Es optimista y poco amante de la queja. Mayte Abargues (Buñol, Valencia, 1979) es la flautista de una orquesta que acarició la desaparición. "Lo pasamos muy mal. En lugar de ensayar, porque no teníamos conciertos, quedábamos para hacer terapia", evoca. La situación actual es muy distinta, pero tampoco idílica. El verano se presenta trufado de conciertos: los Estius Simfònics, el Festival de Pollença, Son Vida y las Bodegas de Macià Batle. El ansiado descanso llegará a mediados de agosto. Formada en el Conservatorio de Valencia, inaugura esta sección estival de entrevistas a músicos conocidos por su virtuosismo instrumental.

-¿Le ha sido infiel alguna vez a su instrumento?

-Sí. Hice un intento de tocar el piano. Lo toqué durante un año cuando vivía en mi pueblo, pero cuando tuve que venir aquí tuve que dejarlo porque no tenía piano en casa. Es algo que tengo pendiente.

-Entonces, ¿iba para pianista?

-No, para fagotista. Mi tío era mi ídolo y toca el fagot. Es solista de la Orquesta Nacional de España. Su pareja era flautista y me dijo un día: "Mejor la flauta, que es más fácil de llevar en el bolso, más barata, no tienes que hacer cañas y es más práctica". Entonces me dieron la flauta. Ahora también estudian piano complementario en el conservatorio, pero cuando yo estudiaba sólo te centrabas en tu instrumento.

-¿Ha pasado periodos de desamor con la flauta?

-Sí. Todos los músicos los pasamos. Ya no sólo con la flauta, sino con uno mismo. Nos hacemos enemigos del propio instrumento, pasamos épocas psicológicas muy malas. Pero la gente nos ve en el escenario con la lentejuela y el maquillaje y creen que siempre es bonito. Y también pasamos momentos en la oscuridad."Ahora mismo hay seis bajas en la orquesta. A los músicos nos encanta tocar, pero siempre y cuando nuestra salud no se vea mermada"

-¿Es solitaria la profesión?

-Muy sacrificada. Cuando salen tus amigos los sábados, tú estás tocando o haciendo un cursillo. Es verdad que empiezas muy joven y te sacrificas desde muy joven. Pero luego, cuando todos están trabajando tanto, tú tienes una calidad de vida que no suele tener mucha gente.

-¿Cuándo se enamoraron la flauta y usted?

-Cuando empecé a ver que sin hacer nada para mí era fácil y le empezaba a gustar a la gente. Y ganaba premios, concursos, y sacaba las mejores notas en el Conservatorio. Y yo pensaba, "¡pero si no hago nada!" Cuando pierdes esa inconsciencia infantil y juvenil y ya terminas la carrera, intentas encontrarte contigo mismo y pasas una fase un poco perdido. Yo tuve la suerte que nada más terminar vine a la orquesta. Y aquí es donde aprendí música. Aquí vine sabiendo tocar la flauta con 20 años. Pero aquí la orquesta me enseñó la música. La música no te la enseñan en el Conservatorio.

-¿Volverá a divorciarse la Simfònica de las instituciones?

-Espero que no. Confío en que nos llevemos muy bien y que sea para toda la vida.

-¿Cuál es la base de una buena relación entre las instituciones y la orquesta?

-No pedir demasiado por ambas partes. Cuando una parte exige mucho, sea una u otra, se crea un desequilibrio. Y pienso que hay que mantener siempre el equilibrio y darnos mucho amor.

-No tienen sede. ¿Cómo se ensaya siendo nómadas?

-No es lo suyo. Deberíamos ensayar en el sitio donde vamos a hacer el concierto. Es como si tú eres cocinero en un restaurante pero preparas la comida en otra cocina durante la semana, y el día de la cena con otros cacharros y otros utensilios tienes que preparar la misma comida en otra cocina que no controlas.

-¿Se resiente el trabajo de la orquesta por ello?

-Sí. Acústicamente necesitas un tiempo de adaptación. Por eso hacemos pruebas acústicas, vale, pero lo suyo es estar en el mismo sitio. Sentirte como en casa. Estamos un poco como vagabundos."Vine a Mallorca sabiendo tocar la flauta con 20 años, pero la orquesta me enseñó la música; la música no te la enseñan en el Conservatorio"

-Sobre el tema de la sede, ¿sonará la flauta en esta legislatura?

-Soy súper positiva y creo que sí. Y que nos vamos a llevar bien. Hay que tener paciencia, trabajar mucho y entenderse, dialogar. Y llegaremos a acuerdos seguro.

-¿Cuántas horas cultiva al día su relación con el instrumento?

-Depende. Cuando tienes mucho trabajo y muchos ensayos, no te queda tiempo para practicar en casa. El máximo que tenemos por convenio son cinco horas y media. Pero los ensayos suelen ser de tres horas y media con un poco de pausa. O cuatro horas si hay ópera. El día que tienes libre también tocamos porque es necesario hacerlo. Es verdad que a estas alturas de la temporada, que ha sido muy dura, intensa, pero preciosa, estamos cansados físicamente y ya necesitamos desconectar.

-¿Dura por qué había muchos conciertos o por el nivel de exigencia de las partituras?

-Sí. Han sido muy exigentes y había muchos programas. Pero muy bien. Nos encanta tocar, pero siempre y cuando nuestra salud no se vea mermada. Ahora mismo hay muchas bajas en la orquesta.

-No acaba de haber una plantilla estable que alcance lo conveniado.

-Hay por cubrir más de diez plazas. Algunas no se están cubriendo y la gente de plantilla, sobre todo los de cuerda, son los que están más afectados. Si se necesitan 12 violines primeros y sólo hay seis o siete, pues no pueden rotar y descansar. Y están sobrecargados de trabajo y hay dolores musculares, tendinitis. Ahora hay seis bajas en cuerda. Estamos trabajando para mejorar este aspecto, pero como ha habido cambio de gerencia volvemos al punto de partida. La orquesta necesita algo más a largo plazo para cuando haya cambios políticos.

-¿Con qué director de orquesta ha tenido un flechazo?

-Pues con uno que tendremos el 5 de agosto, Julian Rachlin. El año pasado hicimos en el Castell de Bellver el concierto de Tchaikovsky de violín con él y yo no tocaba. Escuché la orquesta y he de decir que nunca la he escuchado mejor. Todos eran uno y había magia. Todos pasaban el arco a la vez. Nunca he visto una unidad ni una magia tan grande como la que creó este joven. Él es artista, como él hay pocos. Los directores que crean esa magia curiosamente son los que menos hablan y menos hacen. Sólo nos mira y nos coloca a todos. Es una comunión. Eso pasa dos veces al año o tres. Y cuando sucede vale la pena. Sientes que vale la pena estar vivo por eso.

-¿La Simfònica es la novia mimada del Govern si comparamos con otros músicos?

-No estaría mal repartir, pero la Simfònica acarrea una serie de gastos sólo por el producto que es. No son lo mismo grupos de cuatro, cinco o seis personas que una entidad de casi 70 músicos, con gente en las oficinas, montadores? Es normal. Luego hay que alquilar partituras. Y, como no tenemos sede, hay que alquilar sitios donde poder ensayar. Sobre la música clásica, la sociedad tiene un concepto equivocado. Piensan que es aburrida, pasada de moda y elitista. Y sólo por el hecho de sentarte dos horas a escuchar música, te relajas. Sólo por eso, en la sociedad tan rápida que vivimos, poder parar tu mente y sentirte tranquilo y relajado, creo que vale la pena. Siempre digo que es como una terapia, un masaje y un momento para ti. Y no creo que haga falta entender mucho de música. No hace falta ser un entendido sobre cuántas sinfonías tiene Mozart para disfrutar, relajarte y salir con una sensación agradable.

-Son 19 mujeres en una orquesta de menos de 70. ¿Están acortando distancias?

-No en esta orquesta únicamente. En general, hay muchas músicas buenísimas, tantas como hombres. No tiene nada que ver el sexo para ser buen artista. Pero sí nos hemos encontrado con directores, sobre todo bastante mayores, que han tenido una actitud machista hacia las músicas de la Simfònica. En concreto, recuerdo tres casos. Con los directores actuales no sucede. De hecho, también tenemos directoras mujeres. En la orquesta de momento sólo ha venido una, en 2006: Inma Shara. Yo toqué el concierto de flauta y harpa de Mozart con ella. Es muy mediática.

-Tenemos récord de turistas y de residentes extranjeros en la ciudad, sobre todo gente que proviene de Alemania, donde tienen una cultura musical importante. ¿Cómo es posible que no suba el número de abonados?

-No lo sé. Se tiene la idea de que la orquesta no tiene calidad. Y de hecho ya es un prejuicio. Ha venido mucha gente extranjera a vernos y se ha sorprendido de que haya una orquesta y suene bien. Asocian Mallorca con turismo, buen clima, buena gastronomía y no con cultura. Y todos, incluso directores que vienen de otras nacionalidades, se sorprenden de la materia prima que hay aquí. Lo que pasa es que no hemos estado bien gestionados desde el principio en la institución."Cada vez más músicos españoles están formando parte de las orquestas más prestigiosas a nivel mundial"

-¿Se le ocurren ideas para captar más público?

-Hacernos más visibles en la calle. En países nórdicos, donde el clima no es tan bueno, hacen muchos festivales por la calle en verano. Y la gente se tumba en el césped, con su merienda, con una cerveza. Aquí tenemos parajes increíbles y un clima maravilloso. Y se podría sacar mucho más rendimiento. Tenemos Palma llena de turistas. Deberíamos hacer más conciertos de festival de verano cuando la isla está llena de gente. Y se puede correr la voz a nivel mundial de que aquí hay una orquesta que tiene calidad. También pienso que el público necesita una explicación previa en los conciertos. Antes de un recital yo siempre ofrecería una explicación previa muy sencilla o proyectaría un audiovisual para situar al espectador. Es innovador y necesario.

-En cuanto a hacerse visibles en la calle, ¿se refiere a repetir experiencias como la de Concha Buika?

-Esto no sólo le encanta al público, sino que también a los músicos nos da un aire fresco. Nos encanta. En verano hemos hecho conciertos más fresquitos. Hemos hecho cosas con Jaime Anglada, hicimos la gira con Raphael... Con Concha Buika nos ha encantado. Y creo que hay otro proyecto para más adelante. Estos conciertos nos dan otras herramientas. Nos sueltan un poco, nos unen más. Y nos reímos más. A veces nos falta un poco de conexión, estamos demasiado pendientes de lo nuestro. Y somos uno. La orquesta es un instrumento.

-¿Qué día dio la nota?

-Nunca me he sentido tan bien como cuando toco a Bach. Bach es como una religión interior. Da paz y te conecta con el universo. También creo que di la nota cuando toqué el concierto de flauta y harpa en do mayor de Mozart en Bellver con Inma Shara. Me sentí poderosa porque no tengo tantas oportunidades de tocar de solista. Ese día estaba mi familia y fue muy mágico.

-¿Sabemos mucho de incultura en esta tierra?

-Creo que sí. Hay demasiada tele y distracción. Hay que leer más y meditar más. Meditar no en el sentido literal, sino que me refiero a dedicarnos varios minutos al día a nosotros mismos y parar lo que estamos haciendo para ser conscientes de nuestros pensamientos. Yo siempre digo que mi profesión es como una meditación. Porque te obliga a estar plenamente consciente del momento. A un músico cuando ya tiene una relativa técnica y experiencia lo que le falla es la concentración. Lo difícil es mantenerla todo el rato en la música. Es muy fácil que se te vaya el pensamiento a otra parte. Lo difícil para mí ahora es mantener esa concentración.

-¿Por qué le ayuda tanto el yoga?

-El yoga me viene bien porque hace 12 años empecé con dolores musculares en la parte derecha. Me quitó dolor porque corrigió mi postura y cambió mi enfoque de la vida. Aprendí a respirar. Con el yoga tu cuerpo está más sano y fluyes.

-¿Mejoró musicalmente con el yoga?

-Sí. Sobre todo mejoró mi estado mientras tocaba. Porque yo tenía una ansiedad interna. A raíz de eso siempre he dicho que una asignatura en los estudios de música en el conservatorio debería ser yoga o algo parecido. El caso es educarnos en la corrección postural a la hora de tocar porque estamos muchas horas en posturas muy antinaturales.

-Noguera es el nuevo alcalde de la ciudad. Estuvo al lado de los músicos en los momentos más difíciles. ¿Está contenta?

-De momento, es muy pronto para hablar de ello. Hay que dar un margen de meses para opinar. Cuando no estaba en el cargo siempre nos apoyó, ahora que está en el cargo espero que siga siendo así."Nunca me he sentido tan bien como cuando toco a Bach; Bach es como una religión interior. Te conecta con el universo"

-¿A qué suena España?

-Fuera de España, a flamenco. Desde dentro, a música barata y comercial. A música de programas de televisión, de concursos de talento. Hay mucha gente buenísima que no sale en la tele y que no tiene tirón. Hay mucha materia prima buena y se le apoya poco. Hay que decir que cada vez más músicos españoles están formando parte de las más prestigiosas orquestas a nivel mundial. Por ejemplo, hay un mallorquín en la orquesta de Chicago, Pascual Martínez. En Berlín, también hay un oboísta español.

-La flauta tiene un sonido seductor. ¿A quién persuadiría con su instrumento?

-En general, yo haría más música y menos palabras. La gente en España habla mucho, dice poco y hace menos. Les persuadiría a que hicieran más cosas y usaran menos palabrería.