Pocos conciertos han provocado tantos ríos de tinta como el que ofreció Van Morrison en Palma hace ahora 20 años. El 'León de Belfast' ofreció un concierto memorable que sigue en el recuerdo de los espectadores que abarrotaron la Magna del Auditòrium. Los promotores que lograron traerlo a la isla tampoco olvidan aquel hito. Fue "uno de los mejores conciertos" en su carrera, confesaría su manager de entonces. El inicio de un idilio con Mallorca donde repitió en otras cuatro ocasiones. Con motivo del vigésimo aniversario de la edición del disco que presentó en Ciutat, The Healing Gameun álbum del que su sello discográfico publicará una edición especial en una caja triple que incluye amplia información y un vinilo, la tienda Xocolat, donde se gestó aquel histórico episodio, ha querido recordar a través de una exposición las cinco visitas que el músico irlandés realizó a tierras mallorquinas.

La muestra, titulada Van Morrison en Mallorca, consta de una selección de innumerables recortes de prensa que dieron una magnífica y amplia información sobre los movimientos de la leyenda irlandesa en Palma. Desde la estratégica visita de unos días en enero de 1997 -dos meses antes de su asalto al Auditòrium- hasta cada uno de los recitales que fueron cubiertos por medios locales, nacionales e internacionales, con periodistas llegados expresamente de países como Suiza, Alemania o Inglaterra.

Un hechizero en acción

La expectación de aquel concierto del 28 de febrero del 97 provocó precios de reventa a 30.000 pesetas. Su protagonista, "el rey Gruñón", como titulaba un reportaje de la prensa local, "llegó a Palma a la velocidad del rayo" y dio esquinazo a sus fans. No a todos, porque algunos, como el músico y productor Antoni Noguera, consiguió que le firmara una guitarra que había dejado para uno de los recitales a uno de los miembros de su banda.

"Van Morrison, el hechizero. El músico irlandés y su banda ofrecieron un concierto que pasará a la memoria de un público excelente", escribió para Diario de Mallorca la periodista Lourdes Durán en la crónica de aquel primer concierto.

Un concierto que pudo celebrarse gracias a Carlos Goyarrola, representante de Van Morrison en España, que consiguió ajustar su caché, y Miquel Àngel Sancho, responsable de Xocolat y del sello Blau. "Para Xocolat, promotora y productora de este concierto del 97 y de las cuatro visitas más de Van Morrison a nuestra isla, ha significado un gran orgullo que ha visto este gran esfuerzo ampliamente compensado no solo por el éxito de los recitales sino también por haber traído a Palma a uno de los grandes de la música y proyectar el nombre de Mallorca de manera distinguida y elegante", señala Sancho.

"En cada recital -continúa- eran muchos los seguidores de Van Morrison que venían de diferentes puntos de Europa a disfrutar de un músico en un cómodo Auditòrium de acústica impecable. El mismo Van Morrison solicitaba a su agente que incluyera nuestra ciudad en sus giras dada la seguridad artística que le daba el Auditòrium". Solo una vez, en 2002, Xocolat presentó a Van Morrison en un doble concierto junto a Juan Perro, en la plaza de toros de Palma. "Todas las críticas fueron muy favorables, aunque donde pudimos gozar del 100 por 100 de Van Morrison y su banda fue en los siete recitales del Auditòrium", apunta.

En la exposición también se pueden ver documentos en los que se especifica el equipamiento técnico, las necesidades de catering o la logística que exigió para su desembarco. "Van Morrison fue parco en palabras durante su estancia en Mallorca. No fue muy comunicativo. El enlace con los músicos era Georgie Fame", recuerda Sancho. Entre sus exigencias, un chófer disponible las 24 horas del día; un mayordomo que le limpió los trajes antes de sus actuaciones; media docena de botellas de vino Chablis que hicieron enloquecer a Sancho -"no sabía dónde encontrarlas en Mallorca", espeta- o la botella de Martini con Seven Up de la que dio buena cuenta durante uno de sus recitales. Un exceso que, quizá, fue el que provocó que destrozara la suite presidencial del Nixe o el que le llevó a participar en un riña que, cuenta la leyenda, se produjo frente al hotel entre irlandeses e ingleses.