El futuro ya está aquí

Si al acabar la función alguien tiene la sensación de haber asistido a una experiencia distópica que sepa que mientras lee esta reseña, en algún punto de Mallorca, sin ir más lejos, una familia está siendo desahuciada por 'el sistema'. De hecho, las estadísticas apuntan a que los bancos que operan en la isla expulsan de sus casas decenas de personas cada semana con la connivencia de los políticos que hemos votado, y que mientras eso ocurre ellos pierden el culo por incluir en la Ley de la Vivienda una enmienda que haga aún más rica a la familia Nadal (sí, la del tenista). Y cómo no queremos destripar la trama, valga la soflama como argumento. A partir de ahí, intentemos poner los acentos artísticos que se merece una de las experiencias escénicas más estimulantes del último año. Por el continente - que tampoco no vamos a describir aquí-, por el discurso, que se me antoja urgente, por el descaro de la propuesta, por el desparpajo de los ocho actores y actrices que transitan por el 'escenario' - que lo hacen todo tan fácil, cuando no lo es-, por lo que la propuesta tiene de comunitario, de colectivo, y también de familiar para muchos.