El coronel Percy Fawcett fue (posiblemente) uno de los aventureros reales en los que (parcialmente) se inspiraron Conan Doyle para el profesor Challenger de El mundo perdido y George Lucas y Steven Spielberg para Indiana Jones. Su biografía más afinada, por parte de David Grann, es la que ha inspirado esta película. Resumida: militar británico, viaja a Bolivia para cartografiar una zona remota de la selva y comienza a escuchar letanías de un posible Eldorado cercano, al que denomina Z para no dar pistas de su ubicación o tribus cercanas. Acomete varias expediciones, lucha en la I Guerra Mundial, regresa con su hijo a la selva y no regresan ni se halla rastro suyo.
La película narra todo eso, y los desvelos de su mujer, de modo demasiado convencional. La ambientación y actuaciones son muy correctas, el ritmo lento, el guión muy, muy planito. Ni rastro del James Gray de Two lovers o La noche es nuestra. Por esforzarse tanto en dar un plato bien cocinado, ofrece al público un pescado sin escamas, sin tripas, sin cabeza y sin apenas gusto. Una historieta de aventuras más. Además intenta vendernos (sin estar corroborado) que Fawcett defendiera a los indígenas, y esconde que le movían mucho más los impulsos de gloria y riqueza que los puramente científicos. Fue un valeroso explorador, sin duda; jamás un geógrafo, arqueólogo o antropólogo concienciado y riguroso. Para verla con niños es una película correcta (larga, eso sí); a los espectadores más inquietos o exigentes les recomiendo buscar en vídeo o plataformas audiovisuales El abrazo de la serpiente, estrenada hace dos años.