-La literatura es, junto a la música, una de sus pasiones. ¿Qué libro se ha traido a Mallorca?

-Me he traido el kindle, y ahí tengo varias lecturas pendientes, como ¿Se creen que somos tontos?, de Julian Baggini. Viajando me resulta más fácil el kindle que los libros físicos. Ocupa menos espacio. Tampoco tengo mucho tiempo para la lectura en estos momentos porque estoy componiendo, metido en un nuevo disco, mío, y eso me absorbe muchísimo. Lo que más leo ahora son cosas que estudiaba en el conservatorio, libros técnicos, de armonía y contrapunto.

-¿Qué puede avanzar de ese nuevo disco?

-Ya lo estoy grabando. Es un disco flamenco, con una armonía y un color muy diferente a todo lo que yo he hecho en trabajos anteriores, y distinto en general a cualquier otro disco de guitarra flamenca. Un disco con el que me siento muy cómodo porque lo estoy haciendo a mi aire, para mí. Creo que cuando haces las cosas para ti, para que te gusten a ti, ya no estás buscando ningún tipo de aprobación, y ahí es cuando salen las cosas más auténticas. También es más difícil porque te arriesgas a que las opiniones no sean las que más te puedan gustar. Pero no me importa porque hago lo que me gusta y ya tengo una edad y ni me apetece ni puedo estar mirando hacia otro sitio, máxime cuando tengo tantas influencias de tantas músicas y cientos de colaboraciones; no quiero exagerar pero casi llego a los mil discos, o más. Desde los 11 años, no he parado de grabar, y siempre tratando de aportar cosas nuevas a la música flamenca.

-Ha comentado que su próximo trabajo será “distinto”. ¿En qué sentido?

-Será más abstracto. Al oyente no le valdrá una escucha pasiva, tendrá que hacer un esfuerzo creativo. Hay discos, o al menos así me pasa a mí, discos de Paco de Lucía, Sabicas, Manolo Sanlúcar, Camarón o Víctor Monge ‘Serranito’, que no los puedes escuchar como si fuera música de ambiente de un aeropuerto; tienes que entregarte a ellos, escuchar activamente para poder profundizar en ellos. Todavía no tiene título, y saldrá en enero o febrero, a más tardar.

-¿Su primer juguete ya fue una guitarra flamenca?

-Yo empecé a los 6 años con la guitarra flamenca. La tradición, para mí, no es un peso muerto que tenga que ir arrastrando, al contrario, me ha dado y me sigue dando posibilidades para poder crear. Acudo a la tradición para continuar hacia adelante. Pero también tengo una responsabilidad con esa tradición, porque yo no entro en el flamenco tangencialmente, yo nací dentro de él. Todo lo que suponga un avance partiendo de la tradición conlleva un riesgo, que se solventa un poco con el tener muy claro las formas.

-Este jueves le podremos escuchar en el Auditòrium (20 horas), en el Concierto de Aranjuez

-Yo creo que encaja muy bien porque a pesar de ser de estéticas diferentes en los tres casos son buenas músicas. De lo que se trata es de sentarse en la butaca y estar implicado en lo que pasa, y más ante un abanico tan amplio como lo que se ha programado. Creo que el público saldrá satisfecho, porque además la orquesta es fabulosa. Tocar con sus músicos es un gustazo, al igual que trabajar con su director, Joji Hattori. Con la gente buena es fácil tocar. No había trabajado con ellos, pero por supuesto que los conocía, tanto a la orquesta como al director. En el ensayo me lo he pasado muy bien.

-Usted no es un novato trabajando con sinfónicas. ¿Qué placeres le brinda estar rodeado de setenta músicos?

-Muchísimos, entre otras cosas porque yo también he compuesto una obra, Al-Andalus, dedicada a Paco de Lucía, con el que estuve diez años trabajando. Cuando compones para orquesta, tu pensamiento musical se amplía, te envuelven muchas sonoridades, no solo la de tu instrumento, en mi caso la guitarra, dialogas con la tímbrica, con los músicos, y claro, eso te lleva a otra dimensión musical. Es otro tipo de estar en el escenario, de vivencia. Al final, estés con un cuarteto o con setenta músicos, se resume en ir todos a una, para que la música suene lo mejor posible.

-¿Cuándo publicará la citada Al-Andalus

-Quiero grabarla en junio de 2018, con la Sinfónica de Navarra, y saldrá publicada ese verano.

-Suma casi tres décadas sumergiéndose en el Concierto de Aranjuez

-Sí. Cada interpretación de la obra es diferente, porque también lo son las orquestas, los directores, las salas... Es como la lectura de un libro, no será la misma la primera que la última. El libro cambia porque tu también cambias. Una obra musical existe en el momento en que se interpreta, de manera cabal. Como humanos, sentimos diferente en cada momento, y la obra hace lo mismo, un día te transmitirá una cosa y otro día, otra diferente. Una obra está ahí quietecita, descansando en el pentagrama, hasta que llega el príncipe azul para darle un beso y despertarla. En ese momento los músicos la harán vivir y salir de la partitura.

-Hace 26 años grabó junto a Paco de Lucía, José María Bandera y la Orquesta de Cadaqués una versión del Concierto de Aranjuez

-La versión que hizo el maestro Paco de Lucía buscaba la calidad rítmica. El primer y tercer movimiento del Concierto de Aranjuez son muy rítmicos. Desde el punto de vista del flamenco eso es lo que más viveza le puede dar. Como Paco de Lucía parte de una base flamenca, le resultaban muy natural esos movimientos. Paco aportó ahí claridad rítmica, aparte del sonido y otros caracteres flamencos. Clarificó el sentido rítmico del Concierto de Aranjuez.

-¿Cómo valora aquel trabajo, con la perspectiva que da el paso del tiempo?

-En aquel tiempo, cuando surgió la grabación del Concierto de Aranjuez, yo estaba de gira por Italia. Tocábamos el sobrino de Paco de Lucía, José María Bandera, el maestro y yo. Y Paco tenía una duda. Decía: “Si voy a grabar en la cara A del disco el Concierto de Aranjuez, en la cara B tendré que hacer algo acorde con ese hilo”. En ese momento confío mucho en mí y me preguntó a mí, que había estudiado en el conservatorio, si era capaz de transcribir tres piezas de Albéniz. “No sé qué saldrá pero por intentarlo...”, le contesté. Imagínate, era una propuesta que venía de Paco de Lucía y encima estando de gira. Una gira en la que no paramos: actuábamos, íbamos a cenar y luego, a la suite de Paco para trabajar. Así cada día, y con la inseguridad de no saber cómo iba a sonar. Grabamos por separado, y hubo cosas que en un primer momento no sonaban, pero en cuanto Paco metía la guitarra, todo adquiría luz. Nos quedamos los tres muy satisfechos de aquel trabajo porque fue como una cita a ciegas, no sabíamos qué íbamos a encontrarnos en el estudio. Mereció la pena, tanto, que gracias a ese trabajo entré en mis trabajos ...por Cañizares (dedicados a Albéniz, Falla, Scarlatti o Granados), centrándome ya en transcribir, porque aprendí mucho de aquella experiencia. Para mí, aquel trabajo del Concierto de Aranjuez supuso abrir un horizonte nuevo en mi vida musical, me descubrió que había otra forma de escuchar música, de interpretarla y de componerla.

-Mallorca, una de las tierras de Paco de Lucía. ¿Cómo conoció al genio de las seis cuerdas?

-Le conocí teniendo yo doce o trece años, quizá menos. En mi casa mi hermano tocaba ­y toca­ la guitarra, mi padre cantaba y Paco ya era un maestro, un ídolo desde chiquitito. Le conocí en el Teatro Grec de Barcelona, con motivo de un concierto suyo. Mi hermano y mi padre fueron a hablar con el hermano de Paco, Ramón de Algeciras, y le pidieron si después del concierto me podía escuchar. Primero pasé el filtro de Ramón, quien nos invitó a pasar después del concierto para tocar para Paco. Yo creía que estaría a solas con Paco de Lucía pero cuando llegué al camerino después del concierto, un concierto fantástico por cierto, me lo encontré lleno de gente. Sigo siendo tímido, pero en aquella época lo era más. No sabía dónde meterme. Toqué cosas mías y la verdad que le gusté mucho. Me dijo: “Sigue estudiando que con el tiempo ya hablaremos, ya sabrás de mí”. Así que un día, teniendo yo 22 años, sonó el teléfono de casa y efectivamente, era Paco. “Soy Paco de Lucía”, me dijo. Se me cayó el teléfono al suelo. No me lo creía, pensaba que era una broma. Me ofreció una gira y ahí comenzó todo. Ha sido una de las experiencias musicales, y también personales, más importantes de mi vida. Estuvimos juntos diez años. Cada concierto con él era una masterclass. Cada noche hacía cosas nuevas, y no lo cogías por ningún lado, improvisaba mucho. Estar ahí tan pendiente, con tanta exigencia, para crear una base desde la que él pudiera desplegarse, era una gran responsabilidad y al mismo tiempo aprendías muchísimo, a estar en un escenario, a acompañar… Y como persona, era fantástico, genial.

-En sus últimas entrevistas Paco de Lucía siempre defendió el nuevo flamenco. ¿Cómo ve usted el panorama del flamenco actual?

-Creo que el flamenco goza de muy buena salud. Hay mucha gente haciendo cosas interesantes, con ideas y trabajando mucho. Todos tratan de aportar su granito de arena. El flamenco es una música muy joven, instrumentalmente más joven que el cante, y tiene que crecer. Hoy no se vive igual que hace 20 años, y el tipo de música va adquiriendo otro tipo de frescura. Y si en algún momento andamos perdidos, pues ahí están los discos de Paco de Lucía, que siempre sirven para coger el norte. Yo los sigo escuchando. Cada vez que escucho sus trabajos de los años 60 me siento en mi hogar. Cuando uno no sabe hacia adónde tirar, acude a los clásicos.

-La lista de sus colaboraciones es infinita y variada, desde Peter Gabriel, Al DiMeola o The Chieftains a Niña Pastori y Enrique Morente, pasando por El Último de la Fila, Albert Pla o Carlos Saura. ¿Qué exige a la hora de aceptar una colaboración?

-Independientemente del artista, busco la sinceridad y la autenticidad musical. Me gusta encontrar mundos diferentes al mío en las colaboraciones, y siempre trato de aportar el sonido flamenco a sus músicas, creando un diálogo entre ambos.