-Ocho años después de su jubilación, ¿qué le mantiene ligada al periodismo?

-El periodismo es una forma de vida, por lo tanto me es absolutamente imposible jubilarme de la vida.

-Maruja Torres les recordó ayer a los futuros periodistas, en el programa Leit Motiv, que “nunca” serán millonarios, “pero sí felices” con su profesión. ¿Suscribe sus palabras?

-Totalmente. En este momento lamentablemente se puede vivir bien del mal periodismo y muy mal del buen periodismo.

-¿Es el periodismo o los periódicos los que están en crisis?

-Los periódicos están en crisis... y también el periodismo porque está sucumbiendo a una vocación que va más allá de la informativa, a presiones e intereses que no tienen que ver con la excelencia informativa.

-¿Por qué lo llaman información cuando quieren decir entretenimiento?

-Porque el entretenimiento da más dinero que la información y da más capacidad de manipulación porque realmente una ciudadanía que cree que está informada cuando realmente lo que está es entretenida es mucho más vulnerable a la hora de que se atente contra sus derechos.

-¿Por qué nos dejamos manipular?

-Nos dejamos manipular no solo por el periodismo, también por la tecnología, facilitando nuestros datos sin control. Cada vez estamos más indefensos porque pensamos que estamos ante unos medios de comunicación libres, y no lo son.

-¿Usted también percibe que la mayoría de telediarios se parecen unos a otros?

-Desde luego, porque realmente lo que está pasando si hacemos zapping es que todo el mundo cuenta lo mismo, es una línea casi de pensamiento único en cuanto a los contenidos, en la selección de noticias… Hoy la censura de antes se hace decidiendo de qué se habla y de qué no se habla; la manipulación puede venir por lo que se dice pero también por lo que no se dice.

-De lo que no se habla casi nunca es del mayor drama de nuestros tiempos: el hambre. ¿Por qué?

-Porque evidentemente hay muchos intereses detrás que lamentablemente viven precisamente del hambre de mucha gente. Hay muy poca conciencia de que el bienestar y el despilfarro de una parte del mundo se sustenta en la miseria de otra gran parte del planeta. Se gasta mucho dinero por ejemplo en la lucha antiterrorista, es cierto que el terrorismo es un peligro, pero muere mucha menos gente por ataques terroristas que por hambre.

-De lo que tampoco se habla es del nacionalismo español, solo del catalán.

-Y debería hablarse porque el uno no existe sin el otro. Ambos nacionalismos extremos se retroalimentan. Siempre que algo sucede, sea lo que sea, desde un delito a una situación política como la actual, hay que preguntarse a quién beneficia. Es un principio jurídico, el Cui prodest. ¿Beneficia a la mayoría de la ciudadanía la situación en la que estamos ahora? No. Entonces significa que beneficia a una minoría de ambos lados. Los dos nacionalismos tienen una parte perfectamente legítima y también una tremendamente peligrosa y muy nociva para el interés común.

-¿Qué solución ve, si es que ve alguna, para el conflicto en Cataluña?

-Todo pasa por explicar lo que pasa, por el conocimiento. Hay que darle a la ciudadanía una buena información, en ambos lados. El diálogo político también es absolutamente necesario. A golpe de sentencia no se hace nada, y a golpe de calle, tampoco. Pero para dialogar hay que estar dispuesto a ceder. La única solución es un diálogo para un pacto digno para ambas partes. Y para ello es necesaria la voluntad. Y no jugar con las emociones de la gente. No hay que dar información basada en emoción sino en conocimiento, y entonces que cada uno decida lo que quiera, porque todas las opciones son válidas.

-Una información basada en el conocimiento que actualmente no se da

-No se está dando, y se está potenciando que se tomen decisiones muy graves y serias en base a emociones. Se tendría que explicar qué significa ser independentista para los derechos de las personas, para la ciudadanía, para el bienestar… por qué no se puede ser independiente, cómo se puede cambiar la Constitución… Es necesaria la cultura de consenso, no de confrontación.

-¿Le parece acertado el encarcelamiento por sedición de los dos líderes ciudadanos del independentismo catalán, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart?

-Como jurista me parece lógico. Hay un ordenamiento jurídico, democrático y votado, y la democracia no es instrumental como hacen los dos lados. Es decir, no se puede coger una parte de la democracia que te gusta y rechazar otra. La democracia no es maleable.

-La jueza de este caso, Carmen Lamela, ha sido condecorada por la Policía y la Guardia Civil. ¿Duda de su parcialidad?

-Es gravísimo que tengamos dudas sobre el poder judicial pero eso es un problema de la estructura de modelo social que tenemos en nuestro entorno occidental, donde los poderes -el ejecutivo, el legislativo y el judicial- no están separados o están mal separados. La independencia de los poderes nos tiene que preocupar mucho, y ahí es cierto que hay serias dudas. El ordenamiento jurídico hay que respetarlo, no se puede saltar, y habrá que pelear para reformar lo que no nos gusta, porque no es perfecto. Pero también hay que pelear para que la justicia sea independiente.

-¿Contempla la mediación como una solución al conflicto?

-Me parece absurdo. No me imagino a Inglaterra con Escocia pidiendo un mediador. Pero si eso pudiera ser una posibilidad para salir de este embrollo, bienvenido sea. Me inquieta mucho la mezcla de conceptos, que se expliquen mal. No estamos, como dicen algunos, en Turquía. No confundamos a la ciudadanía.

-Algunos, como Pablo Casado, no confunden, amenazan. ¿Debería dimitir por advertir a Puigdemont de que podría acabar como Lluís Companys?

-Por supuesto. Lo que dijo es totalmente inaceptable. Es tan inaceptable eso como decir que estamos como en Turquía. Se escuchan en ambos lados barbaridades interesadas para los grandes grupos que las sustentan. Recuperemos la razón, en ambos lados, insisto. Hay demasiado uso de la emoción.

-Usted que durante años cubrió como corresponsal la zona de Asia-Pacífico, ¿qué final le augura al conflicto entre Corea del Norte y Estados Unidos?

-Siempre he pensado que el conflicto de Corea era artificial, en el sentido de que los dos lados lo usaban un poco para sus bravatas. La especialidad de Corea del Norte, instaurada por el abuelo del actual mandatario, era crear crisis para que le pagaran para desactivarlas, y que no tenía intención de ir más allá. Ahora me preocupa más por el hecho de que Trump sea un interlocutor y que el otro sea Kim Jong-un, con mucha menos capacidad que su padre y abuelo para ese juego. Me preocupa más la personalidad de Kim Jong-un que la de Trump, porque a este en un determinado momento le podrían parar los pies los suyos.

-Los tuits de Trump, los plasmas de Rajoy, las comparecencias que no permiten preguntas… ¿Hay futuro para los periodistas del mañana?

-El problema está en pelear por recuperar el objetivo del periodismo: el servicio a la ciudadanía y contar los hechos. Cada vez es más difícil. Lo fundamental es saber que esta sucediendo esto. Cuando se habla de postperiodismo se habla de la mentira, la desinformación, del mal uso de las tecnologías para convertir a la sociedad en una sociedad de consumidores que compren productos o ideas, en lugar de una sociedad de ciudadanos que piensa y defienda derechos. Tengo poca confianza en los medios convencionales. El mayor peligro está en la red, pero también en la red está el mayor futuro y posibilidad de salvación para la información.