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Entrevista

Isabel Coixet: "Me horroriza que el mundo se convierta en una franquicia"

"Soy muy escéptica acerca del poder de las imágenes para cambiar las cosas", sostiene Coixet, quien llega hoy a Palma

La cineasta catalana Isabel Coixet. Efe

La solidaridad con los refugiados es un tema que une fuertemente a Isabel Coixet con Vanessa Redgrave. Ambas dialogarán sobre la cinta de la británica en el festival dirigido por Jaume Ripoll. Uno de los puntos fuertes de Sea Sorrow, según Coixet, es explicarle con datos al espectador que el europeo también ha sido un refugiado a lo largo de la historia.

P Mañana presenta el documental de Vanessa Redgrave, una cinta sobre la crisis de los refugiados. ¿Deberían filmarse en Europa más películas sobre este drama?

R Siempre he pensado que cada cineasta ha de encontrar su propio camino y su aportación. Un cineasta no debe ponerse al servicio de nada. Lo que para mí es importantes es que se hagan cosas como este documental, donde se tratan cuestiones específicas y concretas. No todo vale y no todo lleva a la reflexión. Incluso a veces se puede llegar a deshumanizar a los refugiados.

P ¿Cuáles son los puntos fuertes de Sea Sorrow?

R Hay un momento en el que vemos en las imágenes a Eleanor Roosevelt leyendo la declaración de los derechos del refugiado y del niño. Cuando tuvo lugar la Segunda Guerra Mundial, se produjo un éxodo importante de refugiados y exiliados. Y todas las naciones del mundo se pusieron de acuerdo para respetar los derechos de estos colectivos. Fue un hecho histórico importante y Vanessa lo recupera en el documental con toda la intención. La película está realizada con un enorme respeto hacia aquellas personas que cogen una barca de 40 pero se meten 400, y en ella se reconocen las virtudes de aquellos que se lanzan al mar con desesperación. En Sea Sorrow también es importante la ilación histórica que se teje a partir de todos los movimientos migratorios fruto de conflictos armados mundiales. Por ejemplo, se habla de la avalancha de húngaros que llegaron a Inglaterra en los 60. Y de cómo estaba previsto que llegaran 2.000 y finalmente el Parlamento británico admitió a 20.000. ¡Hace sólo 50 años de todo esto! Lo bueno del documental de Redgrave es que hace entender al espectador que el europeo es un refugiado también o lo ha sido a lo largo de la historia.

P Usted también colaboró con la causa de los refugiados a través de una exposición de fotos.

R Sí. Me considero torpe y creo que mi ayuda personal yendo a Lesbos no habría servido de mucho. Y entonces pensé que recaudando dinero para una ONG podía ser mi manera de aportar un granito.

P ¿Y rodar sobre el tema?

R Me lo he planteado, pero debería encontrar el cómo y, según lo que te he comentado antes, pienso que no todo vale. En el proyecto Spain in a day sí introduje fragmentos de voluntarios en Lesbos para concienciar a la gente de que la llegada de refugiados estaba teniendo lugar muy cerca de nosotros y que podría estar pasando aquí mismo. Europa lo que debería hacer es aceptar a más gente. Y estos proyectos deberían servir para que se den cuenta.

P La película que acaba de rodar, The Bookshop, es una historia sobre la heroicidad por parte de una mujer de abrir la primera librería en un pueblo. ¿Es una metáfora de la resistencia cultural?

R Cuando leí el libro de Penélope Fitzgerald, me sentí identificada con el personaje principal: una mujer que no mide las consecuencias ni de la inquina, ni la mezquindad de los otros, así como tampoco de su propia capacidad de trastocar el orden establecido. En el fondo sí reivindico esas pequeñas resistencias en el mundo. La literatura es una ventana, un refugio y un acto de resistencia. Tenemos que prescindir más del teléfono. Tenemos tantas presiones que estos pequeños espacios de resistencia son importantes. No sólo somos grupos de interés para Google o Amazon.

P ¿Hacer películas es también un acto de resistencia?

R Para mí es una necesidad. A lo que sí más me resisto es a hacer cosas en las que no creo o a hacer una película que forme parte de una franquicia. También me resisto a entrar en Starbucks. Me horroriza que el mundo se convierta en una franquicia.

P En sus largometrajes, defiende el poder transformador de las palabras. ¿Las imágenes también lo poseen?

R Tengo la sensación de que en un momento determinado sí lo pueden tener, pero es algo más pasajero. En el ámbito de las palabras también sufrimos el sobreuso de algunos términos, como democracia, que después se quedan vacíos de significado. En realidad, soy muy escéptica acerca del poder de las imágenes para cambiar las cosas, pero bueno, ahí sigo.

P Hablando de palabras, ¿debe un cineasta leer mucho?

R Vivir mucho, lo que también implica ver muchas películas y leer muchos libros diferentes como ensayos, novelas y poesía. Es importante acercarse a otras disciplinas artísticas para ver cómo cuentan las historias.

P Sus películas desprenden hipersensibilidad. A medida que ha ido rodando, ¿ha optado por una mirada más distanciada?

R Sobre la hipersensibilidad, debo decir que llevo bregando con ello mucho años. Sobre mi lenguaje, creo que se ha ido depurando, pero sigue siendo el mismo. Sí he ido tomando distancia de cosas que creo que luego no se entienden cuando se ve la película. Me doy cuenta de que cada vez más busco conectar y por supuesto ser coherente. Lo que me mueve es la conexión, querer conectar con otras personas por la vía emocional y contarles una historia. Este último proyecto que he filmado a los productores les ha costado mucho sacarlo adelante. Pero he tenido mucha libertad para contar esta historia, no es como la franquicia de los apellidos [refiriéndose a los dos exitosos títulos de Martínez-Lázaro].

P ¿El cine es más para hacer preguntas o hallar respuestas?

R Es para hacer preguntas y ofrecer algunas respuestas. Y también para dejar un espacio para que el espectador se elabore su película paralela.

P A veces ha escrito crítica de cine. ¿Qué le está pareciendo el regreso de Twin Peaks?

R Twin Peaks es maravillosa. Cuando muera David Lynch sería ideal que sustituyera la momia de Lenin en la Plaza Roja de Moscú. Es un genio. El último capítulo es lo mejor que he visto en la tele en mucho tiempo.

P ¿Le molesta que le endilguen la etiqueta de rara?

R Lo llevo dentro desde siempre. Para mí ser así no es raro o diferente. Creo que somos muchos los que siempre nos hemos sentido un poco raros. Por otra parte, comulgo con la desubicación, la abrazo.

P ¿Cómo vive las tensiones políticas de este país?

R A momentos, con desazón. En otros, con angustia, y en otros, con aburrimiento. No me convence ningún discurso político y eso que tenía puestas muchas esperanzas en algunas personas de los partidos emergentes. Al final, los suyos me parecen discursos obsoletos también. No son capaces de salir de los círculos que se marcan en los partidos. Y los partidos no son importantes, los políticos deberían buscar el bien común y poner las herramientas para que los ciudadanos estemos mejor. En Europa también pasa esto, pero a veces ves a alguno que habla un poco mejor. Por ejemplo, Macron contestando a Trump con su: “Make Our Planet Great Again”. Muchas veces me pregunto por qué tiene que haber una superpotencia. El concepto romántico de alianza de civilizaciones no me parece tan difícil de conseguir.

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