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cine crítica

Caballeros de medio pelo

Si de algo no carece Guy Ritchie es ego, seguridad en sí mismo. Arrancó con historias de delincuentes urbanos de medio pelo, camellos, cacos oportunistas y pícaros de los bajos fondos contemporáneos (Lock & stock, Snatch, Rockanrolla). Con Sherlock Holmes y Operación U.N.C.L.E. ha diversificado intentando no dejarse el alma.

Con Rey Arturo se mete en un vergel más frondoso y minado de lo que aparenta. Es un personaje histórico hiperfamoso y ultraexpuesto en cine y televisión. Aquí intenta el inglés poligonar una esfera: renunciar a la ortodoxia histórica sin perderla de vista del todo, sumar comedia a la épica del personaje; y, más importante, colar, mantener, la imagen de marca del director, su querencia por la picaresca, los diálogos barriobajeros picados y divertidos, las escenas con montaje frenético, los flash-forward (escenas anticipatorias), las cámaras ultrarrápidas o lentísimas y la banda sonora lúdica (aquí repite Daniel Pemberton, el mismo de Operación U.N.C.L.E.). La cuadratura falla. Cuando se pone trascendente roza la serie B. Incide en dos temas muy manidos. a) el del latente líder (Arturo/Hunman) que se resiste, por inseguridad y solidaridad con los humildes, a explotar su carisma y asumir el poder; b) el pacto con el diablo de su rival (Vortigern/Law), la denuncia de que el fin no justifica los medios. Y la apariciones de la maga o la batalla final contra el sosias de Lucifer están igual de requetevistos en filmes similares. Por el contrario, cuando asoma la picaresca, la elipsis de la infancia y adolescencia de Arturo o los preparativos del atentado contra Vortigern con la trepidante música de Pemberton, Ritchie está en su salsa, irreverente, divertido, desatado.

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