Después de Lutero, en la zonas en las que se aplicó la Reforma (se han cumplido 500 años de su génesis) pocas veces se utilizaba la liturgia católica, solamente en concretas ocasiones. Así que algunos compositores protestantes también compusieron Misas utilizando el rito romano. Es el caso de Bach, que con su Misa en Si menor, dejó para la posteridad un monumento musical como pocos en el campo de la música religiosa.
Dos años después de su interpretación en la iglesia de Santa Creu de Palma, Joan Company y la Coral Universitat Illes Balears han participado de nuevo en la interpretación de esa obra magna, por su belleza, por su espiritualidad y por su trascendencia. Esta vez al lado de nuestra Simfònica y bajo la dirección, muy personal, de Jonathan Cohen, consiguiendo otra noche histórica, como ya lo fueron las dos anteriores de hace dos años.
Dirección muy personal de Cohen. En efecto, así fue. El director británico tiene una idea muy clara de cómo debe interpretarse Bach, la ha ido formando a través de sus colaboraciones con otros grupos y directores bachianos. Así que, aunque en algunos momentos su lectura pudiera parecer curiosa, por los tempi, un tanto lentos en el coro, o la falta de ligatos en el enlace de algunas frases, todo ello va hacia un resultado exquisito, de nivel altísimo, por su coherencia y belleza sonora.
Para Lutero la palabra Ecclesia engloba todos los posibles movimientos en torno al legado de Cristo. Ecclesia es, para él, sinónimo de Ecumenismo. Cohen así lo entiende también y por eso su Misa es una misa global, en la que lo importante es llegar a la espiritualidad, a la mística incluso, a través de la música.
Et Incarnatus est. Con ese momento musical y el que casi le sigue, Et resurrexit, puede resumirse la labor del coro. Las disonancias casi schonbergianas (así me lo hizo ver Climent Picornell) conducen a una explosión de ritmo casi al estilo de un bolero (lo que demuestra que la música es universal). Si el coro funciona bien en esos dos difíciles y enigmáticos momentos, funciona bien en toda la Misa. Y funcionó, claro que funcionó. El coro estuvo magnífico de principio a fin. Afinado, equilibrado, sutil y majestuoso cuando fue necesario. Cohen (y Company) optaron por la investigación sonora, cambiando, según las necesidades, la posición de los coristas, transformando las cincuenta voces en un doble coro. Interesante.
Agnus Dei. Ese momento único en el que el contratenor entona la metáfora del cordero pascual constituyó uno de los momentos clave de entre todos los concedidos a los solistas vocales. El contratenor William Towers dejó la sala Magna sin respiración. No puede cantarse mejor, ni decirse mejor, ni seducir mejor. Impresionante. Pero no solamente estuvo a la altura de top ten el contratenor, los otros cuatro solistas consiguieron mantener la media. Ashley Riches, apoyado por una gran Miriam Merino, solista de trompa, destacó en Quoniam tu solus sanctus. El tenor, Nick Pritchard lo hizo en Benedictus, aquí a dúo con el concertino invitado Pablo Hernan Benedi. Y las dos mujeres no desmerecieron nada en el Christe Eleison.
Continuo. Qué bien el continuo, con el organista Ashok Cupta y algunos miembros de nuestra formación orquestal como Josep Zsafranski i Emmanuel Bleuse. Pero también inmejorable todas las secciones: trompetas, maderas, cuerdas, percusión. Todos nuestros músicos actuaron como verdaderos maestros, que lo son, de sus instrumentos.
Dona nobis pacem. Sí, noches como ésta nos reconcilian con el mundo. Nos hacen sentir que la paz (en todos los sentidos) es posible. Nos merecemos propuestas como ésta. Las necesitamos. El mundo sin duda, sería mejor, si la música, esa música, sonara más a menudo. Y es que como decía Pau Casals: "Bach es un milagro". Soli Deo Gloria.
Missa en si menor, de Bach
****½
Coral Universitat Illes Balears,
Solistes vocals
Orquestra Simfònica de Balears
Jonathan Cohen, director
Auditòrium de Palma
09-02-18
