-Para que se haga cargo del tipo de entrevista: “¿La vida es oscura?”

-Tiene muchas zonas oscuras, que me dicen que reflejo aunque tengo poco desarrollado el sentido de la autobiografía. Intento evitar la melancolía, llega a ser un modo de vida destructivo.

-Sus personajes están enfadados.

-Son melodramáticos, con fuerte énfasis en el melo. Nunca he sido consciente de construir un personaje, son títeres o figurantes.

­-Hay mucho espacio libre en sus pinturas.

-Me pides un análisis de mi pintura que nunca suelo hacer. Me gusta el dibujo por su inmediatez, por su aspecto confesional. Si supiera cómo, y encontrara la voz, escribiría. Hay un escritor por debajo de mis dibujos, pero no me pidas coherencia narrativa.

­-El autocanibalismo de Dalí devorándose a sí mismo.

-Nunca ha sido mi influencia, pero sí que lo he mirado mucho. Era un enorme dibujante, como todos en su época. También Miró, que utilizó el dibujo no como obra preparatoria, sino como final.

-El dibujo ha desaparecido de la ecuación del arte.

­-Ha desaparecido el dibujo como bisturí para indagar en la naturaleza. La pintura se ha despojado de color, es autoconsciente.

-Usted podría haber vivido sin color.

-Es así, no entiendo bien el color. Estudié en la Royal Academy de Londres, donde nos limitaban el color hasta extremos decimonónicos. La paleta estaba muy restringida, introducir una variante te costaba la expulsión.

-Empezó a exponer en sa Pleta Freda, como todos los grandes.

-Yo era el pequeño junto a Jim Bird, Ellis Jakobson y Ritch Miller. Se aglutinaron y demostraron que era factible ser pintor y vivir en Mallorca. La isla me ha dado una libertad tremenda para ser anónimo.

­­-Nació en Alejandría, como Georges Moustaki.

-Yo compraba libros en la tienda del padre de Moustaki en Alejandría. Un día vi al cantante en el Solleric. Casi le hablé, pero soy tímido.

­-¿Qué significa ser de Alejandría?

-Es una fábrica de nostalgia, muchos han vivido de ser alejandrinos, de explotar su exotismo. Somos apátridas, porque nuestra nación es una ciudad. Nunca decimos que somos de Egipto, sino de Alejandría.

­-Es coetáneo de un tal Donald Trump.

-Me suena y me da mucho miedo. Ha reemplazado la ideología por la conspiración. Todo ocurre porque alguien conspira contra ti. Mi tío abuelo fundó el partido comunista de Sudán, se apellidaba Curiel, pero yo no tuve conciencia política más allá de protestar contra la guerra de Vietnam.

-¿Qué diferencia hay entre usted y un artista que cuesta diez veces más?

-Que él ha tenido más ambición, seguramente. También ha sido más exigente y un poco despiadado.

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-Nadie dibuja a bolígrafo.

-La línea no tiene carácter, pero corre con tanta fluidez. La plumilla te obliga a mojarla continuamente en el tintero.

­-Le alaban, pero destacando su “falta de rigor”.

-Total falta de rigor. Me aburro si tengo que llevar una obra a su imaginada conclusión, soy incapaz de la constancia.

-También dicen que carece de proyecto.

-Se equivocan, mi proyecto es seguir pintando. En la era de los -ismos había proyectos, yo no tengo ideología estética. Dibujo lo que me interesa, aunque carezca de lógica. La felicidad llega un mes después de haber acabado la obra, al volverla a ver.

­-Y puede permitirse un estudio en el carísimo casco antiguo de Palma.

-Sí, pero mi estudio no es caro. Tengo una casera encantadora, que prefiere tener artistas alquilados aunque pagan poco y cuando pueden. Somos cuatro en el edificio.

-¿Los artistas se critican entre sí?

-Los artistas aquí no se critican nunca, desgraciadamente. Somos muy conservadores y muy competitivos, aunque no lo admitamos.

-Goya lo ensució todo.

-Fue un gran liberador de la expresión dibujativa, lo hizo todo como dibujante. Hacía un dibujo malo con tal convicción, que no lo dudamos. Escuchaba el otro día a Pau Casals interpretando las Suites de Bach. Toca dos notas falsas, pero el fraseo es tan bonito que el error añade valor a la obra. La obsesión con la profesionalidad me parece nefasta.

-¿Tira mucho?

-Descarto el 99,9 por ciento de lo que pinto, y nunca lo suficiente. Me cuesta estar un solo día sin pintar, no sé si por obsesivo o porque tengo algo que decir.

­-¿Es usted un muñeco de trapo?

­-Todos somos muñecos de cera, nos derretimos con mucha facilidad.