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Can Timoner

"Hemos roto la barrera elitista que hay entre los centros culturales y la gente"

"La filosofía de Can Timoner es la de una casa que siempre está abierta y donde se mezcla todo el mundo"

Catalina Obrador y Mar Perona, en la escalera de Can Timoner, con barandilla de Jaume Canet y dibujo de Pere Salvà. manu mielniezuk

El modelo cultural de Can Timoner, abierto, participativo y colaborativo, ha conseguido llamar la atención más allá de Santanyí, el pueblo donde se ubica este centro cultural autogestionado y dirigido por tres mujeres, Catalina Obrador, Mar Perona y Catalina Koessler. Las actividades que programan han conseguido conectar con la población, siempre parte activa en ellas, algo que muchas veces no logran los centros culturales y artísticos de raigambre institucional. Uno de los últimos ejemplos fue el éxito que alcanzó la Excavació de dibuix elèctric, que contó con modelos y músicos en vivo. Los participantes se implicaron en una sesión non-stop de seis horas de dibujo y música "abierta para cualquiera dispuesto a liberarse de la rutina y los prejuicios del talento". Sí, uno podía llegar, sentarse en el suelo, escuchar la música y ponerse a dibujar con libertad.

La casa donde se levanta Can Timoner es de la familia de Catalina Obrador, una de las responsables del centro, en continua restauración y adaptación a las necesidades. "Vivo aquí con mi hijo. Empezamos a reformarla a principios del 2000 pero con la crisis tuvimos que parar los trabajos", asegura. "Entonces surgió la idea y el lema de esta casa: un espai en construcció permanent, porque es un espacio que se va construyendo a medida que funciona", señala. En estos momentos, gracias a la ayuda de una socia, están reformando la cocina.

Obrador accede a los talleres de los artistas por la escalera principal, un recodo muy artístico de la casa: la barandilla es del escultor Jaume Canet y en una de las paredes luce un expresivo dibujo de Pere Salvà. En la primera planta, ahora mismo hay un taller de madera de Enric Irueste. "Este verano vendrán los jóvenes del Kontrabando Film Festival", señala Obrador y Mar Perona. Por estas estancias también han pasado Jonay P. Matos, Julià Panadès o el pintor Jorge Diezma, quien dio con la mejor definición de Can Timoner: "Somos una pandilla y lo demás ya lo veremos". En la última planta, hay una sala multiusos donde se hacen talleres de teatro, cine, yoga, sesiones de dibujo, de música, etc. Algunos de los proyectos que han tenido más eco (como S'Illo) se han celebrado aquí.

"Buscamos la proximidad y romper la barrera elitista que a veces se crea entre los centros culturales y las personas. Aquí se mezcla todo el mundo. La filosofía es la de una casa. Siempre está abierta y se puede venir a cualquier hora. Este espacio tiene vida todo el tiempo", señalan.

A la hora de programar, la espontaneidad juega un papel muy importante. "Además de aprovechar las actividades que puedan proponer los artistas residentes, nos gusta tener margen de movimiento para poder meter cosas que nos parezcan interesantes en un momento determinado", aseguran. "Somos muy flexibles".

Conscientes de que todavía hay gente con reparos para entrar en el centro cultural, las responsables construyeron un artefacto que bautizaron como timonermòbil. Una suerte de carro con el que salen al espacio público a cocinar, hacer entrevistas o experimentos artísticos. Uno de ellos fue para conseguir dibujos anónimos de vaginas para el proyecto de las Cotorres, previsto para el Día de la Mujer. "Pusimos unos buzones por el pueblo y al lado papel y lápices de colores. A la gente le costó, pero empezó a reaccionar y a enviarnos sus dibujos. Finalmente conseguimos 375 cotorres", relatan.

Invadir la calle

La calle es otro de sus campos de batalla. "Nuestra idea es invadir ese espacio. Es una de nuestras luchas. Santanyí es muy turístico y está ocupado por muchos coches. Vemos muy necesario que la gente vuelva a estar en la calle", opinan. En este sentido, Can Timoner procura estar implicado en las problemáticas del pueblo. "Nuestra incidencia social puede ser más directa, queremos que lo que hacemos cale aquí, es nuestra responsabilidad", señalan.

La asociación está formada por 670 socios; de éstos, cerca de 20 colaboran directamente con el espacio. De momento, no pasa por sus planes pedir subvenciones. "Es cierto que tenemos a algún artista que ha pedido él de manera individual una ayuda, pero nosotros no. Sí hemos colaborado con alguna institución en algo puntual, pero de momento no vamos a pedir financiación pública", sostiene Obrador.

En cuanto al modelo del centro, Obrador no es partidaria de llenarse en exceso la boca de palabras como participación o autogestión. "Me da vergüenza hablar de ello, esto no se ha de decir, se ha de hacer y ya. Eso sí, para conseguirlo se ha de tener a las personas clave; si no, es complicado", sostiene. En este punto, el espacio cuenta con el consejo de algunas personas del mundo de la política que están trabajando a fondo la cuestión de la participación.

Asimismo, Can Timoner apuesta por construir una red junto a otras asociaciones y artistas. Por ejemplo, hace unas semanas acudieron al Ateneu de Felanitx, que ha reabierto, para establecer puentes de colaboración. "Sabemos que aún nos hace falta salir más de aquí", confiesan.

Can Timoner es un espacio que guarda cierta conexión con el modelo de La Caníbal de Barcelona. "Es un colectivo que también estuvo aquí en residencia. Ellos hacen mitja subversiva y nosotros calça subversiva", cuentan. "Hacen charlas feministas mientras hacen punto, tejen. Nosotros lo hemos adaptado a aquí. Hacemos calça, reparamos botones, trabajamos, compartimos experiencias y preocupaciones, y en nuestro caso también pueden venir hombres", explican.

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