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Crítica

Mambrú vuelve de la guerra

Mambrú vuelve de la guerra

Como si de un Fausto se tratara, Stravinski propone en L'Histoire du soldat un cuento musical en el cual un joven que vuelve de la guerra establece un pacto con el diablo, con un violín y un libro como monedas de cambio.

Siete instrumentistas (violín, contrabajo, fagot, corneta, trombón, clarinete y percusión) acompañan a tres actores (el soldado, una princesa/diablo y narrador) en esta obra inclasificable (¿pantomima, música incidental, teatro?), pero no por eso falta de interés, que el compositor compuso hace cien años, en medio de una Europa en guerra, a partir de la adaptación que hizo Charles Ferdinand Ramuz de unos cuentos tradicionales rusos.

La obra permite múltiples lecturas y por tanto muchas posibilidades a la hora de imaginar el escenario. No es casual que haya inspirado a intelectuales de la talla de Jean Cocteau, a coreógrafos como Jerome Robbins o Maurice Béjart, así como a formaciones de danza como el Constella Ballet, incluso a actores como Gerard Depardieu o Peter Ustinov que han participado en versiones discográficas a las órdenes de directores musicales como Shlomo Mintz o Igor Markievich.

El pasado domingo y en una sesión matinal, el ciclo La Simfònica en petit presentó en el museo Es Baluard de Palma esa obra en la que participaron siete instrumentistas de la formación simfònica (Jen Christophe Brunet, Joseph Szfranski, Silvia Insa, Susana Pacheco, Sebastià Pou, Cyril Pouillet y Josep Tatay), dirigidos per Francisco Valero-Terribas junto a tres actors (Enka Alonso, Albert Mélich y Miquel Àngel Torrens, quien también se encargó de la dirección escénica) que utilizaron los textos de la versión catalana que hizo Laia Martínez López.

Muy buena idea la de proponer esa obra curiosa, apta para todos los públicos y musicalmente atractiva. Notable la parte musical y actoral y sencilla pero efectista la escénica. Remarcable el numeroso público que llenaba el Aljub del museo y que supo agradecer la inclusión de esa partitura en un ciclo que demuestra, una vez más, que la música de cámara también interesa a los seguidores de la Simfònica.

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