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Ojos

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El ojo es el órgano que más utilizaron los defensores del origen divino de todos los seres vivos, y en particular de nosotros los humanos, para intentar demostrar que la teoría darwiniana de la evolución gradual por selección natural carece de sentido. El ojo es un órgano muy complejo que incluye, por añadidura, conexiones neuronales con el cerebro necesarias para que se pueda llevar a cabo la percepción visual. Dicho de otro modo, un ojo necesita de un cerebro. ¿Cómo podría haber evolucionado algo así a través de pasos intermedios? ¿Cabe imaginar algo más inútil que un ojo a medias, a medio camino de lo que es su diseño final?

Del biólogo Richard Dawkins se encargó de dar una respuesta excelente en su libro El relojero ciego a la pregunta de para qué sirve un ojo a medias. Pero lo en verdad importante no es argumentar en términos especulativos —el procedimiento típico de los seguidores del diseño inteligente— sino ofrecer ejemplos de lo que ha sido la evolución. Incluso aplicada a los órganos útiles para ver, en este caso.

Natasha Picciani, investigadora del Departamento de Ecología, Evolución y Biología Marina de la Universidad de California en Santa Barbara (Estados Unidos), y sus colaboradores han publicado en la revista Current Biology un trabajo acerca de los distintos caminos por los que han evolucionado los ojos. En los animales con simetría bilateral que cuentan con sistema nerviosos avanzados —como nosotros mismos—, los ojos han evolucionado numerosas veces en distintos linajes, es decir, como procesos por separado que no son fruto de la herencia de un ancestro común. Pero lo que parece más sorprendente es que animales mucho más simples, que carecen de un sistema nervioso central, hayan también logrado por evolución dotarse de unos sistemas capaces de procesar lo que para nosotros es la información visual.

En su estudio comparativo, Picciani y colaboradores se han centrado en el filo Cnidaria, que comprende animales marinos a veces urticantes como son las medusas, las anémonas y los corales. Generando filogenias (relaciones evolutivas) a gran escala de los distintos cnidarios y rastreando en la literatura especializada la presencia en ellos de conductas sensibles a la luz los autores han concluido que los ojos se han originado entre ocho y trece veces en Cnidaria. En más de ocho ocasiones, pues, la evolución ha llevado a cnidarios que cuentan con lo que se puede llamar visión aunque, por supuesto, en grados y alcance distintos. La razón de unos procesos evolutivos que se repiten una y otra vez cabe ser atribuida a las ventajas adaptativas que supone tener un mecanismo fotosensible capaz, en su caso, de generar imágenes. Y si se quiere atribuir esa multiplicación de ojos tan distintos a un creador, lo que cabe plantearse es si habría que llamarle inteligente o, más bien, un ser tan lleno de dudas que no logra aclararse.

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