Un texto de Dario Fo, todo un nobel de literatura; sarcástico, incisivo -como todo lo que escribía- demoledor contra el sistema establecido, incluso cruel si se tercia, sirve de base y palanca para la última propuesta de Estudi Zero, recibida con entusiasmo por un Teatre Sans lleno en la función del sábado.
Y es que la compañía no defrauda jamás a su público. El vodevil, intenso, algo caótico, la bufonada; ese continuo entrar y salir de personajes hilarantes; unos gags a veces histriónicos, delirantes en ocasiones, eficaces casi siempre, que juegan con el imaginario colectivo, con los guiños a la actualidad (Trump incluido) con los denominadores comunes del humor, fácilmente accesible, quizá algo obvio. Ese es el marco habitual que, en este montaje en concreto, se va llenando de engaños más o menos inocentes, de tretas y trucos esperados y llevados al límite, de embarazos surrealistas, de persecuciones locas, y también de discurso de clase, de lucha obrera y de sana irreverencia. Todo al servicio de unos intérpretes con oficio. Destaca aquí Pepa Ramon, su soltura a la hora de vehicular la trama, sus asentados registros cómicos, y Joan Pere Zuazaga, especialmente dotado para desarrollar personajes muy marcados, extremos; capaz de hacer de policía revolucionario, de estricto guardia civil, de trabajador de la funeraria o de senil, y de hacerte reír con todos ellos. La parodia, la caricatura y la gamberrada encuentran perfecto acomodo en los textos de Fo, que siempre invitan a la soflama anárquica, y Estudi Zero, ha sabido sacarle jugo, sin más pretensión que hacer pasar un buen rato.
