Armónica, en Mallorca, es sinónimo de Víctor Uris (Palma, 1958). A sus 60 años recién cumplidos, ahí sigue, sobre los escenarios, soplando y divirtiendo al público de cualquier rincón de la isla, porque no hay escenario que se le resista. Admirado y amado por sus colegas de profesión, acumula cientos de conciertos, grabaciones brillantes, como la que logró con Antonio Vega en La hora del crepúsculo, actuaciones con Kevin Ayers y Raimundo Amador, entre otros muchos grandes... y ahora protagoniza un documental, firmado por Javier Pueyo, que se estrenará el próximo 29 de junio en Es Baluard.

El barrio del Capitol ha visto nacer, crecer, volar, caer y volver a nacer a nuestro armonicista. "A mí me hubiera gustado siempre vivir en un pueblo y resulta que yo vivía en un pueblo sin saberlo, porque Palma era un pueblo, de calles sin asfaltar, de torrentes, sembrados y pájaros. Ahora ha crecido mucho y es muy grande, pero es uno de los mejores barrios de Palma. Es acogedor, tiene de todo, hay gente de todos lados? Y no es nada conflictivo". Nada que ver con lo que se vivió ahí en los años 80, cuando la plaza Fleming se convirtió en un pozo de la droga en el que cayeron amigos y conocidos suyos. "Si hubiera andado véte tu a saber a qué me habría dedicado, a lo mejor me hubiera enganchado a la heroína que es lo que se llevaba en aquel tiempo", reconoce. Lo mejor y lo peor, todo en su vida le ha pasado en el Capitol, incluido el accidente de moto que le sentó siendo un adolescente, un episodio que lo recuerda íntegro y que no le duele: "De las experiencias malas también salen cosas buenas. No me gusta estar en la silla pero la silla me ha traído cosas buenas, como la música. Repetiría la vida igual, lo único que cambiaría sería la muerte de mis padres, que fallecieron muy pronto. Se fueron uno con 42 y el otro con 49. A mis 19 años ya los había enterrado a todos, hasta el canario y el jilguero".

"La música es un gelocatil cojonudo. A mí me ha dado la vida, ha sido un gancho para salir hacia adelante, en lo profesional y en lo anímico", confiesa. Gracias a la desaparecida revista Discoplay, el blues se le cruzó en su vida siendo un chaval. Compró un disco de "blues payés", Drinking in the blues, de Sonny Terry & Brownie McGhee, y desde entonces, el idilio no ha hecho sino crecer. La amistad, "básica en la vida", le trajo a Tony Reynés, y éste le arrojó a la música, un lenguaje que ya había degustado antes en su colegio, el Pío XII, donde llegó a cantar en el coro.

Cuando empezó a soplar la armónica nadie lo hacía en la isla, o muy pocos. Uno de ellos era Val Tormey, músico de jazz que acompañaba a Manolo Bolao. "Hoy la armónica está de moda, como el blues", afirma Uris, quien cita a tres armonicistas a tener en cuenta en la actualidad: un mallorquín de Binissalem que toca con Toni Reynés, llamado Miquel Gomila 'Gomi', y dos jóvenes argentinos, Gaston Marchesani y Roberto Galli. "La armónica tiene ventajas sobre otros instrumentos. Primero, es fácil de transportar, y segundo, cuando soplas o aspiras, enseguida sale música. No sabes tocar pero por el mero hecho de soplar ya te sale un acorde o una nota. Es un instrumento muy agradecido", subraya. Tanto, que siempre va con ella, de lado a lado, como dice su canción, cantada en compañía de otro buen amigo, Daniel 'Higiénico'.

Desde 1975 hasta hoy, se ha avanzado mucho en lo que se refiere a discapacidad, pero "queda mucho por hacer", espeta Uris. "El día que la gente descubra que todos somos discapacitados en potencia? Yo un día me levanté a los ocho de la mañana caminando y a las ocho de la noche ya no caminaba. Nadie me preguntó si me apetecía. La mayoría de escenarios siguen sin adaptar pero cada vez hay más. Si no lo están, pues uso el montacargas, y punto". Su armónica siempre estará ahí arriba, sacudiendo, acariciando o susurrando al oyente, según la canción. Canciones, las suyas, que podrán escucharse todo el verano, porque su agenda se presenta cargada de conciertos: el día 15, en Costitx, con un proyecto a trío, con mucha calidez y calidad, con Hugo Sócrate y Pedro Riestra. Otros dos grandes amigos. El día 21, Día de la Música, con los Big Yuyu en Pollença. El día 29 se presenta el documental. El día 30, con ese mismo trío, en Sineu. El 1 de julio, en Cala Sant Vicenç, en Pollença...