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Con ciencia

El vuelo de las cigüeñas

El vuelo de las cigüeñas

Una de las cosas que más llaman la atención —a mí, al menos— cuando se viaja por tierras castellanas es toparse en cada campanario o torre del ayuntamiento con un nido de cigüeñas. En tiempos había refranes ("Por san Blas, la cigüeña verás") que daban pistas sobre sus hábitos migratorios porque durante el invierno esas aves desaparecen de la meseta yéndose hasta África. De hecho, en un viaje a la cordillera marroquí del Atlas me topé con un pueblo en el que cada tejado tenía varios nidos de cigüeñas ocupados en aquel momento.

No todas las cigüeñas salen de Castilla en los meses del invierno; se ve que entre el calentamiento global y la abundancia de desperdicios optan por ahorrarse el largo camino. Pero no debe ser así en todos los casos porque el artículo publicado por Andrea Flack, investigadora del Instituto de Ornitología del Max Planck en Radolfzell (Alemania), y cuatro colaboradores más en la revista Science aborda la cuestión de los hábitos migratorios de las aves y su eficiencia energética basándose en la observación de la conducta de las cigüeñas blancas. Las alemanas, por más que otorgar nacionalidad a los pájaros que recorren miles de kilómetros en sus viajes resulte un tanto absurdo por mi parte.

Las cigüeñas blancas (Ciconia ciconia) son animales de vida social muy activa y vuelo majestuoso. Resulta fascinante contemplar un ave tan grande que vuela sin aparentar esfuerzo alguno. La cría se realiza en Europa pero después, en el otoño, padres e hijos se desplazan a lo largo de miles de kilómetros hacia el sur alcanzando incluso el África subsahariana. Como decía antes, no todas las cigüeñas migran pero las que lo hacen siguen unas estrategias encaminadas —como recuerdan Flack y colaboradores— a explotar de la forma más eficaz las columnas térmicas que les permiten ganar altura con un gasto mínimo de energía.

Los autores han examinado. el uso de información social entre un grupo de 27 cigüeñas juveniles que migraron de manera natural para la localización —y posterior aprovechamiento— de las corrientes ascendentes de aire caliente. Aunque el vuelo en sí durante la migración pueda parecernos un tanto desorganizado —nada que ver con los patos, cuyas bandadas semejan una flecha en el aire— lo cierto es que, mediante el uso de GPS de alta resolución y acelerómetros, Flack y colaboradores han identificado las ventajas que obtienen aquellos animales, a los que podríamos llamar líderes, que exploran las corrientes térmicas para ser seguidos luego por el resto del grupo. El análisis de los movimientos individuales y grupales en escalas múltiples pone de manifiesto que los líderes migran más y aletean menos. Podría ser la idea perfecta para una fábula de Esopo pero yo me quedo con la majestuosidad —sólo superada por la de los buitres— de las cigüeñas cerniéndose en los cielos.

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