Serrat ha navegado a toda vela.

La segunda parte se abre con un momento crooner, Serrat cantando La mer de Charles Trenet. La actuación continúa con grandes éxitos populares, que incluyen temas como Hoy puede ser un gran día.