Diario de Mallorca

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Crítica de teatro

Arañar la tierra

Conviene recordar de vez en cuando, o quizá tenerlo siempre presente, que las cunetas y los pozos, y las fosas comunes, unas detectadas y otras no, continúan escondiendo la vergüenza de un país que se autoproclama democrático, y hasta ejemplar, a la hora de curar las heridas abiertas por el fascismo. Conviene poner de relieve que en España sigue vigente una Ley de Amnistía que perdona a golpistas y asesinos y que impide hacer justicia, y que miles y miles de hijas y nietos y biznietas de republicanos siguen sin poder dar sepultura digna a sus muertos. Y ya que estamos, parece oportuno destacar que ni los partidos que han gobernado - tampoco los que aspiran a gobernar - ni la inmensa mayoría de jueces - esos jueces que se ponen dignos y piden dimisiones cuando les tocan a un compañero machista por dictar condenas machistas - han hecho nada por reparar la memoria de los represaliados. Y como conviene traer a colación todo lo anterior, hay creadores que veces lo hacen, y nos muestran su discurso, siempre necesario. Es problema de Y los huesos hablaron es que el mensaje puede resultar difuso, y por tanto pierde contundencia; abstracto, hasta desviar el foco, y por momentos demasiado metafórico, hasta un punto que no se entiende (al menos yo). Aprecio el preámbulo político o la explicación, en forma de grabación, de René Pacheco (miembro de la Asociación para la Recuperación de ma Memoria Histórica) pero no entré en el concierto de huesos o en el epílogo provocador, por poner dos ejemplos. Debe ser cosa mía. Una lástima.

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