Algo hay que tener, más allá de buen gusto, para estrenarse discográficamente con un álbum de versiones de Dylan, Antònia Font, Depeche Mode, Neil Young o Carlos Núñez. Y a Cecília Giménez le sobran atributos: una vida dedicada a la música, muchas tablas, una voz sin fisuras y un grupo de instrumentistas marcado por la calidad. Romeo es el nombre de su último proyecto, y tras presentarse en festivales y ferias como las de Manresa, Vic, el Womex (Polonia) y el BAFIM (Buenos Aires), podrá degustarse el día de la Revetla (19 de enero, en la Porta de Santa Catalina) y el 20 de enero en el Auditori de Porreres.

Ceigimenez es el nombre artístico que ha adoptado, para evitar a un fenómeno viral en internet, otra Cecilia Giménez, la del estropicio del Ecce Homo de Borja. A nuestra Cecília se le puede encontrar en Pòrtol, donde reside desde hace ocho años, cuando decidió instalarse en Mallorca, donde ha despuntado con la Glissando Big Band y con La Fada Despistada, un prodigio de imaginación al servicio de los más pequeños.

Buenos Aires la vio nacer y desde el primer momento su familia ya advirtió el camino que seguiría. "Mi mamá me dice que canté antes que hablar. La música me atrapó desde el principio", confiesa. Estudiado Antropología, ingresó en el conservatorio con 19 años, y ahí se le abrieron las puertas de un mundo en el que siempre había querido vivir, "rodeada de notas y pensando en todo momento en música". Con carta de recomendación saltó hasta el otro lado del Atlántico, y se plantó en Barcelona, dispuesta a entrar en el Liceu, aunque no pudo ni siquiera pagar las pruebas de acceso. Ay España, cuánta valía se pierde en nombre del dinero. "En Argentina toda la educación superior es gratuita", espeta.

El jazz la adoptó y a Mallorca llegó, de la mano de la que hoy es su pareja, Mateu Moll, a quien conoció en un bolo, en Barcelona, él haciendo fotos y ella cantando con otros ocho vocalistas, "haciendo improvisaciones, ruidos, sonidos de animales y otras frikadas muy divertidas". Ya en la isla creó, junto a Marko Lohikari, un contrabajista sueco, y el mallorquín Pere Dàvila, Little Lion Trio, grupo influenciado por la música brasileña que tomó el nombre de O Leaozinho, una canción de Caetano Veloso. Con Blau publicaron un disco. En 2012 logró entrar en la big band de Santanyí, la Glissando, una auténtica escuela, "una cosa maravillosa; soy una fan de cada uno de sus músicos, con los que he aprendido una barbaridad. La big band sigue funcionado, y yo con ellos, muy feliz".

Pero Cecília necesitaba expresarse ella misma, y así surgió Romeo, su actual proyecto, el de las versiones. "Son canciones que necesitaba que estuvieran juntas en algún lado, canciones que no podía incluir en ningún otro repertorio. Son las que me gustan, las que me han marcado siempre, canciones que tenía que cantar. Y apareció la excusa, Romeo, el nombre de mi primo, que falleció en 2015, una semana antes de que yo diera a luz. Ahí me dije, tengo que cantarle a Romeo las canciones que siempre he querido cantar como las he querido cantar. Romeo era un fan de la big band y quise mostrarle lo que me gusta".

Romeo es un salto a las estrellas, un triple mortal con caída acertada. El cedé, editado con una ayuda del Illenc, arranca con Batiscafo Katiuscas, de los Antònia Font, con arreglos de Guillem Fullana, guitarrista al que conoció en la Glissando, y de quien quedó "fascinada". Otras joyas de este álbum, con una tirada promocional de 300 copias, son una tradicional sefardí, Puncha puncha -"se la escuché a Avishai Cohen, con la Simfònica de Balears, y me encantó"-; Sophia, de Ernesto Aurignac y Javier Galiana; el clásico de Neil Young Harvest Moon; y Enjoy the silence, de Depeche Mode, una de esas canciones que se te meten y no puedes dejar de pensar en ellas. "A veces, enmedio de los sueños, la estaba cantando, susurrando. Esta en particular se me atravesó, en otro tempo, y estuve un verano entero dándole vueltas hasta que encontré cuál era el ritmo", relata.

La Revetla le espera y ella solo pide un poquito de atención. "Al principio, cuando llegué a la isla, estaba muy enfadada porque la gente hablaba mucho en los conciertos. No prestaban atención y yo me preguntaba: para qué vienen". Vale la pena. Abran sus sentidos y déjense llevar por su voz. Ya verán...