Acaba la temporada de los teatros municipales de Palma con una pieza redonda, un monólogo provocador sobre lo que podrían haber sido los últimos días de una ciudad entregada a los placeres carnales, castigados sin clemencia por los dueños de la moral, en la Biblia y también en este texto. Dolça Sodoma meva es la sal que mira hacia atrás para volver a la vida. Una Edith a la inversa, desencadenada, sin Lot ni ataduras, en clave retrospectiva, que añora los días de vino y rosas, y el sexo libertario, sin géneros establecidos. Habla Enka Alonso - en una interpretación sublime - de la guerra y de la patria, de la identidad de un pueblo, de las mujeres empoderadas, de la sangre, de la derrota y la humillación, y también de la venganza, fría y eterna de la protagonista, que deviene ángel del infierno, seductor, dominante y dulcemente perverso. Juega la actriz con las telas - para insinuar, para convocar al deseo - se cubre y se descubre para ampliar los registros - variados - y lucha con su propio cuerpo para llenar una sala semidesnuda, la de un Mar i Terra que se adapta a todo.
Me sorprendió la obra cuando la vi por primera vez, en la pasada Fira B! y me ha convencido aún más ahora - y eso pasa pocas veces - porque cuenta con música y un aire poético una historia conmovedora, cruel y bella al mismo tiempo, porque lo cuenta muy bien y porque sugiere debates vigentes, que convienen abordar urgentemente.
En su intento por cuidar las artes escénicas, el departamento de Cultura de Cort ha recuperado montajes de nuestro entorno y este cerraba el ciclo. Un acierto. En septiembre más.
Dolça Sodoma meva
teatre mar i terra
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Dirección: Sergi Marí y Montse González Parera
Intérprete: Enka Alonso