-¿Cuál es su primer recuerdo chopiniano?, ¿cómo descubrió al compositor polaco?
-Mi primer encuentro relativo a Chopin es sin duda el "repertorio" que mi madre, pianista aficionada, tocaba por la tarde cuando yo era aún muy pequeño. Más tarde identificaría todos los fragmentos de ese repertorio, que sin embargo no son de lo más relevante de Chopin: algunos Valses y Preludios, el Scherzo número 2? A los doce años me apasioné por el arte de la gran Wanda Landowska, cuyos discos a su vez me abrirían las puertas al arte de los clavecinistas, y muy especialmente de François Couperin. Mi interés se desplazó hacia Chopin de forma totalmente natural desde que fui capaz de interpretar un Preludio (¡el nº15!) o una Mazurca. Después, en 1955, tuve la suerte de escuchar a Alfred Cortot tocando un recital Chopin-Schumann: como si estuviera bajo el impacto de una revelación, no comprendí qué estaba sucediendo, pero todo quedó grabado en el fondo de mi memoria auditiva y volvió a resurgir más tarde, hasta ahora. Las lecturas, históricas y biográficas, o las ensoñaciones, hicieron el resto.
-¿Qué representa para usted venir a Mallorca, qué espera encontrar en la isla y qué lugares serán de visita obligada en su viaje?
-Venir a Mallorca después de tantos años de vacilaciones es, naturalmente y ante todo, una peregrinación. Aquí espero encontrar (¿ingenuamente?) lo que queda de los paisajes, de las montañas, del mar, del cielo, de los árboles, que Chopin descubrió a su llegada; sus cartas lo muestran fascinado por una naturaleza exótica, con una mirada cercana a la de su amigo Delacroix respecto a Marruecos. Una peregrinación espiritual de algún modo -que tiene más de fuente de inspiración que de precisión histórica- a la vieja Palma, a los alrededores de Son Vent y sobre todo a la Cartuja, en busca de su acústica y de su voz propia.
-¿Qué papel desempeña Mallorca en la biografía de Chopin?
-Es una isla bastante única en su vida: todo en uno, escapada amorosa, pseudo-esbozo de vida en familia, tiempo de fascinación y de enfermedad, de alucinaciones y de creatividad, de iniciación en el trabajo de escritura por parte de George Sand. ¡Fue el único periodo de la vida de Chopin en que éste careció de un buen piano durante dos meses!
-¿Cuál era el equipaje musical que Chopin se llevó a Mallorca?
-Él se llevó a Bach, es decir, la partitura de El Clavecín bien temperado (que se sabía de carrerilla) y las composiciones en las que estaba trabajando: los veinticuatro Preludios que terminó en Valldemossa, la Segunda Balada que aún estaba terminando, las dos Polonesas op. 40 y el Scherzo núm. 3. Sin duda también trabajó elementos de la Sonata llamada "fúnebre", que precedió a la Marcha Fúnebre -así rebautizada por el autor más adelante-. Chopin dominaba todo un repertorio musical que hacía prescindible la biblioteca.
-¿Cuáles son los rasgos principales de la personalidad de Chopin?
-¡Importante pero difícil pregunta la que hace acerca del más secreto (y discreto) genio del romanticismo musical! Quizás él sea quien mejor encarna el papel del exiliado: del que ha dejado tras de sí a su familia, sus amigos, su patria, que ha roto sus ataduras socioprofesionales (su carrera como concertista). Y no sólo eso, es un exiliado en su propia carne: un exiliado en tierra. Es el hombre venido de otro lugar: un enviado, un mensajero que habla de ese otro lugar en una lengua inefable, inaudita hasta entonces -y que sigue siéndolo hoy-.
-¿Realmente existió la famosa gota de agua de Valldemossa?
-Hace mucho tiempo ya defendí esta tesis basándome en un documento que había permanecído inédito hasta entonces; también me baso en otros documentos que descubrí más tarde, y que me permiten afirmar que el Preludio número 15 (si es que éste es el de la gota de agua) -y también el número 6- ya los había compuesto cuando llegó a Mallorca, donde Chopin escribió a lo sumo siete u ocho de esos preludios, y donde revisó el conjunto de dicha recopilación. El relato que de ello hace George Sand -que es también el de una mujer de letras- puede aplicarse a la ejecución de la pieza a la que nos estamos refiriendo, sin que ello implique la noción de improvisación in situ.
-¿Encontró Chopin una especial inspiración musical en Mallorca?
-Dejemos que hable George Sand: "Son obras maestras. Muchas de ellas ofrecen al pensamiento visiones de monjes fallecidos y la audición de cantos fúnebres que lo asediaban: otras son melancólicas y suaves; acudían a él durante las horas de sol y de beatitud, con el ruido de las risas de los niños bajo la ventana, con el ruido lejano de guitarras, con el canto de los pájaros bajo la fronda húmeda, ante la visión de unas pequeñas rosas pálidas abiertas sobre la nieve. Otras son de una tristeza lúgubre y, a la par que te encantan el corazón, te afligen el oído". Pensemos también en la Mazurca en mi menor, llamada "de Palma", la única que compuso en Mallorca.
-¿Qué significaron los pianos Pleyel para Chopin?
-"Los pianos Pleyel son el no va más", declaró Chopin a su llegada a París; les fue fiel hasta el final. De ellos apreciaba su mecánica dúctil y precisa (escape simple), así como también la intimidad de su "sonoridad argentina algo velada" (Liszt).
-Hace unos años se halló en el Reino Unido el piano favorito que tocó en su última gira. ¿Qué queda por descubrir todavía de Chopin?
-Fui yo quien identificó ese instrumento antes de 2010 en la Cobbe Collection (Surrey, Reino Unido), gracias a un registro de ventas de Pleyel que aún no había sido explorado. Queda mucho por descubrir: por ejemplo, el pequeño vals inédito que dedicó a la hermana de Jane Stirling, el 12 de noviembre de 1848: ésa podría ser su última composición. También estamos a la espera de que aparezca en Polonia el segundo volumen de la Korrespondencja F. Chopina (1831-1839), que contendrá numerosos documentos nuevos.
-¿Qué hubiera logrado Chopin con un Steinway moderno?
-No puedo responder por Chopin. Sin duda él habría hecho cantar mucho más al instrumento ¡y habría escrito para él un percusivo Allegro barbaro!
-¿Qué es lo que le fascina de Laurens para haber dedicado varios estudios a su persona?
-Es un personaje que sigue sin ser lo bastante conocido, alguien totalmente fuera de lo común dentro del romanticismo francés. Imagínese a un artista-pintor provenzal apasionado de la música (antigua y moderna), que aprende a leer, escribir y hablar alemán para ir a ese país, al encuentro de personalidades como Mendelssohn, y que además mantendrá durante seis años correspondencia con Schumann, cuya música adora -algo único en Francia en aquella época-. Laurens nos ha dejado emocionantes retratos de Robert y Clara Schumann, de Brahms, del violinista Joachim y de otros muchos. Aunque han sido reproducidos en todas partes, demasiado a menudo se ignora quién fue su autor.
-¿Se llegaron a conocer Chopin y Laurens?
-Pudieron verse en París cuando Laurens publicó sus Souvenirs d'un voyage d'art a l'île de Majorque (1840), anterior a Un invierno en Mallorca, de Sand. Laurens le habría regalado su obra litografiada.
-¿Son personajes afines musicalmente hablando?
-Lo que les une esencialmente es el culto que ambos profesan a J. S. Bach en una Francia que aún ignoraba al genio. "Saludo encarecidamente a Chopin en memoria de Seb. Bach": ¡éste es el mensaje que Laurens le envía en una carta a G. Sand!