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Crítica de Cine

Comida (espacial) rápida

Desde que una generación reciente de productores con MBAs pronunció la mágica palabra "franquicia", las películas taquilleras de han convertido en cadenas de comida rápida. El precursor fue James Bond; el alumno aventajado, la Marvel, aprovechando su vasta biblioteca de cómics. Los de Star Wars sufren al intentar expandirse. Tienen una historia principal consolidada pero no disponen de la despensa de Marvel ni las tablas de 007 para aliñar historias autoconcluyentes.

Tras la entretenida Rogue One (2016), este segundo spin off de LucasFilms desnuda a la franquicia entera. Se sustenta exclusivamente por la épica y la mística de los Jedi, que nació de la inteligencia de George Lucas para adaptar el ensayo El héroe de las mil caras de Joseph Campbell a un culebrón de ciencia ficción. Con los Jedi encadenados a la historia troncal, los versos libres son demasiado libres. Revolotean, tienen muchas aventuras, se aman, se enfrentan a malos malísimos y poco más. El saber que ni Han Solo ni Chewbacca morirán resta mucha tensión. Sin el trabajado (y merecido) empaque que le proporcionó Harrison Ford, Solo es un buscavidas más. Emilia Clarke intenta que no la asocien de por vida a Daenerys Targaryen y saca la escasa alma que ofrece su mujer fatal; Woody Harrelson, aunque o porque sabe que jamás será Harrison Ford, disfruta todos los papeles que le caen; Donald Glover se limita a poner sonrisas de picaruelo afro. La firma de Ron Howard en la dirección, tras turbulencias de rodaje, remarca también que la productora no tiene paciencia con talentos emergentes. Resultado: peliculilla de aventuras con leves trazas de La guerra de las galaxias.

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