La patria del hombre es la infancia. La de Daniel Monzón sucedió felizmente hasta los siete años en Mallorca. La Ítaca a la que siempre regresa con puntualidad cada verano para descansar, pensar y sobre todo reencontrarse consigo mismo más que en ningún otro lugar en el mundo. El goyizado director que ahora cumple 50 años (el viernes celebró una gran fiesta) recorre con DIARIO de MALLORCA los decorados donde le habría gustado filmar o donde desearía en el futuro rodar una película. Básicamente, son tres: la antigua cárcel de Palma, el Moll de Paraires donde atracan los cruceros y el Castell de Bellver. Durante el paseo cinéfilo por Ciutat, el cineasta, que estrena en cines el próximo día 31 Yucatán, evoca otros rincones que pueblan su memoria: el cine Augusta y un enorme anuncio de El coloso en llamas; la estación del tren de Sóller; la calle Eusebio Estada, donde residía de pequeño; el Institut Joan Alcover, donde su padre fue profesor de Literatura y director; Deià; Sa Calatrava, barrio donde pudo alquilar a buen precio un piso a principios del 2000 y donde rodó La caja Kovak; los algarrobos; la playa de s'Arenal; o el aeropuerto de Son Sant Joan, donde grabó secuencias de El robo más grande jamás contado. Flashbacks que tocan la fibra sensible del director: "Mallorca es para mí un espacio mítico, gozoso. Veo la transformación de la isla, la masificación, y me duele y entristece, pero sigue manteniendo el alma que me sedujo", confiesa. Por su cabeza, ronda el anhelo de trasladar al celuloide el cómic Historias del barrio, de Gabi Beltrán y Bartomeu Seguí, ambientado en el barrio chino de Palma. "Lo que pasa es que es tan bueno que me pregunto qué podría aportar yo a una historia tan bonita, poética y perfectamente ejecutada", apunta. "El tour con Monzón arranca en el microcosmos que él supo rodar mejor que nadie en la obra maestra Celda 211.

Antigua cárcel: "De pequeño fantaseaba con este espacio"

Un déjà vu invade a Daniel Monzón cuando se abre la pesada puerta de hierro que da acceso a la antigua cárcel de Palma, espacio para artistas en estado primigenio. Bajo nuestros pies, se levanta polvo. El mismo que los presos debían pisar cada vez que salían al patio. Entramos por la parte trasera, la que desemboca en Ocimax: los grafitis, el foso, el alambrado, las concertinas, las torres. Todo le recuerda a la prisión de Zamora donde rodó Celda 211 (ocho Celda 211goyas. "Era exactamente esta estructura modular, pero ésta tiene una magnitud más pequeña. Yo buscaba un escenario real. Y la propia cárcel me dictó durante el rodaje la puesta en escena", relata. "La cárcel proporciona una sensación de claustrofobia que no puede conseguirse de ninguna manera con un decorado o un espacio ficticio", conviene el cineasta. Cruzamos otra verja de seguridad. Vamos rodeando el cuerpo central, desde donde atisbamos el interior a través de las ventanas con barrotes y cristales hechos añicos.

Entramos en el edificio principal: se hace el silencio. Otra vez polvo en el ambiente, partículas aprisionadas, pesantez en la atmósfera. Monzón se asombra de lo bien conservada que está la antigua prisión, ahora en manos del Ayuntamiento, en comparación con la de Zamora. "Ésta llevaba abandonada unos 16 ó 17 años. Había excrementos de paloma por todos lados: montañas que superaban la altura de una persona", evoca. "Muchos expresidiarios se colaban y la destrozaban a pedradas. La cárcel estaba hecha cisco. No como ésta", continúa. Mientras Monzón narra las vicisitudes de Celda en el cuerpo central, recordamos en este mismo espacio a Malamadre (Luis Tosar) arengando a los presos para que resistan en su motín. "De los cien amotinados, prácticamente la mitad eran presos reales de tercer grado. Yo pretendía que Luis Tosar se ganara el puesto de líder.

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Palma, el plató favorito de Daniel Monzón

Por eso la secuencia del discurso la grabamos inmediatamente después del motín", comenta. "Desde entonces, cada vez que entraba Luis en el módulo, los presidiarios se dirigían a él como Malamadre", refiere. Daniel se ríe con esa carcajada traviesa e infantil del que ha conseguido lo que buscaba. "De pequeño, cuando pasaba por aquí, siempre fantaseaba con lo que podía suceder dentro", confiesa. De mayor, filmando Celda, llegó a la conclusión de que el mayor infierno de estar en una cárcel "es que tu cotidianidad se destruye por completo porque ya no eres dueño de ella. Y esto es algo que va más allá del hecho de no poder salir de un recinto durante un tiempo", considera. Monzón quiso mirar a los ojos a este microcosmos con sus propias reglas, un universo al que la sociedad da la espalda.

Moll de Paraires: "Los cruceros son universos fellinianos"

Estamos en el muelle de cruceros. Localización estrechamente vinculada a su última película, Yucatán, por estrenar en salas el próximo día 31. "La historia se me ocurrió cuando navegaba con un amigo en un llaüt. Y de pronto se acercó un crucero. Me impactó la magnificencia de ese barco espectacular y dije: éste es el universo en el que voy a situar mi próxima comedia", relata. "Y no me equivoqué. Los cruceros son mundos portátiles. Descubrí oro. Un universo felliniano. Con mi guionista Jorge Guerricaechevarría nos subimos al Sovereign para investigar, el barco en el que finalmente estuvimos rodando", cuenta. Yucatán es una comedia de estafadores. Repite Luis Tosar. "Yo la defino también como una boat movie que hace escala en Casablanca, México, Tenerife, Brasil... Ir en crucero te permite hacer una comedia grande, con espacios exóticos como las películas de James Bond", considera. En la terminal del muelle, donde nos cruzamos con pasajeros, Daniel cita a sus referentes del género: Billy Wilder, Frank Capra, Frank Oz, Harold Ramis... "Con la comedia puedes decir cosas interesantes: esta película tiene su mordiente. Es una suerte de fábula moral sobre la ambición. La historia termina en el momento en que empieza la gran crisis económica, cuando cae Lehman Brothers y todo lo demás. En este punto, hacer una comedia de estafadores es muy pertinente. Nuestro mundo está lleno de ellos. Éstos son de película, pero los de la realidad son los que nos han empujado al momento actual en el que estamos. La codicia es como una enfermedad, un virus, un cáncer", advierte.

Castell de Bellver: "Aquí rodaría una película inspirada en Hitchcock"

Circular, compacto, mágico, misterioso. "Aquí también hubo presos, como Jovellanos", explica el cineasta mientras se adentra en el patio de armas. "Lo más evidente sería rodar una historia medieval. Espera a que se enteren los de Juego de Tronos de que esto está aquí", desliza sonriente. Sin embargo, Monzón confiesa que se decantaría seguramente por filmar algo más contemporáneo. "Una historia hitchcockiana. Un personaje que trabaja aquí, aparentemente anodino que, como James Stewart en La ventana indiscreta, tiene la afición de espiar. Subiría a la terraza en la que ahora estamos para observar lo que sucede abajo en la ciudad. Y a lo mejor desde aquí ve algo que no debería haber visto, como un asesinato. Al día siguiente, revisaría los periódicos, pero éstos no cuentan nada de lo que él vio. Y entonces se mete en esa trama y empieza a investigarla", improvisa.