La nueva temporada de ópera se inauguró ayer por todo lo alto en el Teatre Principal de Palma, donde solo unos tímidos asientos (de los que casi no tienen visibilidad) permanecían vacíos. Los asistentes acudieron a ver una de las bodas más famosas del mundo, de uno de los maestros de la música más reconocidos e importantes de la historia de la música. Las bodas, las de Fígaro. El maestro, Mozart.

El director del Principal, Carlos Forteza, se declaraba nervioso minutos antes de levantarse el telón. "Es un reto y una alegría poder estrenar por primera vez en la isla Le nozze de Figarocon las características que tiene esta producción, en la que hay 145 personas implicadas. Es un título delicioso", reconocía. Y lo fue, delicioso, según los aplausos del público después de casi cada aria de esta pieza que interpretaron con total entrega los once solistas, adueñándose con sus voces de cada rincón de la sala.

Las más de tres horas de obra no fueron suficientes para apaciguar la energía de la jovencísima directora de orquestra Yi-Chen Lin, que dirigió ayer por la noche a la Simfònica de Balears. Lin, que aprendió el oficio en la Universidad de Música y Artes de Viena, no consultó ni una sola vez la partitura de la pieza, que mantuvo cerrada sobre su atril de principio a fin. Demostró su agilidad en los momentos más catárticos de la representación, y su paciencia en los puntos más descansados. Se confirmaron en directo las palabras de Forteza: "En los ensayos hemos visto como la Orquestra Simfònica de Balears y la directora han conectado perfectamente".

Otro acierto del director del Principal: "hemos apostado por un reparto de artistas nacionales porque creemos que en este país hay una cantera de gente muy capaz de defender un título como este". Las expresiones faciales del Fígaro menorquín, Simón Orfila, invadían el escenario cada vez que el bajo pisaba las tablas. El papel de Susanna le caía como anillo al dedo a la soprano de Zaragoza, Ruth Iniesta, que se mostró desde el inicio espléndida y dicharachera, y hasta que se cerró el telón. La mezzosoprano Clara Mouriz interpretó a un divertido, jovial y enamoradizo Cherubino, que enamoró al público. Impactó la primera aparición de una apenada Rosine, la condesa, que se apoderó del cuerpo de la soprano María José Moreno, y le hizo clamar la muerte a pelo. El barítono chileno Christian Senn, con su evidente fuerza, actitud y presencia en el escenario, se puso en la piel del conde.

No se pueden olvidar los demás nombres de la velada: el barítono Carlos Chausson; la soprano Maia Planas; el tenor José Manuel Zapata; el también tenor Jorge Franco; la soprano Mar Vives y el barítono Pablo López. A las voces de los once solistas hay que sumarles las del Cor del Teatre Principal.

Puesta en escena y vestuario

Sin duda, la potencia de Le nozze di Figaro no habría sido la misma de no ser por los espectaculares cambios de escenario: habitaciones, jardines, escaleras. De dar sentido al mundo de Mozart y del poeta Lorenzo da Ponte, que versificó la ópera, se encargó el director de escena José Luis Castro.

Y para rematar la sensación de estar viendo algo puramente del siglo XVIII, época en la que está ambientada la obra, los figurines cuidados al detalle de la actriz que se convirtió en una institución del vestuario Franca Squarciapino, que en 1990 ganó un Oscar por el vestuario de ´Cyrano de Bergerac´.

El esfuerzo humano y técnico de esta producción valió a todos los implicados seis minutos de aplausos. Para todos, pues los técnicos, aquellos que no se ven en el escenario pero hacen posible el sueño, salieron a saludar.