Se abrió el telón y, con las luces, se encendieron las expectativas. La gala de los Premis Ciutat de Palma 2017, que acogió el Teatre Principal ambientado con una escenografía de cabaret, arrancó con una muy buena intención transgresora por parte de sus presentadores, el dramaturgo Bernat Molina, Marian Lush y Alexandra Muñoz. Sin embargo, la falta de un hilo conductor y una descoordinación evidente, hicieron dudar a muchos dada la categoría del evento, uno de los más importantes del Ajuntament de Palma.

En esta edición, en la que regresaban los premios de arquitectura y de audiovisuales, faltó una buena estructura y la organización y trabajo en equipo que requieren las películas bien hechas.

Sin embargo, una emocionada Bel Fullana, ganadora del premio de artes visuales, llenó de frescura el Principal. La ironía de Joan Fullana, que habló en nombre de todos sus compañeros, galardonados con el premio de artes escénicos, hizo aplaudir a muchos mientras comentaba de lo que trata su proyecto, Comviure: ¿cómo se accede a una vivienda digna cuando parece que todo se hace para los que no viven aquí? Hubo quien no aplaudió.

Si bien los premiados se esforzaron para ser el centro de atención y aprovechar el altavoz que supone tener un micrófono encendido con el teatro lleno delante con las autoridades en las primeras filas, pareció que la gala no estaba pensada para ellos.

Los toques de color de la gala, que no terminó de arrancar del todo, estuvieron presentes con, por ejemplo, algunos guiños a la cantidad de obras que hay en Palma cuando los presentadores propusieron cambiar la estatuílla de los premios por la señal de tráfico, que advierte de que se acerca un tramo con obras: “sin duda, este premio es de Palma”. También las interpretaciones de los músicos y los bailarines, o las carcajadas de un niño del público rompiendo un silencio.

Por contra, el alcalde, que según el guion inicial debía entregar un premio, no lo hizo finalmente. Y tuvo que ser llamado de manera improvisada para su discurso central, tras un espeso silencio en el escenario. Como se le olvidó a todo el mundo que estaba sonando el himno de Mallorca, La Balanguera, que solo fue el acompañamiento mientras se tomaba la foto de grupo de final de gala. Suerte que ella, la Balanguera, teje de tradiciones y esperanzas para la juventud. Juventud, eso sí, que fue premiada ayer, quizá uno de los mayores hitos de la noche: los premios Ciutat de Palma reconocieron el talento joven y emergente de la isla.

La guinda, porque la hubo aunque no fuera el mejor pastel, la puso (o se la comió) el poeta, Carles Sanuy, de Balaguer, un pueblo de la provincia de Lleida que pertenece a la comarca de la Noguera. “No creo en las casualidades, son conspiraciones. Entre el premio al Casal Balaguer, el premiado de novela, que también es de Balaguer, el alcalde Noguera y yo....solo puedo decir que hemos empezado la reconquista”. Esto último no le costará mucho.