El catedrático de la Universidad de Alicante, Brauli Montoya, acaba de publicar La llengua dels mallorquins de San Pedro (Argentina), una obra que presenta los resultados de su investigación sobre la transmisión intergeneracional del catalán en la ciudad argentina de San Pedro.

El investigador, que fue profesor de la UIB durante diez años, detalla que la comunidad mallorquina se asentó en San Pedro hace unos 150 años. De hecho, el primer mallorquín inmigrante llegó en 1869. El investigador se trasladó un mes a la ciudad argentina para entrevistar a 43 personas de 33 a 90 años pertenecientes a cinco generaciones de la colonia mallorquina. Tras esta investigación, una de sus conclusiones es que "el catalán en San Pedro ha vivido momentos de una gran vitalidad cuando las primeras generaciones de inmigrantes lo transmitían a sus descendientes y hacían uso público durante el primer tercio del siglo XX". Y de este mallorquín en San Pedro había un claro dominio del felanitxer, comenta a modo de anécdota.

En su libro recuerda que a finales del siglo XIX, los mallorquines llegaron a referirse a San Pedro como Sant Pere. Por aquel entonces representaban un 10% del total de sus habitantes. Más que la demografía, especifica, lo que hizo perceptible la presencia mallorquina en San Pedro fue la actividad económica que desarrollaron gracias a las distintas actividades profesionales que aprendieron en la isla y a la compra de posesiones agrícolas que derivaron en plantaciones de viveros, una actividad productiva que aún sigue viva. De todas formas, el autor remarca que la huella que han dejado los mallorquines en esta ciudad no tiene nada que ver con la lengua. Está relacionada con la gastronomía. Y es que la ciudad se caracteriza por sus ensaïmades y sus sobrasadas, que se han convertido en un auténtico reclamo turístico, igual que ocurre en la isla.

"El mejor momento de vitalidad del mallorquín fue en la primera mitad del siglo XX cuando se escuchaba hablar el catalán por la calle porque era un orgullo ser mallorquín ya que dieron un gran impulso económico a la ciudad", especifica. A partir de la segunda mitad del siglo XX, el mallorquín empezó a entrar en decadencia, por ello, en 1965 fundaron la Agrupación Mallorca, una entidad que todavía existe.

Tras su investigación, el experto determina que "la comunidad mallorquina en San Pedro vive una evolución que conduce la lengua a la desaparición que es lo que ocurre cuando falla la transmisión de padres a hijos". La lengua de los mallorquines de San Pedro ha emprendido "una bajada sin posibilidades de retorno". Ahora lo hablan las personas mayores y es verdad que en la Agrupación Mallorca hay un joven que estudió Filología Catalana en Barcelona e imparte clases pero sus alumnos ya no lo transmiten en familia simplemente lo aprenden para conservar el legado lingüístico de sus familiares.